Entre leones

El 'cholismo' de Valenciano

Rajoy recomendó el pasado domingo a los españoles que no voten al PSOE hasta que no se regenere. ¿Cabe mayor cinismo por parte de un presidente de un partido sobre el que un juez aprecia responsabilidad penal por defraudar a Hacienda? Ahora sólo le falta defender públicamente que Hacienda somos todos en la próxima campaña de la Agencia Tributaria para parezcamos más tontos de lo que somos realmente.

Pero a nadie puede extrañarle tanta impudencia. Al PP, cuando la realidad se le vuelve en contra o no le gusta, la manipula, le da publicidad a través de la batería de medios paniaguados y le pone un lacito para regalarnos una nueva trola de la Marca España.

El último ejemplo de lo que digo es la metedura de pata de Miguel Arias Cañete. Después de un perfil bajo en el ‘cara a cara’ con Elena Valenciano, sin gafas, sin un trago de agua que llevarse a la boca y sin ser él mismo, el cabeza de lista popular perdió estrepitosamente al día siguiente el debate con un comentario tan desafortunado sobre las mujeres que Pedro Arriola debió cortarse las venas en aplicación estricta del principio de responsabilidad.

Aunque estoy convencido de que  Arias Cañete no es ni muchísimo menos como se ha retratado a sí mismo –es de derechas pero bastante razonable y con muy buen fondo-, el PP ha optado por mantenella y no enmendalla y ha sido incapaz de recomendarle que deslizara una disculpa con carita de cordero degollado. Le ha pedido que loe a todas las mujeres que pueda –preferentemente, a las del PP- y que se fotografíe entre ellas como uno más y no como el sultán de Brunei. Hasta en el bar de un AVE se retrató con una docena de chicas de despedida de soltera, que posaron encantadas por echar unas risas. Normal. Después, cuando las redes sociales escupieron la instantánea, recularon entre risas. Normal.

Pero, a fin de cuentas, lo que importa es que para la militancia popular lo de Arias Cañete ha sido un simple lapsus, y pelillos a la mar. Y, ya se sabe, la culpa de todo la tiene ZP, que dejó una herencia tan extensa que emponzoñó hasta las neuronas de Arriola y sus mariachis.

Con todo, la metedura de pata le ha venido como anillo al dedo al PSOE y a la propia Elena Valenciano, que, con un partido hecho unos zorros y la mayoría de las encuestas aliñadas en su contra, está poniéndole unas agallas de ovarios. No será la deseada Susana Díaz ni la políglota Carme Chacón, pero está disputando el partido de las europeas con mucho cholismo, algo de vergüenza torera y una pizca alcoyanismo, sin ceder ni un solo metro al desaliento. Y mira que ha tenido que echarse más de una vez cuerpo a tierra porque venían los suyos (incluido el jarrón chino). Rubalcaba le está acompañando pese a que, en su caso, no se pueda decir ni tan siquiera que es un muerto (político) que goza de buena salud. Es un buen profesional, pero está, pobre mío, para darle una placa de plata por los servicios prestados y una puerta. Y también está echando el resto Ramón Jáuregui, un primer espada, con más talla moral que ninguno, haciendo de nuevo labores de subalterno con la humildad de los magnánimos.

Una pena que Eduardo Madina, el preferido de Valenciano para las primarias, se haya cogido una baja médica en el tramo final de la campaña y no pueda estar con ella ni en la victoria ni en la derrota. A lo mejor, como Ronaldo, se recupera y comparece en el mitin de cierre de campaña. Si los médicos se lo permiten, debería dar la cara por Valenciano y demostrar de camino que no es puro suflé.

En cualquier caso, está muy mal que le quieran buscar siete pies al gato con su baja y digan por ahí que lo suyo es cangelo, que sólo vale para torear de salón, que se queda rezagado ante la música de aire y que lo que realmente  le pasa es que no quiere aparecer en la parrilla de salida de los principales damnificados.

Pero de la misma forma,  tampoco es muy presentable que la factoría de ideas, filtraciones y propaganda aledañas al vasco vaya difundiendo que Pedro Sánchez, que busca ser en las primarias (si las hay), sin montar ruido, el candidato de militantes y simpatizantes, y no el de los aparatos, haya enojado al secretario general del PSOE de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, por reunirse con su equipo en Toledo. Como si el derecho de reunión fuera potestad de los aparatos de los partidos.

Probablemente, este tipo de infundios tendría menos recorrido si al diputado madrileño le hubieran hecho un hueco similar en la campaña de las europeas al que los aparatos han otorgado al resto de aspirantes. No sólo para posicionarse de cara al futuro, que está en su derecho, como lo están Madina, López y Chacón, sino simplemente para participar en la movilización general de aúpa que necesita el PSOE para convencer al mayor número de militantes y  simpatizantes que hay que votar socialista el próximo 25 de mayo. Un cierre de filas para que, al menos, el PP acabe pidiendo perdón por el insulto a las mujeres que engendraron los expertos electorales de ‘casa Génova’, una andanada final para convencer a los suyos de que también se puede votar socialista tan ricamente, aunque sea tapándose la nariz.  ¿Quiénes mejor para devolver al redil de la ilusión a estos exiliados del PSOE que aquellos que se presentan sin cargas ni hipotecas y están dispuestos a regenerar un partido, ensimismado por sus aparatos, que se ha desconectado de la calle y de su historia?

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