Sombreros de colores

La mentira es contagiosa

La mentira es contagiosa. Y la tristeza, y el enfado. Y el cabreo. Y lo positivo. Y la alegría......Y LA VERDAD.  Sin lugar a dudas que la mentira está íntimamente emparentada con la demagogia.

Mentira no es ausencia de verdad, ni verdad es ausencia de mentira. Nada es completamente una mentira, todo es una sola verdad. dice Antonio Ayala-Olivares

Jorge Volpi ha escrito un libro titulado Mentiras contagiosas, en el que consigue hacer honor a su título e inficionar al lector con esa pasión por el engaño que encierra la literatura.

Thomas Jefferson, el tercer Presidente de los Estados Unidos de Norte América, el 19 de agosto de 1785, hizo al respecto sobre la mentira estas reflexiones: "Aquel que se permite mentir una vez, encuentra mucho más fácil hacerlo por segunda y aún por tercera ocasión, hasta que ello se convierte en un acto habitual; miente sin preocuparse y cuando dice alguna verdad, el mundo no le puede creer. La falsedad de su lengua le llega entonces al corazón y con el tiempo se depravan todas sus buenas disposiciones".

Y es que nuestra sociedad está plagada de mitos, leyendas urbanas y creencias transmitidas de generación en generación que solemos tragarnos. ¿Por qué? "La gente se inventa este tipo de mitos porque les gusta que haya un poco de magia, de misterio... Y para reforzarlos recurren a la frase, que se usa mucho,está científicamente demostrado’, y lo cierto es que no lo está.

Por ejemplo: Usamos solo el 10% del cerebro. "Es completamente falso, utilizamos el 100%. Cuando empezó este mito, hace más de un siglo, no tenían manera de demostrarlo. Si así fuera hace tiempo que la especie humana se hubiera extinguido. Menuda broma parir a un bebé con una cabeza tan grande si sólo utilizáramos el 10% del cerebro"

Hace unos días nuestro amigo Sergio Minué escribía un post en su blog Gerente de Mediado titulado House tenía razón en el que terminaba diciendo:  Tenía razón House, todo el mundo miente. Pero el problema es que la mentira es contagiosa.

EL post decía entre otras cosa lo siguiente:

Acaba de publicarse en Estados Unidos The (honest) truth about dishonesty, el último libro del Dan Ariely, en el que analiza el conocimiento científico existente sobre la deshonestidad en la sociedad actual. Ariely es un conocido investigador sobre la irracionalidad en la toma de decisiones humanas, ahora en la Universidad de Duke.....

El profesor de Duke se embarca en la disección de la conducta deshonesta desde diferentes puntos de vista: el amaño y maquillaje de los datos, lo ciegos  que estamos ante nuestras verdaderas motivaciones, la forma en que nos engañamos a nosotros mismos...

Especialmente curioso es el capítulo que dedica a la trampa como enfermedad infecciosa. En el describe un curioso experimento realizado en Carnegie Mellon University que publicaron hace unos años en Psychological Science y que consistía fundamentalmente en resolver 20 problemas de cálculo matemático; a todos los participantes se les entregaba una hoja de ejercicios junto a un sobre con 10 dólares. Tras realizar el ejercicio los participantes debían quedarse con la cantidad correspondiente al número de ejercicios acertados y devolver el correspondiente a los ejercicios fallados.

  1. Las respuestas del primer grupo (el control) eran chequeadas  tras finalizar el ejercicio; por lo tanto no podían hacer trampas.
  2. El segundo (el grupo de la "trituradora") debían chequear sus respuestas con una hoja de respuestas correctas y después destruir su ejercicio en una trituradora: podían por tanto mentir.
  3. El tercero, llamado grupo Madoffen honor de tan insigne prócer, tenía entre sus miembros a un "gancho" que a los dos minutos de comenzar el ejercicio (y por lo tanto sin tiempo material para haberlo realizado) gritaba en alto: "eh, profe ya he acabado". A lo que el profesor respondía: "pues coge el dinero que te toque y vete".Los que quisieran de este grupo podían repetir semejante comportamiento.

No es difícil deducir que mientras la tasa de aciertos del grupo control fuera de 7/20, la del grupo de la trituradora fuera de 12/20 y la del grupo Madoff de 15/20. No solo la gente hace trampas si no tiene control, si no que lo hace aún más si el comportamiento que observa alrededor no castiga la trampa.

Pero el grupo de investigadores tuvo la duda de si este comportamiento deleznable del grupo Madoff se debía a una simple decisión de coste beneficio ( no me pillan , por lo que me interesa mentir), o a que, dado que muchos se comportaban fraudulentamente, era socialmente aceptable comportarse así. Para ello incluyeron otros dos grupos:

  1. en uno de ellos (el grupo de la pregunta), uno de los participantes preguntaba: "profesor, entonces ¿podría decir que he respondido todas y coger todo el dinero?". A lo que éste respondía: "haz lo que quieras".
  2. En el otro, daban otra vuelta de tuerca, puesto que el que hacía las preguntas en alto, era un estudiante vestido con la camiseta de la universidad rival ( como si el que hiciera la pregunta en Barcelona llevara la camiseta del Madrid, vamos).

En el primero de estos casos la tasa de aciertos fue de 10/20 (trampas, pero menos que en el grupo de la trituradora o que el Madoff) y en el de la camiseta rival de 9/20 ( casi como el grupo control).

Los investigadores sacan dos conclusiones:

  1. la trampa es contagiosa y
  2. aumenta si se observa que el comportamiento de los demás es tramposo, especialmente si es uno de los nuestros.

Al mismo tiempo, Juan Cruz ha escrito un libro titulado CONTRA LA SINCERIDAD en el que dedica este ensayo a buscar el verdadero valor de la sinceridad, a menudo perdido entre tópicos y contradicciones.

Y dice que:  «Huyamos del sincero, desconfiemos de la honestidad de sus juicios, vivamos alerta"  y también, "Quienes van siempre con la verdad por delante son muy peligrosos".

Pero una cosa es que seamos cautos con el que nos dice que va  a ser sinceros con nosotros y el que nos hace trampas para hacernos creer lo que no es. Lo que les une es que en los dos casos hay perjudicados.

Y Sergio Minué terminaba diciendo: Tras observar la aprobación de las nuevas e imaginativas medidas del presidente del gobierno, uno comprueba una vez más que el vecino de la mesa de al lado de este experimento gigantesco que están haciendo con nosotros, hace continuamente trampas y nadie le pilla. Que lo que se quita a esos vagos perversos (trabajadores vulgares, funcionarios corruptos,  parados ociosos) se destina a tapar los agujeros de los brillantes banqueros, avispados consultores y entregados políticos. Tenía razón House, todo el mundo miente. Pero el problema es que la mentira es contagiosa.
Y es que LO VERDADERO NO ES LO QUE DICE EL EMISOR SINO LO QUE ENTIENDE EL RECEPTOR. Y hemos entendido lo que nos quería decir el Presidente cuando sin hablar de recortes, nos estaba queriendo decir que nuestro estado del bienestar estaba en peligro. Todo ello sin decirlo. La mentira es contagiosa. La verdad también.

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