Sombreros de colores

¿Qué le pasa a la sanidad catalana?

Siempre he tenido gran admiración (aunque  a veces no la entienda del todo) por la sanidad catalana, por su diversidad, su capacidad innovadora, su tolerancia en los cambios de gobierno, su calidad profesional, su apuesta por la investigación científica, el papel en salud del Ayuntamiento de Barcelona,...Pero, desde hace unos años, uno encuentra en las páginas de medios de comunicación, noticias normalmente negativas. Así aparecen los recortes del conseller con euro por receta incluído, las irregularidades de Sant Pau, el caso Innova, el troceamiento del ICS, los contratos en el Catsalut, el aumento de los servicios privados en los hospitales públicos catalanes, las órdenes de enviar desde los hospitales públicos pacientes a centros privados .....o hace unos días la privatización de una parte del emblemático Clínic ("Salud ordena al Clínic ceder parte de su actividad a un hospital privado").

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Seguramente, algunos de los escándalos planteados serán más el ruido que las nueces con el consiguiente daño para las personas afectadas, sin embargo, en todo ello, algo huele a una falta de transparencia que facilita y hasta promueve corruptelas. Estamos en un mundo donde destaca la opacidad, la información insuficiente y la poca democracia en el funcionamiento de los centros, en un entorno de superexposición y poder de las redes sociales. Vivimos en un entorno en que la información no fluye en el vacío sino en un espacio que ya está ocupado, organizado y estructurado en términos de poder por falta de democracia y participación.

Una democracia participativa y transparente

La transparencia es, sin duda, uno de los principales valores democráticos, gracias a la cual la ciudadanía puede comprender la toma de decisiones y confiar en las instituciones, pero, aunque soy un creyente acérrimo de algunas ventajas de este mundo enredado, no deberíamos dejarnos seducir por la idea de que estamos ante un mundo de información disponible, transparente y sin secretos porque, a pesar de ello, necesitamos mayor y más fácil acceso a la información.

Dice Daniel Innerarity que las principales preocupaciones que tiene hoy día la humanidad no son tanto males concretos como amenazas indeterminadas. No nos inquietan peligros visibles sino riesgos difusos, dice,  y estoy convencido que en los procesos de privatización de un porcentaje de la actividad del hospital Cínic hay una mezcla de volatilidad, debilidad de la posible protección como estado del bienestar, inestabilidad y amenaza sin control. Por tanto, el problema se agrava a medida que adquieren una creciente importancia instituciones que corresponden escasamente a criterios de legitimación democrática.

Pero aquí aparece la otra pregunta, ¿POR QUÉ FAVORECER TANTO A LA PRIVADA?

Y es que privatizar perjudica seriamente la salud, o  al menos no hay estudios ni experiencias que nos digan que estas medidas favorecen la eficiencia y la mejora de la gestión y menos aún de la salud de los ciudadanos. SI las privatizaciones inglesas solo han conducido a un mayor gato para el erario público, no creo que en el caso del Clínic y la empresa sea una mejor solución.

En resumen: si se privatiza algo (lo que no es deseable en un sistema sanitario tan bueno como el nuestro) los políticos deberían evitar y prohibir, al menos, estos sistemas de puerta giratoria y, desde luego, deberían abandonar inmediatamente sus planes privatizadores hasta que no sean capaces de darnos cuenta de cada euro público que se gestiona en algo tan crucial como la salud.

El reparto de lo público se está convirtiendo en una de las políticas actuales. Y si se pretende basar las decisiones en la mejor evidencia científica disponible, conviene resaltar la ausencia, hasta la fecha, de pruebas empíricas suficientemente sólidas respecto a la mayor eficiencia de los servicios sanitarios privados. Si las privatizaciones inglesas solo han conducido a un mayor gasto para el erario público, no creo que en el caso del Clínic y la multinacional IDC Salud, sea una buena solución. Y es que hace años que la gestión de nuestra sanidad viene siendo objeto de deseo por parte de los fondos de inversión y de capital riesgo.

Privatizar la sanidad no sólo es más caro para la Administración pública, sino que los beneficios que obtienen las empresas privadas que acaparan las concesiones de los hospitales públicos están relacionadas directamente con una peor asistencia al paciente.

Ya lo comenta Sami Naïr en su artículo "La privatización del bien común" afirmando que este proceso de privatización generalizado (imparable) de las relaciones económicas que implica la destrucción programada de los bienes comunes va a afectar principalmente a los países económicamente más débiles, pero se extenderá de forma inevitable hacia los más fuertes. La nueva sociedad que se está construyendo es la del "todo privatizado". Y el principal problema de las empresas privadas con fuerte ánimo de lucro es que tienden a la selección de riesgos: es decir, buscan "descremar" la demanda y quedarse con los casos menos graves y que se puedan resolver de forma más sencilla y con menor riesgo de efectos adversos y complicaciones", dice JR Repullo.

El catedrático y director del Máster de Evaluación Sanitaria en la Carlos III de Madrid, Félix Lobo, también denunció que la selección de riesgos es "difícil de controlar", debido a que los contratos que la Administración firma con las empresas concesionarias "no son fáciles de diseñar para que prevengan estos problemas de forma completa". Y sigue diciendo que, si se derivan pacientes a los centros 100% públicos, los hospitales privatizados tienen "el incentivo de no derivar a otros hospitales, pero sí a la atención primaria", con los consecuentes riesgos que esta práctica puede suponer en la salud de los pacientes. Además, otras formas de selección de riesgo son, "la especialización en tratamientos no complejos, la escasez de facilidades para discapacitados y la no contratación de médicos buenos en especialidades caras para que los pacientes no vayan" a tratarse de enfermedades no rentables.

La Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) también señaló que "No se dispone de evidencia que apoye las aseveraciones sobre la bondad de la privatización". Y siguen diciendo:  "Hay demasiada oscuridad en el sistema como para saber si el modelo público de gestión privada funciona o no", "No hay información suficiente sobre lo que se consigue y lo que cuesta este modelo".

Necesitamos una nueva sabiduría de los límites y una inteligencia para entenderlos, donde la sanidad tienen que encontrar su medicina.

 

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