Fuera de lugar

¿Y si no hiciésemos nada?

Más de diez huelgas generales en Grecia, pero ¿se ha conseguido algo? Alexandra-Odette Kypriotaki ha participado en las movilizaciones desde 2008, pero se marchó a Londres con esa pregunta en la cabeza. "En mi país ya no se encuentra trabajo ni de camarera", me contó. La conocí en un encuentro organizado por el pensador-activista Franco Berardi (Bifo) en Barcelona. Su intervención en aquel encuentro me pareció muy sugestiva y desafiante.

A partir de un balance autocrítico de las lógicas de enfrentamiento y movilización, que no han frenado ni un ápice la devastación social, pero han expuesto demasiados cuerpos a la represión y la destrucción, Alexandra propone recomenzar por otro lado: ni luchar ni confrontar, sino desertar; ni reivindicar ni pedir, desplegar aquí y ahora el mundo en el que queremos vivir; ni actuar ni movilizarnos, sino entregarnos a cierto abandono. Hacer fuerza de nuestra debilidad.

El capitalismo nos exige una disposición permanente al deseo, al contacto, a la producción. Un tiempo permanentemente ocupado, bajo presión, en pos de resultados. Hoy es obligatorio estar contentos, ser optimistas y positivos. Debemos proyectar constantemente la imagen de que sabemos, de que va todo bien, de que tenemos las cosas bajo control, de que somos fuertes. Pero, ¿no nos exige demasiadas veces lo mismo el activismo político? Lucha, resultados, la respuesta en la boca, la moral siempre alta, fuera los tímidos, los dubitativos y los melancólicos...

¿No podríamos formar un ejército de débiles, de torpes, de ignorantes? La consigna sería: "sí, estamos deprimidos, qué pasa"? El programa: "no sé". La huelga, no hacer nada de nada, ni siquiera movilizarnos. Do nothing day... un miércoles, luego el jueves y así.

Como canta Nacho Vegas, el 15-M ha cambiado el significado de algunos verbos como disfrutar. Un amigo me explicó hace poco que lo más fuerte de las plazas era el descubrimiento colectivo de que el verdadero lujo no tiene que ver con el consumo, sino con otra vivencia del tiempo, la experiencia de hacer mucho con muy poco, el encuentro con otros con quienes no me hubiera encontrado nunca, las nuevas amistades. La auténtica riqueza es la que nos damos unos a otros, la que circula y no se posee.

Interrumpir la presión, no responder a la destrucción con más destrucción, abandonar  las filas, disfrutar. Os dejo con las reflexiones de Alexandra, que ha traducido mi amigo Tomás Cobos. Pura ciencia-ficción, pero de la que nos permite pensar la realidad y el presente. Y además, ¿cuál es la alternativa?

 

¿Y si no hiciésemos nada?

 

Una nueva zona temporal del ser (los griegos y la nueva psicodelia)

Alexandra-Odette Kypriotaki

 

Estamos esperando un apocalipsis que nunca llega, un "fin de los tiempos " pospuesto continuamente, con el fin de reinventarnos. Esta espera interminable nos agota. Ojalá acabara ya esta cuenta atrás, aunque casi preferiríamos que aterrizara una nave espacial en nuestro jardín y nos llevara lejos de aquí. Construiríamos un planeta nuevo y reluciente, Lagash, como en Anochecer de Asimov: la población sucumbe a la barbarie y la locura cada 2.500 años con el fin de reinventar su civilización, sus tecnologías y las formas de ilustración.

Ni siquiera la alienación es ya una alternativa.

Desgraciadamente, la necesidad acuciante de reinventarnos a nosotros mismos, la cultura y el ser pide a gritos ser desactivada, ahora y con urgencia. Paf!

Teniendo en cuenta el fin del tiempo y el futuro (político), ¿vivimos en la era del apocalipsis?

La política frente a la antipolítica. La (r)evolución global no la traerá ninguno de los líderes o partidos actuales; por esa razón optaré por no hablar de ningún tipo de pensamiento político en el contexto de la democracia parlamentaria o el gobierno socio-democrático.

