Entre leones

Jarrones en campaña

La campaña electoral de las europeas se vio súbitamente interrumpida por el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León y del PP leonés, en plena calle. Las pesquisas policiales apuntan a una venganza, con un despido de por medio sobre una de las detenidas. Muchos comentarios en las redes sociales y en los periódicos, que hablan de ira popular y denigran a la maltrecha clase política, son para que nos lo hagamos ver como sociedad. Un puntito chungo debemos tener en el subconsciente colectivo. Por muy controvertida que fuera Carrasco, que lo era por lo visto, por muy quemado que esté el personal, nada justifica el acto de barbarie que le costó la vida.

Dicho esto, que supone por mi parte una forma de cumplir escrupulosamente con el minuto de silencio que se merece la muerte de Isabel Carrasco,  que merece cualquier muerte, destacaría de la campaña electoral las intervenciones de los jarrones chinos, como políticamente se conoce a los ex presidentes del Gobierno desde que Felipe González se sintió como uno de la dinastía Ming y lo explicó con el arte que le caracteriza. Para los restos.

El primero en comparecer en escena ha sido José Luis Rodríguez Zapatero. La cabeza de lista del PSOE está tirando de él para destacar los derechos sociales y económicos que puso en marcha durante sus dos mandatos presidenciales. Aunque Valenciano nunca fue de la cuerda de ZP, ahora comparten afición por Eduardo Madina (hombre de varios aparatos). Además, era de justicia no dejarlo apartado y aparcado, como hizo, por cierto, Pérez Rubalcaba en las elecciones legislativas de 2011. Lo bueno del ocurrente político leonés es que resulta muy disciplinado y no se sale del guión de campaña ni un milímetro. Mientras que no hable de economía, lo suyo son actuaciones muy aseadas, que no dan pero tampoco quitan. Tal como está el PSOE, una apuesta segura.

Tras Rodríguez Zapatero, compareció el jarrón chino que le queda al centro-derecha español: José María Aznar. Rebotado después de que la dirección del PP lo dejara fuera de la campaña, el cabeza de lista se inventó el bolo para hacerle un hueco. No fue un mitin pero valió para que el pequeño emperador no se saliera del tiesto. Mérito absoluto de Arias Cañete, que se llevó el discurso de Aznar firmado y dedicado como si fuera un gran trofeo. No era para menos teniendo en cuenta el peligro que tiene este patriota entre patriotas cuando se arranca por Manolo Escobar.

El tercero en darse un garbeo por la campaña ha sido el padre de todos los jarrones chinos: Felipe González. Aunque ya apareció antes en mítines de tronío junto a los primeros espadas, su irrupción estelar la hizo en La Sexta, con Ana Pastor como interlocutora. Y lo hizo para ponérselo más difícil aún a Valenciano y al PSOE. Defendió ni más ni menos que una gran coalición entre populares y socialistas para gobernar España. ¡Toma ya!

Hasta Pérez Rubalcaba, principal beneficiario de dicha deriva, tuvo que salir con carácter de urgencia a decir que mientras que él sea secretario general nanai de la China. Cuando toque, seguro que dirá todo lo contrario. Está más quemado que la pipa de un indio, pero no cabe duda de que es el mejor profesional que tiene el socialismo democrático español en activo en estos tiempos de tribulaciones.

Por su parte, Felipe, antaño patrimonio de la izquierda moderada, se ha vuelto un liberal de tomo y lomo y con esa camiseta viene jugando desde que se dejó seducir por el lado oscuro, vía Gas Natural y Slim. Pese a que está rodeado ahora de tontograndes o asimilados, no pierde la condición de encantador de serpientes que sedujo a una amplísima mayoría de la sociedad española. Aunque peca de bocazas, es de los poquitos hombres de Estado que nos queda en nómina.

Una pena que la soberbia intelectual que le acompaña le haya incrementado la miopía política de forma exponencial. Sólo así se explica que a estas alturas quiera escribir a base de macutazos el guión de futuro del PSOE. Ya debiera saber que, a partir del 25 de mayo, su partido será lo que decidan militantes y simpatizantes a través de unas primarias. No le cabe otra. Un congreso extraordinario de aparatos para recomponer la mesa camilla es tropezar de nuevo en la misma piedra. Así que si quiere seguir mandando, va a tener que presentarse a las primarias. Si las ganas, tendrá toda la legitimidad para plantear una gran coalición con el PP. ¿Se imaginan a Felipe de ministro de Asuntos Exteriores de Rajoy?

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