No tiene bastante Grecia con el azote de los mercados ---o quizás justo por eso--- que no ha dudado un segundo en "hacerle el trabajo sucio a Israel", como ya denunció en su momento Laura Arau, coordinadora de Rumbo a Gaza, plataforma española que participa en la Segunda Flotilla de la Libertad. Cuanto todos esperaban las reacciones de Israel después de lo sucedido el año pasado ---el ejército israelí abordó la primera Flotilla y asesinó a nueve activistas---, apareció, por sorpresa, Grecia, que ordenó el bloqueo de la mayoría de las embarcaciones cuyo objetivo no era otro que llevar toneladas de ayuda humanitaria a Gaza.

El presidente de Israel, Simon Peres, y el primer ministro, Benjamin Netanyahu, agradecieron ayer al país heleno el bloqueo de la Flotilla, y en bloqueos Israel tiene un doctorado. "Gracias por haber detenido la Flotilla conforme a las recomendaciones del secretario general de la ONU. Con esta acción han contribuido a calmar las cosas y, en última instancia, al bienestar de Gaza", declaró Peres, con una curiosa acepción de la palabra "bienestar": según Richard Falk, enviado especial de la ONU a los territorios ocupados de Palestina, en Gaza viven 1,7 millones de personas "privadas de dignidad y humanidad".

Mientras Carolos Papulias, presidente griego, recibía la palmadita en la espalda, en Atenas cuatro activistas españoles iniciaban una huelga de hambre ---dos más se sumaban desde España--- en el interior de la embajada española. Su objetivo: presionar para que España presione, valga, a Grecia y permita la salida del Gernika rumbo ya no a Gaza, sino a España, desde donde trabajarán para reconstruir la Flotilla. Por extraño que pueda parecerle a las autoridades griegas y españolas, que aún no se han pronunciado al respecto, los activistas tan solo están reclamando algo recogido y, así debería estar, protegido por el Tratado de Schengen, que creó en su momento una zona de libre circulación entre los países firmantes (España se adhirió en 1991, Grecia un año después).

Los gobiernos no solo han abandonado a los activistas, tal y como denunció Manuel Tapial, coordinador de Rumbo a Gaza en una carta a Rubalcaba, sino que han abandonado sus funciones.

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