El sentido real de la palabra apocalipsis es "desvelar" y "revelar".

¿Qué trae a nuestra conciencia y nuestro cuerpo este desvelamiento? Nuevas espiritualidades, nuevos tiempos y estados de resistencia. Autonomías nuevas.

 

Depresión colectiva

Desde enero de 2011, cuando asistimos al primer acto de las subidas de impuestos en el Parlamento griego, las portadas de todos los medios nacionales e internacionales han hablado de Grecia como un país sumido en la depresión y el pánico colectivos. La revista Time publicó un artículo sobre el rápido aumento de las tasas de depresión y suicidio en la hasta entonces ‘despreocupada’ Grecia desde el comienzo de la ‘crisis’. Los psiquiatras no solo mencionan una mayor incidencia de ataques de pánico, ansiedad y suicidios sino también una enorme repercusión en cuestiones de identidad. El hecho de que no haya más tiempo, ni más alternativas, ni más rumbos futuros lleva a la idiotez y/o la muerte. La premonición de un desastre que nunca-llega-nunca-acaba, reforzada por un continuo bombardeo de vagas amenazas, deudas, números virtuales y gráficos incomprensibles, lleva a la subjetividad y la colectividad a un callejón sin salida. Por otra parte, la absoluta privatización de este estrés y sus rastros en el cuerpo humano es un inextricable proceso de "realismo capitalista", como explica Mark Fisher en su libro. La confusión, la miseria, la depresión contagiosa, el deseo de morir, la violencia: todas ellas se tratan de manera privada y escondida, como si estuvieran separadas de un marco y un contexto socio-político.

El sol griego en la plaza Syntagma des-veló de manera de manera cruda la depresión colectiva de los cuerpos. La depresión que emana de no compartir las vidas y la afectividad. Fue un milagro, un grito a favor de más "tiempo juntos": exhibir impotencia podía funcionar también como arma "potencial" para la emergencia de nuevas corpo-realidades y colectividades. Como explica Bifo: "Si consideramos como depresión la suspensión del acto de compartir el tiempo, como el despertar a un mundo insensible, entonces tenemos que admitir que, filosóficamente hablando, la depresión es sencillamente el momento que más se acerca a la verdad".

Una (in)actividad colectiva y masiva comenzó a surgir en el suelo de las plazas de toda la Tierra. ¿Qué nos aportan estas nuevas temporalidades inactivas?

La fatídica y agotada situación política griega, pero también el círculo vicioso de violencia constante, exigen una nueva perspectiva. Tras participar en la mayoría de los protestas griegas, desde 2008 (cuando comenzaron los disturbios por la muerte de Alexis Grigoropoulos a manos de la policía) hasta hoy, me di cuenta de que la acción y la destrucción, el sobre-esfuerzo y la lucha excesiva de los cuerpos ya no funcionan. Sin embargo, durante mi reciente visita a Atenas, las potencialidades y posibilidades de un desvelamiento colectivo de las inestabilidades y debilidades psicológicas me parecieron maravillosamente terribles. Quería observar más de esos procesos porque considero que el actual "movimiento revolucionario" está un poco obsoleto. Los medios de comunicación, líderes políticos intelectuales, artistas y la gente de todo el mundo miran a Grecia esperando una señal, un movimiento de jaque mate. Una (r)evolución radical (¿quizá ocupando una isla y autoorganizándose radicalmente lejos de la política electoral?).

Respecto al intento de "democracia real", creo que una vez que los "indignados" griegos se den cuenta de que deberían insistir en que cesen los combates, las autonomías resistentes brillarán. La depresión tiene la capacidad de boicotear la acción y el cuerpo depresivo es incapaz de salir de su estado pasivo. Sin embargo, compartir y exhibir los síntomas —en concreto en una plaza marcada con símbolos y sentidos políticos— fue un comienzo para nuevas temporalidades emergentes.

