Fuera de lugar

Decirnos la verdad (un mail)

Decirnos la verdad (un mail)

 

amador,

he leído tus notas sobre el 12-15M, qué bueno que recojas todas esas voces... aunque confirman la sensación de vacío, de falta de fuerzas, de repetición de la jugada en un escenario lastrado por la destrucción imparable de todo lo que conocíamos, esperábamos y sabíamos.

Me impactó mucho el contraste chirriante entre la situación de estar en la calle, en manifestación y en asamblea, mientras las conversaciones con cada una de las personas, amigas, que reencontraba tras tiempo de no verlas, eran una y la misma repetidas: cambios laborales, proyectos de fuga al extranjero, malestar personal, sobrevivencia límite, giro drástico en las expectativas... Conversaciones en primera persona en un escenario (¿sólo un escenario?) colectivo. Conversaciones de sobrevivencia individual en un escenario de lucha (¿lucha?) colectiva. Las conversaciones que se repiten antes y después de los días de mayo (ya no se puede hablar de otra cosa) no se interrumpieron durante las jornadas de lucha. Este año no fueron una interrupción, no estaba empezando nada. Viví el 12M con mucha angustia.

Fue definitivo bajar a la plaza, al día siguiente, con una mesita de camping y los Pressentiments. Nos plantamos allí, con las palabras y pensamientos que habíamos estado cocinando todo este invierno, impresas, como puñetazos sobre la mesa, como regalos para tantos silencios ya cansados de decir una y otra vez la misma cosa. La mesita llena de papeles invitaba al acercamiento. Tímido, porque no se entendía bien de qué iba el juego: ni comisión, ni plataforma, ni asamblea, ni iniciativa legislativa, ni reivindicación. ¿Quién sois? nos preguntaban. ¿Qué son estos papeles? Y ante la imposibilidad de responder con palabras reconocibles, se iniciaban conversaciones nuevas, insólitas. La mesita de los pressentiments abría un agujerito para conversaciones no expertas, allí no se podía preguntar ¿qué hay que hacer? ¿dónde me apunto? ¿cómo saber más sobre la renta básica o sobre la ley hipotecaria? Nada. En estos agujeros aparece lo mejor y lo peor. Nos dimos cuenta de que por la plaza circulaban seres muy dispares y extremos: un joseantoniano que quería pegar fuego a los bancos y ahorcar a los banqueros, una sindicalista airada contra todos esos jóvenes que no quieren trabajar, un funcionario con una carpeta llena de datos de corrupción, sin saber qué hacer con ella, viejos militantes barriales al borde de las lágrimas, ahogados en la impotencia de verse ahí, haciendo nada... pero también muchos hombres, mujeres, jóvenes anónimos, que se encogían de hombros en silencio y nos daban las gracias. Agradecimiento impotente, proximidad efímera, miradas cómplices que se pierden en lo irresoluble de cada drama personal. Estábamos en uno de los bordes de la plaza. Las asambleas se hacían y deshacían por todas partes. Algunas, enormes, llegaban a engullirnos. Desde esa posición, la escucha se volvió más interesante. No sé muy bien porqué. La mesita nos daba un lugar en esa galaxia en dispersión.

Ofrecernos lugares: quizá de eso se trata. Mesitas que nos sirvan de balsa para lanzarnos al agua sin que nos ahogue la marea. O eso, o huir como ratas del barco, ya. Tonto quien corra el último... Esta misma semana, durante los días de mayo, he despedido a algunos amigos. Se marchan, muchos ya se han marchado, otros lo están planeando o deseando. Siento que hacen bien. Pero me invade una tremenda tristeza. No son ratas. Quieren vivir y no pueden. Huyen del conformismo, de la mediocridad, de los hombros encogidos, de la miseria material y mental que nos está carcomiendo. Por primera vez en mi vida he empezado a calcular mi futuro, el mío y el de mis hijos. Por primera vez en mi vida, conversación a conversación, despedida a despedida, he sentido miedo. Y me ha dado asco, sentir miedo y calcular. Pero junto a todo eso he experimentado algo muy bueno: la franqueza. Ya no hay motos que vender, ya no hay "poses" que tomar, ya no hay oportunidades que aprovechar. ¿Para qué seguir fingiendo que nos van tan bien las cosas? ¿Para qué seguir diciendo que tenemos mil proyectos en marcha? Últimamente siento que la gente dice la verdad y que yo puedo decirla también. En medio de la gran mentira, alimentada cada día en ruedas de prensa y artículos de opinión, unos y otros nos decimos la verdad. ¿No es algo muy bueno? Yo lo siento así. Tienen que empezar a pasar cosas.

amador, me he enrollado sin haberlo previsto...

un beso!!

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