Solución Salina

En tránsito

Nos ha tragado la niebla y, de repente, el agua, los riscos, el asfalto. Escupidos a la moqueta tan británica del aeropuerto de Hong Kong, seguimos la línea, como un titubeante rebaño sin pastor ni soniquete sobre el río Kwai. Computadores con conexión a internet gratuita a cada paso y, entre uno y otro, clubes de fumadores sin complejos allí plantados por autoridades carentes de prejuicios. En España eran pasables, la zona habilitada en Heathrow era una cochiquera para castigar al vicioso con el hacinamiento y el humazo reconcentrado. Aquí, confortables asientos, máquinas de bebidas y snacks, mesas para apoyar el refrigerio, el codo, el cigarro. Y una luz tenue que, si bien confiere al lugar un regusto de tapadillo, le otorga la discreción justa, el color de la madera noble, la ahumada gafa de sol tras la que culebrea la nicotina. No entro. Ya he sido malo, pero hizo falta más oscuridad y el empuje del licor café, que tiene el color de la noche cerrada.

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Te acuestas rendido tras 24 horas de viaje y, nada más levantarte y encender el ordenador, desayunas con la triste noticia de que el millonario comunista, o el comunista millonario, ha dejado tirados a 40 periodistas. Alberto es carne de trinchera, pero hace unos días me decía que lo que le apetecía ahora mismo era, precisamente, habitar en el otro lado, vivir el ambiente de una redacción. Mi abrazo sentido. Que no se calle La Voz de la Calle.

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