El cuasi-alzamiento de una nueva y tercera zona temporal del ser (dejando atrás la zona temporal de la acción/destrucción y la de la burocracia) está intentando tomar forma a través de las situaciones en las plazas de todo el mundo.

¿Qué ocurriría si todo el mundo renunciara? Un abandono generalizado y colectivo.

¿Qué significa en realidad no hacer nada?

No hacer nada significa recuperar tu tiempo con el fin de construir subjetividades y colectividades de resistencia. Pero, ¿qué serían estas nuevas (a)temporalidades y qué elementos contendrían?

Nos hemos olvidado por completo del abandono. Nos hemos olvidado de respirar. Respirar a través de las respiraciones de los otros. En los ataques de pánico, lo único que hay que hacer es respirar. Así te salvas; a ti y a todo el universo. Un plan maestro.

 

Una nueva zona temporal

Los indignados griegos vivían en la plaza Syntagma: cocinaban, escribían, rezaban, pensaban, se enamoraban y jugaban. Habían abandonado sus trabajos productivos y sus luchas diarias.

Comenzaron a recuperar su tiempo y a sumergirse en su organismo. Su holgazanería y su vaguería se veía 'interrumpida' por pequeñas tareas que llenaban cada día y las necesidades naturales. Comenzó a nacer una pasividad orgánica, activa, que necesita afectividad y atención para crecer. Los cuerpos humanos que siguen en la plaza —que no podían hacer nada más que hacer nada— tienen que intentar aprender otra vez cómo ser vagos y perdurar. Hace falta tiempo para reescribir la inactividad en el cuerpo. Catherine Clement habla sobre los "sincronizadores" como "variables en el entorno que permiten la adaptación relativa del organismo al tiempo social según las circunstancias de la vida". Con la reconstrucción de estos "sincronizadores" urbanos, en el interior de las densidades urbanas —la plaza como "pista"—, están comenzando a flotar (a)temporalidades rurales e isleñas. Los cuerpos cambian sus ciclos, sus alientos, su presión sanguínea y sus hormonas. Se trata de colectividades que tratan de traspasar el tiempo social y reajustarse al tiempo corporal.

Ahora, con un cambio arbitrario y antidemocrático en la escena política en Grecia, el devenir constante debería estar en el centro de estas nuevas bolsas de tiempo que surgen. El boicot y el rechazo. Las espacialidades de tierra/agua tienen que revivirse y destruir a las de hormigón/piedra. Una ruptura constante a través del sonido perpetuo y cíclico de las cigarras y las olas.

Sonido. Los cuerpos deberían encontrar su manera de marcar territorios distintos a través del sonido. Quizá las señales y los modos cuasi-primitivos deberían intervenir en la arquitectura sónica de lo urbano y crear un territorio post-geográfico.

¿Cómo pueden encontrar los griegos una línea de fuga, una ruptura en los ensamblajes opresivos?

Todas las noches, estos cuerpos exhaustos y monstruosos sacarán a bailar su depresión: tratando de volver a marcar y recuperar su territorio, exorcizando el mal. Con mayor intensidad, incluso. De manera más ofensiva y audaz. Los rituales, el trance y los mitos se inscriben en los cuerpos globales.

El comienzo del fin de este sistema —podrido hasta los órganos— se encuentra en dejar de servir al cuerpo humano como un campo de batalla. El hartal de Ghandi (el cese total de cualquier cosa funcional) debería enseñar a nuestros cuerpos ese 'abandono' y sus potencialidades.

En el movimiento italiano de Autonomía de los años 70 se consideraba que la autonomía emanaba de tácticas directas de la vida cotidiana y la "anarquía práctica" (1). Se consideraba que la esencia de la ‘utopía’ se encontraba en actos que no eran románticos, heroicos ni políticos (antipolíticos en todo caso). Los autónomos italianos difundían: "La utopía es aquí y ahora. No hay futuro, ni ayer. Solo tenemos el hoy, un presente eterno. Tenemos que destruir los fantasmas del pasado y las pesadillas llenas de ansiedad del futuro". (2)

Cuando los trabajadores griegos del transporte y los servicios de limpieza dejan de trabajar, el paisaje urbano se transforma en una instalación artística: "el capitalismo en descomposición". Deberíamos adoptar y reforzar estas no-acciones. Deberíamos abrazar la muerte y la decadencia.

