Adán y Eva no eran agresivos, no querían estar enjaulados, no merecían morir. Estaban asustados, buscaron la libertad, y han perdido la vida en el intento.

La historia de Adán y Eva, es una historia que retrata a la perfección el drama de los animales en nuestro planeta en el siglo XXI.

¿Dónde nacieron? ¿Quién les puso esos nombres? ¿Cómo acabaron dos seres libres y salvajes encerrados en una jaula de cemento y barrotes en la que verían pasar los días y los turistas como el que ve repetida una y otra vez una vieja y aburrida película?

Aguantar que te tiren cacahuetes un día detrás de otro, que te hagan muecas, que se rían y vociferen mientras tu vida no tiene otro aliciente que la compañía de un congénere igual de deprimido que tú, debe ser motor que impulse a cualquiera con aprecio a su vida a huir.

Durante los días que la noticia ha saltado a los medios, he oído diferentes versiones. Que Adán provenía de una gasolinera de carretera donde estuvo encadenado para divertimento de los clientes. Que era de un ricachón que lo tenía en casa para hacer monerías, que le obligaba a fumar...

Todo es posible, lo saben muy bien los santuarios de animales, como la Fundación Mona, que rescatan en España a chimpancés del horror cotidiano, de ser utilizados en ferias, de vivir encerrados de por vida en asquerosos y oscuros agujeros, de la industria de la televisión, que les martiriza para hacer el anuncio más gracioso.

Quien conozca mínimamente la naturaleza de estos increíbles y complejos seres, sabrá que están tan cerca de nosotros, que son capaces de lo bueno y de lo malo. Saben mentir y engañar para conseguir sus objetivos, de imaginar y reflexionar incluso acerca de la muerte, de recordar antiguos compañeros a los que les unieron lazos afectivos e incluso de ser solidarios con quienes lo necesitan.

Lo sabemos porque hace muchos años, la psicóloga Penny Patterson enseñó el lenguaje de signos a la Gorila Koko, quien conversaba con ella y le trasmitía sus pensamientos y emociones, como muestra este emocionante vídeo:

Adán y Eva trataron de huir del infierno en busca del paraíso y murieron en el intento. Pero nos habéis dejado una bonita enseñanza, para quien la quiera aprender. Los animales quieren vivir, y vivir en libertad, poder disfrutar de la vida, tanto como lo podemos querer cualquiera de nosotros.

Estamos a tiempo de cambiar nuestra conducta con nuestros parientes. Porque los animales son eso, nuestros parientes ¿Estamos dispuestos a bajarnos del pedestal desde el que miramos con superioridad a los demás animales, iguales a nosotros aunque sean diferentes?