Otra economía

La "anormalidad" democrática tan normal

Todo vale en la implacable campaña de los poderes económicos y políticos para sacar a Unidas Podemos del Gobierno y ofrecer una "digna" puerta de salida al PSOE, donde pueda encontrar una justificación. Por eso no me extraña la sobreactuación generada a partir de las protestas por la condena y encarcelamiento de Pablo Hasél.
 
Al tweet de Pablo Echenique, cuyo contenido comparto completamente, le faltó decir que condenaba la violencia que hemos visto en las calles, cosa que sí hizo Isa Serra. Pero, no nos engañemos, con independencia de ese "detalle" la campaña estaba servida... y proseguirá hasta conseguir su objetivo. Ahí no sólo están las derechas, cada vez más extremas. Como si no hubiera un mañana, algunos destacados dirigentes socialistas se han sumado a la misma, con un tono tan agresivo como el exhibido por la derecha más rancia.
 
Los medios han presentado imágenes y encabezado portadas con la "guerrilla urbana" y los daños materiales provocados por los manifestantes. Se ha pasado de puntillas sobre la pérdida de un ojo de una joven como consecuencia de la violencia policial, de la que, por supuesto, no se dice ni una sola palabra. No sólo queda de manifiesto, una y otra vez, su total falta de profesionalidad. También, sus continuas provocaciones a los manifestantes, como si buscaran -creo, sinceramente, que es así- que salte la chispa para justificar su brutal intervención.
 
En cualquier caso, no podemos permitir que el árbol impida la visión del bosque. Porque es verdad que la democracia está siendo continuamente pisoteada. Cuando se penaliza la libertad de creación y de expresión de los artistas o cuando se realizan unas elecciones, las de Cataluña, con los dirigentes de algunos de los partidos que concurren a las mismas encarcelados o procesados.
 
Pero también cuando los tribunales hacen la vista gorda con los delitos fiscales y el robo continuado cometidos por el Borbón; cuando se da carta de naturaleza a la injerencia de los tribunales en decisiones políticas; cuando los procesos de vacunación están supeditados a los intereses mercantiles de las grandes farmacéuticas; cuando millones de personas no pueden disfrutar de derechos básicos como la salud, la vivienda o el empleo digno; cuando aumenta continuamente la pobreza y la desigualdad; cuando se mantiene la posición subalterna de las mujeres y su sometimiento a la violencia machista; cuando se toleran o estimulan las políticas depredadoras de los ecosistemas;
cuando los ricos son cada vez más ricos, apenas pagan impuestos y protagonizan un indecente fraude fiscal; cuando las personas migrantes y refugiadas son retenidas en campos de internamiento o expulsadas sin miramientos.
 
Hablar en este contexto de "normalidad democrática" es sencillamente obsceno. Y calificar esta situación de "anormalidad democrática" me parece a todas luces insuficiente. No estamos ante una excepción que, una vez corregida, nos sitúe en la normalidad de una democracia que genera derechos y corrige fracturas. Caminamos más bien hacia una sociedad con rasgos crecientemente autoritarios. El ascenso del fascismo y su entrada con fuerza en las instituciones forma parte de esa dinámica, pero es mucho más que eso. Se trata, además, del creciente poder corporativo, de la sistemática manipulación de los datos y de la opacidad de las instituciones.
 
Dejémonos de historias. Defender la democracia es reivindicar derechos y reducir privilegios.

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