Otra economía

¿Un nuevo Plan Marshall para Europa? No, otra cosa

Fernando Luengo, economista
Blog Otra economía: https://fernandoluengo.wordpress.com
@fluengoe

Ni me gusta el lenguaje bélico que se utiliza al referirse a la gestión de la pandemia -esto es una guerra, hay que ganar las batallas, nuestras armas...-, ni tampoco me parece de recibo sacar a pasear al "Plan Marshall" para justificar la ayuda financiera que los gobiernos solicitan a las instituciones comunitarias.

Ese Plan fue implementado por la administración estadounidense presidida por Harry Truman, arrancó en 1948, estuvo en vigor durante cuatro años y canalizó unos 13 mil millones de los dólares de entonces en forma de préstamos, ayudas y acuerdos de cooperación. Es importante puntualizar que no fue el producto de la solidaridad ni de la generosidad estadounidense, sino una operación económica y política de gran envergadura pilotada desde Estados Unidos.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, Europa se encuentra devastada como consecuencia de un largo y penoso conflicto, pues, muy lejos de la machacona propaganda entregada por la factoría cinematográfica estadounidense -para estos y otros temas, controlada y financiada por la CIA-, se había desarrollado en el continente europeo. Además de los millones de personas que perdieron la vida, tanto combatientes como población civil, buena parte de las infraestructuras, los campos de cultivo y las empresas habían quedado inutilizados.

Por otro lado, la economía estadounidense, que no había sido escenario directo de la guerra y que, como consecuencia de la misma, había alcanzado el pleno empleo y un alto grado de utilización de la capacidad productiva, se encontraba con un problema que requería una solución urgente: su finalización amenazaba con una caída en la demanda, arrastrando a la oferta, que podría dar lugar a una profunda recesión y a un peligroso periodo de conflictividad social.

Por lo tanto, existía una "comunidad de intereses". Europa, desabastecida, y Estados Unidos, con un amplio excedente productivo. Añadamos a este panorama un par de claves políticas sin las cuales no se entiende lo que ocurrió en los años siguientes.

La primera es que los partidos comunistas especialmente, en Francia y en Italia, que habían desempeñado un papel destacado en la lucha contra el nazismo, se habían ganado un merecido prestigio entre la población, salían de la guerra con un evidente capital político que podrían rentabilizar electoralmente. La segunda es que la Unión Soviética -esto no lo cuentan los cuentos de Hollywood, pero fue aquí donde Hitler perdió la guerra-, a pesar de enorme destrucción que esta supuso en vidas humanas y en la economía, salió políticamente fortalecida, emergiendo como un contraponer frente al imperialismo estadounidense.

Y en estas llegó el Plan Marshall, un programa de asistencia financiera que permitió la canalización de recursos desde Estados Unidos a las economías europeas, con dos objetivos. El primero, abrir un mercado para las materias primas, alimentos y productos manufacturados estadounidenses, que fueron pagados con los dólares recibidos, estimulando de esta manera la recuperación económica. El segundo, frenar la influencia de los comunistas en los dos países citados y en toda Europa. Para ello no se dudó en apoyar a la economía alemana, al frente de cuyas corporaciones de encontraban los mismos dirigentes que habían apoyado con todas sus fuerzas (y sus recursos) al nazismo.

Del mismo modo que la "democrática" administración estadounidense no tuvo ningún escrúpulo en firmar en septiembre de 1953 un acuerdo de cooperación económica y militar con el régimen de Franco, en plena orgía de represión, cuando las cárceles estaban llenas de presos políticos y los asesinatos estaban a la orden del día. Nada de eso tuvo la menor trascendencia, pues lo verdaderamente importante era sumar a España al bloque anticomunista, pieza clave de la política exterior de Estados Unidos en la época.

Ese Plan Marshall fue un anticipo del apoyo de Estados Unidos al proceso de integración económico y político europeo, que, desde el principio, fue contemplado como una posibilidad de negocio para sus bancos y empresas, a través de las exportaciones, las inversiones extranjeras directas y los préstamos. Del mismo modo que tras la retórica de la Europa de los pueblos encontramos la estrategia de las grandes empresas europeas, necesitadas de recomponer un mercado fragmentado y debilitado. Toda esa constelación de intereses estuvo detrás del Plan Marshall y también del surgimiento de las Comunidades Europeas.

No es de recibo que las izquierdas utilicen con frivolidad y ausencia de rigor este episodio de nuestra historia reciente. Ni en la música ni en la letra se parece a lo que necesitan con urgencia los gobiernos europeos para hacer frente a la pandemia: la movilización inmediata de una gran cantidad de recursos que no supongan aumentar la carga de la deuda de los Estados. Y, hasta el momento, las instituciones comunitarias no están a la altura de este desafío.

 

 

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