G20: ¿Más que una foto de familia?

Un paso más para la Tasa Robin Hood

La declaraciones de intenciones del presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso, horas antes de la primera sesión de los líderes del G20 han ido en la línea (sorprendentemente) de los mensajes articulados por la sociedad civil en los días previos a esta cumbre. Barroso, según sus palabras, confía en que la Unión Europea alcance prontamente un acuerdo sobre la aplicación de una tasa a las transacciones financieras –la llamada tasa Robin Hood- y que esta sea una realidad también a "nivel global si es posible".

El presidente de la CE se comprometió a llevar el debate sobre el controvertido impuesto a la reunión Rio + 20, cumbre que se celebrará en Rio de Janeiro (Brasil) del 20 al 22 de junio, es decir, esta misma semana. "No olvidaremos a los pobres del mundo", concluyó Barroso.

El gravamen afectaría básicamente los movimientos especulativos de capital y podría recaudar al menos 300.000 millones de euros al año. Dinero que se invertiría en políticas sociales y en la lucha contra la pobreza y los efectos del cambio climático. De ahí, Tasa Robin Hood.

De todos modos, no lancemos las campanas al vuelo. La tasa cuenta con el respaldo de Alemania y Francia; quienes apoyan que el impuesto se aplique en toda Europa, pero con las reticencias del Reino Unido, donde temen que se dinamite la hegemonía financiera de Londres.

"El G20 necesita secundar este movimiento en la medida que ha fallado en la urgente necesidad de financiación del desarrollo y de la lucha contra el cambio climático", señaló minutos después de las declaraciones de Barrosos, Luc Lampiere, uno de los portavoces de Oxfam en la cumbre. "Ahora el G20 debe asegurarse de que el dinero no se queda en Europa. La recaudación de esta tasa debe destinarse a los esfuerzos globales para el desarrollo y en la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo", apuntilló Lampiere.

Fuentes de financiación innovadoras
Este año, con los cada vez más escasos fondos para la ayuda al desarrollo como telón de fondo, el Banco Mundial ha advertido de un descenso drástico de los fondos disponibles para los países más pobres. Mientras, el Fondo Verde para el Clima, diseñado para canalizar hasta 100.000 millones de dólares al año destinados a ayudar a los países pobres a hacer frente a los devastadores efectos del cambio climático, permanece prácticamente vacío.

El pasado año, en Cannes, el G20 señaló la necesidad de asegurar nuevas e innovadoras fuentes de financiación, como, por ejemplo, a través de la aplicación de una tasa al sector financiero (medida que cuenta con numerosos partidarios que, además, fue recomendada por Bill Gates al G20 el pasado año), instando a los ministros de economía a poner en práctica las recomendaciones sobre financiación de la lucha contra el cambio climático.
Las fuentes de financiación innovadoras son claves para realizar progresos en materia de desarrollo. Y el tiempo se agota.

Así que la pelota está ahora en el tejado del Grupo de los 20 quienes, además de liderar la coalición de países partidarios de la tasa Robin Hood, deberían también aplicar un precio a las emisiones de carbono del transporte marítimo y aéreo internacional, contribuyendo a reducir las emisiones y, a la vez, recaudando 25.000 millones de dólares al año.

Debemos preguntarnos por qué los gobiernos continúan ignorando unas soluciones obvias que contribuirían a mitigar un déficit financiero cada vez más elevado. Las fuentes de financiación innovadoras, como la aplicación de una tasa al sector financiero o de un precio a las emisiones de carbono del transporte marítimo y aéreo internacional, proporcionarían fondos vitales para ayudar a las personas más afectadas por la crisis a nivel global.

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