Principio de incertidumbre

Zombies de la austeridad

Zombies de la austeridad

La imagen que encabeza estas líneas ha sido muy malinterpretada estos días. El presidente del Eurogrupo ni ahogaba al ministro De Guindos ni le hacía una broma cariñosa. Simplemente se le acercó para comprobar si llevaba bien sujetos los hilos de la espalda, ésos que ponen en funcionamiento su rostro y su cuerpo cuando el titiritero neoliberal de Bruselas (capital de Alemania, claro) mueve los dedos. Esos hilos también fueron instalados antes en Zapatero y Elena Salgado. Y también los lleva puestos Rajoy (pero son hilillos, en su caso). Sabiendo esto no es de extrañar, por tanto, la mirada sorprendida que pone el ministro de Economía: "¿Acaso dudas de la fe de este Gobierno en el dogma de los recortes?", parece preguntar a Jean-Claude Juncker.

Porque una de las mayores diferencias entre la política económica del Gobierno saliente y el actual es que el de Rajoy se movería igual con o sin hilillos en su espalda (reducir el Estado es su ideología), mientras que a Zapatero le costó cogerle el gusto a la tijera, aunque al final fue un peluquero aplicado. Obligados o animosos, el resultado es el mismo: se sigue aplicando a España un antídoto contra la crisis que en realidad es el virus que está matando al paciente.

Y en la expansión de ese virus, todos nos vamos convirtiendo en zombies. Arrastramos los pies y ponemos los ojos en blanco buscando a alguien a quien morder, obligándole a comentar si son o no un fracaso esos 5.000 millones de euros más que habrá que aligerar el déficit para bajarlo del actual 8,5% del PIB hasta el 5,3% que ha fijado finalmente como objetivo la UE. Y en ese debate de no muertos unos dirán que el objetivo para este año era del 4,4% y que Rajoy Campeador ha conseguido suavizarlo. Y otros que aspiraba a relajarlo más, y que después de anunciarlo megáfono en mano y subido a un taburete ha tenido que tragarse el sapo.

En ese debate se nos va la vida. Porque el neoliberalismo en general, y el europeo en particular, ha conseguido imponer la discusión del cuánto hay que recortar y de dónde. Así andan las dos Españas despedazándose bipartitamente por esos 5.000 millones estos días. Tanto que ya no se menciona que la cifra del recorte será de 20.000 millones, sumados a los 15.000 millones que ya ha recortado Rajoy y los otros 15.000 millones que ya recortó Zapatero. Y en 2013, para bajar al inefable 3% que impone el Reich austero de Angela Merkel, habrá que amputar otro tanto más. (¿Amputar está bien? Es que se acaban los verbos y adjetivos gores entre tanta casquería que narrar).

El debate que ya hemos perdido es el de cuestionar que haya alguna razón científica para tener que lijar el déficit en ese plazo. O el de pedir algún indicio que demuestre que los recortes nos sacarán de la crisis. De hecho, nadie habla ya de cuándo se sale de la crisis o cuándo comienza a crearse empleo.

Este año, según las previsiones del Gobierno, la economía caerá un 1,7% y se perderán 640.000 empleos más. Es la lógica de las cosas. El consumo privado está deprimido porque se encuentra azotado por la falta de crédito, el desempleo y las medidas que incrementan la incertidumbre de la población (como es una reforma laboral que facilita el despido). Ante esta situación, el motor contracíclico que debería sustentar la economía sería el de la inversión pública y la política monetaria y fiscal expansionistas. Pero ya saben que ni Europa ni el Gobierno están por la labor: austeridad, amigos. Austeridad.

Y la austeridad nos hunde. Se podría hablar extensamente de cómo los recortes dilapidan el Estado de bienestar, que quizá no vuelva aunque nos dijeron que sólo bajó a comprar tabaco. Lo pueden destruir poco a poco la falta de recursos en sanidad, educación, ayudas, pensiones... La lista de perjuicios es interminable, pero concentrémonos en la mera salida de la crisis.

Un concepto del que hablan los economistas keynesianos es el del efecto multiplicador de la inversión: por cada unidad monetaria que entre o salga en una economía, provocará en el PIB una reacción mayor en ese mismo sentido. Y en esa espiral andamos metidos. Así que cuantifiquémosla. Un estudio¹ del Fondo Monetario Internacional, citado por Guillermo de la Dehesa (presidente del CEPR), realizado sobre 173 ajustes fiscales en países desarrollados en los últimos 30 años, ha evaluado el resultado de esta famosa píldora de los recortes. Las conclusiones no pueden ser más desalentadoras: por cada ajuste fiscal de un punto porcentual del PIB, éste se reduce como promedio un 0,6% dos años después.

Y sin crecimiento, ya se sabe: paro. Rajoy reconoció ayer en la sesión parlamentaria "un costo sobre el crecimiento y el empleo" del nuevo ajuste. O lo que es lo mismo: más dolor injustificado sobre la población. Eso también lo ha consensuado con la UE, ya que la apuesta neoliberal para salir de la crisis es ser más competitivos abaratando los salarios, aun provocando una salida en L de la crisis; es decir, años sin crecimiento, ni en términos de PIB ni de empleo. Ahí patinó Zapatero y patina al cubo Rajoy. Países como Alemania, Francia, Holanda o Reino Unido pueden resistir crecimientos económicos bajos o nulos durante años sin excesivo sufrimiento humano y sin acabar con la imprescindible paz social. España, camino de los 6 millones de parados, no podrá resistir tanto tiempo. ¿De eso le han hablado ya al señor Rajoy?

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1 A New Action-based Dataset of Fiscal Consolidation. P. Devries, J. Guajardo, D. Leigh y A. Pescatori. IMF International Working Papers. Junio 2011, Washington.

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