La criminalización de la espiritualidad y la muerte, la desmitificación de la mística y la privatización de la salud mental han puesto fin a la psicodelia.

Ha llegado la hora de que los griegos —y todos los ‘perdedores’ del mundo— se reconstruyan sobre los pilares de su debilidad. Que repiensen su identidad a través de una lente de tradición y espiritualidad. A través de la cocina: compartiendo el proceso de hacer un pastel y comérselo juntos. A través de la imaginación: mitos, narrativas, cuentos de hadas. A través de la tradición: el luto, los cultivos, la canción. A través de la solidaridad y la autoorganización. Mi término para la situación es ‘enraizamiento’. Gente conectada con la tierra. Fotosíntesis, comida, agua y música.

Deberíamos revisar el concepto de Bifo de ‘composicionismo social’: "Un entorno químico donde la cultura, la sexualidad, la enfermedad y el deseo pelean y se encuentran y se mezclan y cambian de manera continua el paisaje". Tiene que ver con un sentimiento religioso de amor e iluminación. Federico Campagna mencionó este sentimiento como un acceso al tiempo-ahora y una apertura hacia otras temporalidades (utópicas). La tercera zona temporal del ser tiene las condiciones perfectas para recoger las nuevas realidades visionarias y las nuevas psicodelias. Burbujas de la materialidad y la texturalidad de la posibilidad y la experiencia. Los acontecimientos de nuestra vida seguirán convirtiéndose en ciencia-ficción y vicevesa, pero la ‘verdad’ es algo que no existe en ninguna de las dos.

El Plan 9 del espacio exterior (3) ha fracasado: nuestros muertos están aún enterrados e inmóviles. Con todo, nosotros, los ‘vivos’, podemos empezar a devenir cuasi-muertos. Corpo-realidades muertas. "Los zombies cantan una canción, pero es la de la vida" (Deleuze).

"Igia, kavla ki epanastasi"*, queridos amigos. Y amor.

 

* "Salud, deseo sexual extremo y revolución": eslógan anarquista difundido en Atenas tras las revueltas de 2008

 

Bibliografía:

Arendt, H. La condición humana. Ediciones Paidós, Barcelona, 1993.

Asimov, I. y Silverberg, R. Anochecer. Nuevas Ediciones de Bolsillo, Barcelona, 2004.

Berardi (Bifo), F. (2009). Precarious Rhapsody. London: Minor Compositions. En castellano, puede leerse La fábrica de la infelicidad (Traficantes de Sueños, 2003) o El sabio, el mercader y el guerrero (Acuarela, 2007).

Clement, C. (1994). Syncope: The Philosophy of Rapture. Minneapolis & London: University of Minessota Press

Deleuze, G.. La imagen-tiempo: estudios sobre cine 2. Paidós Ibérica, Barcelona, 1996.

Fisher, M. (2009). Capitalist Realism, Is there no alternative? Hampshire: 0 Books

Notas:

(1) Notas tomadas de una conversación de Federico Campagna con Aaron Peters.

(2) Ibid.

(3) Plan 9 del espacio exterior es una película de Edward D. Wood Jr. filmada en 1959, con Bela Lugosi de protagonista. La historia consiste en unos extraterrestres que devuelven la vida a los muertos con forma de zombis y vampiros con el fin de que evitar que la humanidad cree un poderoso explosivo que destruiría el sol y la galaxia, la Solaranite.

Traducción: Tomás Cobos

Fotografía: Nikolas Giakoumidis

"¿Y si no hiciésemos nada?" como programa de radio (Clinamen)

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