Solución Salina

No quiero morir un domingo en Río de Janeiro

No quiero morir un domingo en Río de Janeiro

La explicación al título de este post —aviso para neófitos y despistados— la tiene Élodie. Los episodios de violencia que desangran Río de Janeiro han motivado que deje para otra ocasión la filmografía de la actriz francesa y opte por unos remedios elaborados en el corazón de la favela para mitigar el tedio y el abatimiento dominical.

Libro. Tropa de Élite (Luiz Eduardo Soares, André Batista y Rodrigo Pimentel; Libros del Lince). ¿Quiénes son esos tipos de negro que suben favela arriba, a la caza de narcos, luciendo un escudo con una calavera atravesada por un machete y dos pistolas? Un ex secretario nacional de Seguridad Pública y, precisamente, dos ex miembros del BOPE escriben a seis manos un libro inspirado en las operaciones especiales del cuerpo de élite de la Policía Militar de Río de Janeiro, un batallón hasta hace unos pocos años incorruptible e incorrupto.

Ensayo. A Prisao (Publifolha, 2002). El abogado criminalista Luís Francisco Carvalho Filho, reflexiona, más allá de la estadística, sobre un sistema carcelario que tiene como teórico y utópico objetivo regenerar a los delincuentes brasileños. En esta entrevista, el autor critica las lamentables condiciones en los presidios, cuna del paulistano Primeiro Comando da Capital y del carioca Comando Vermelho, dueños y señores del crimen organizado en las dos principales ciudades de Brasil.

Filmes y documentales. Inspirado en el citado libro de realidad ficción, Tropa de Élite, llevado al cine por José Padilha en 2007. Superpolis contra traficantes. "Muere o mata". Litros de glóbulos rojos como los que supuraban los protagonistas de Ciudad de Dios (Fernando Meirelles, 2002), la otra cara de la moneda cinematográfica, que cedía el protagonismo a los narcos Zé Pequeno y Mané Galinha, enfrentados por el control de las drogas.

Películas realistas alejadas del morro bucólico que sirvió como escenario a Orfeo Negro (Marcel Camus, 1959), una exaltación de la música popular brasileña de la mano de Antonio Carlos Jobim, filmada décadas antes de que la violencia anegase los barrios pobres de la cidade maravilhosa. Una ferocidad reflejada, con más crudeza si cabe, en el caleidoscópico documental Noticias de una guerra particular (Katia Lund y Joao Moreira Salles, 1999) y en Bus 174 (José Padilha, 2002), cuyas imágenes verídicas del secuestro de un autocar en Río serían dramatizadas por Bruno Barreto seis años más tarde en el filme Última parada 174.

Productora. Pax Filmes. El cineasta Paulo Pons y el empresario Alceu Passos se plantearon cómo hacer en Río películas de bajo presupuesto, hasta 40.000 euros, con cámaras digitales. Temática variada y target universal. Cinema vérité carioca, que ya ha dado sus frutos: Vinganza, del propio Pons, una cinta de suspense; Os realizadores, un documental de ficción que satiriza el cine desde dentro; Espiral, una propuesta experimental de humor negro grabada, con dos cámaras, en una sola toma; o Maiores e menores, que presenta a una panda de niños bien que practican sexo en grupo, dentro de coches aparcados en centros comerciales, hasta que alguien los graba y las imágenes son difundidas a través de la red.

Música. Bonde do Rolê. Ojo, no es afavelado todo lo que reluce. El antaño trío y ahora cuarteto —tras la marcha de su vocalista, Marina, y la incorporación de Ana y Laura al micrófono— procede de Curitiba, próspero sur del país, pero supieron apoderarse del espíritu musical de los morros y su funk machacón y desvergonzado. Hacen música aparentemente popular, pero tras su filiación sonora con los sones de las clases desfavorecidas se esconde una coartada chabacanamente arty, unas influencias musicales pop (roban, mezclan, samplean), dos DJs modernuquis (los fundadores de la banda, Pedro D'Eyrot y Rodrigo Gorky, habitual de los clubes más cool de Sao Paulo), letras obscenas y lenguaraces, y un chorrazo de locura que no cabe en el escenario. Son unos pirados: para muestra, Solta o frango. ¡Menudos pollos!

Personaje. Leandro Firmino (Río de Janeiro, 1978) arrastra, desde los inicios de su carrera, el sambenito de malo. La culpa la tiene su papel en Ciudad de Dios, favela donde nació y título de la película que dio a conocer al mundo esta humilde comunidad de Río. En ella, interpretaba al temido Zé Pequeno, personaje del que se ha intentado alejar a toda costa para no quedar marcado. Una tarea, sin duda, difícil, hasta el punto de que fue requerido para dar vida a un traficante en la telenovela Vidas opostas. Aceptó el papel, dice, porque Sovaco es un personaje que intenta salir del hampa y convertirse en cantante de pagode, una derivación musical de la samba nacida en los arrabales cariocas.

Allí, en la propia Cidade de Deus, lo descubrió Fernando Meirelles, quien lo reclutó para participar en Palace II. Un año después, llegaría el exitoso filme, candidato a cuatro Oscar y que le supuso el premio al mejor actor en el Festival de La Habana. Catapultado a las pantallas de todo el planeta, Firmino siguió con su carrera en Brasil, pero su trabajo no llegó a trascender en Europa. Actuó en largometrajes, series y telenovelas, aunque su presencia en la teleserie Cidade dos Homens reforzó su condición de afavelado.

Firmino, a la vez que participa en producciones televisivas, sigue aportando su grano de arena para que proyectos más independientes salgan adelante. Y, además de Pax Filmes, ha participado como actor en interesantes iniciativas del cine marginal. Es el caso del cortometraje de enrevesado nombre O filme do filme roubado do roubo da loja de filme, realizado por la Companhia Brasileira de Cinema Barato, que se valió de un teléfono móvil para rodarlo. Años después, la amenazadora mirada de Zé Pequeno sigue mojando nuestros pantalones, hasta el punto de que el canguelo que provoca le valió, entre otros galardones, el Premio al Mejor Villano en el  Adoro Cinema 2002.

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