El desconcierto

Puigdemont, la resurrección de Rajoy

El domingo de Ramos no ha existido para Rajoy. Coincidiendo con el cambio de horario, la Moncloa ha adelantado el calendario de la Semana Santa para celebrar ayer el domingo de Resurrección del presidente del Gobierno. En apenas unas setenta y dos horas, las que van desde el viernes de Dolores a este Domingo de Ramos, Mariano Rajoy ha logrado que Jordi Turull y Carles Puigdemont se hayan visto obligados a entrar en una prisión española, el primero, y luego en una prisión alemana, el segundo. Le toca, pues, a sus adversarios entrar en una larga semana de pasión política.

La detención de Puigdemont es obra del CNI. Quien hoy lo dirige, el teniente general Félix Sánz, despacha con la misma vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, quien en las últimas recientes elecciones catalanas se jactaba mucho antes de tiempo de haber descabezado todo el movimiento soberanista nucleado en torno a la Generalitat. La Policía alemana se limitó a actuar una vez que fue avisada por los servicios de inteligencia españoles. Todos estos datos están en casi todos los medios de comunicación. El mérito de esta detención corresponde al propio Mariano Rajoy que ha supervisado, coordinado y dirigido desde la Moncloa.

La secuencia de la captura de Puigdemont es clara. Rajoy apela al Tribunal Supremo, el magistrado Pablo Llarena demanda su detención y el CNI procede rapido para que la policía de Alemania lo ponga a disposición del juez alemán que deberá decidir su extradición. No tiene sentido alguno pensar que tanto el aparato judicial como el policial del Estado van a su aire, e incluso contra la orientación estatal. Máxime en cuestiones de Estado como la que comentamos. Desde el 3 de octubre, mensaje de Felipe VI, no cabe duda alguna sobre la postura del Rey y del presidente del Gobierno.

Se entiende la desazón de Albert Rivera, que viene combatiendo al soberanismo catalán desde 2006, o la incomodidad de Pedro Sánchez, desenfocado desde las inteligentes reflexiones de Felipe González sobre la necesidad de que los políticos no se cubran con las togas o las puñetas; pero Rajoy se ha atrevido a hacer lo que Rivera proponía con la ayuda sumisa de Sánchez. Así, Ciudadanos seguirá de Cirineo del Partido Popular y el PSOE de costalero de la procesión del 155. Nadie lo sabe mejor que el PNV, el mejor equipo político de todas las siglas españolas, a juzgar por su lucidez analítica.

El mejor regalo para celebrar este éxito de Rajoy se lo va ofrecer la Merkel sirviéndole en bandeja la cabeza de Puigdemont. Pese a las protestas de Die Linke, no cabe esperar que tras haber interceptado el coche del líder catalán, gracias al aviso del CNI, Berlín vaya a rechazar la extradición a España. Los alemanes le hubieran dejado viajar desde la frontera danesa a la belga, de tener alguna duda sobre su entrega a Madrid.  Sin atentar para nada contra la separación de poderes, la justicia alemana sabrá, al igual que la policía, cumplir con su deber.

Contra lo que pensaba Marx, hay situaciones históricas que se repiten sin que se repitan en forma de farsa. Puigdemont repite doblemente a Companys, sin que quepa establecer analogía alguna sobre ambos presidentes de la Generalitat. En 1934, la República metió en prisión a Companys; en 2008, la Monarquía de Felipe VI acaba también de ingresar a Puigdemont. En 1940, los alemanes entregaron a Franco la cabeza de Luis Companys; en 2008, los alemanes entregarán a Rajoy la cabeza de Carles Puigdemont. Será, ya lo es, el mejor cartel electoral del Partido Popular en una España barrida por el peor nacionalismo español. No es ninguna caricatura, lamentablemente, sino la reedición del mismo drama histórico.

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