Entre leones

La hija del fontanero

La presidenta de la Junta de Andalucía y secretaria general del PSOE-A, Susana Díaz, se ha enfrentado estos días a la encrucijada más difícil de su carrera política. Por un lado, destacados miembros de la vieja guardia socialista y barones territoriales le empujaban a que peleara por la secretaría general del PSOE sin abandonar la presidencia de la Junta.

Para todos ellos, la sevillana era la última bala del socialismo democrático español para intentar recuperar el terreno perdido en los últimos tres años. Y también la última oportunidad para reengancharse, para atenuar un proceso que conlleva indefectiblemente una profunda renovación de ideas y personas.

Pero no podía ser de ninguna de las maneras que quienes apostaron en el congreso de 2012 por Pérez Rubalcaba para cerrarle el paso a la renovación que representaba Carme Chacón, que quienes llevaron al PSOE al borde del abismo a golpe de ocurrencias y torpezas, aparecieran ahora como los patrocinadores de esta operación, con los señores del Ibex 35 como avalistas. Ese intento de sentarla en el primer sillón de Ferraz por la vía de la aclamación, eludiendo el escrutinio de los militantes, era un auténtico disparate en los tiempos que corren.

En la otra esquina de cuadrilátero socialista, su propio gobierno y su gente de antes, sobre todo de antes –las de ahora son harina de otro costal- le aconsejaban que continuara full-time centrada en Andalucía, que ya le llegaría el momento de dar el salto a la política nacional. Todos ellos pretendían modular la legítima ambición de Susana Díaz e inocularle sentido común en la toma de una decisión vital para ella y para su partido.

Finalmente, Susana Díaz ha optado por escuchar a los suyos y ha acertado de pleno. Por un lado, renueva su compromiso con los andaluces al centrarse en sus problemas, y por otro, se convierte, con el tarro de la credibilidad repleto, en la lideresa indiscutible del socialismo democrático español. Desde esta atalaya, ni que decir tiene que aspira a ganar las próximas elecciones andaluzas, y puede tutelar, con fuerza moral  y respeto, el importante proceso que vivirá el PSOE en los próximos meses. Por este camino, por el camino que marquen los militantes, el futuro seguirá siendo suyo cuando el calendario le acompañe.

Si hubiera elegido la otra opción, la de liarse la manta a la cabeza y obviar a los militantes con un nuevo traje a medida, posiblemente hubiera puesto en riesgo el feudo socialista de Andalucía y no hubiera podido completar la profunda renovación que necesita el PSOE. En misa y repicando, se hubiera quemado a lo bonzo en el AVE Sevilla-Madrid y viceversa, con sus patrocinadores tornándose progresivamente en cínicos detractores. "Ya lo dije yo", dirían interpretando ‘un nuevo donde dije dijo, digo Diego’.

Así las cosas, con la acertada decisión de no concurrir a las primarias, Susana Díaz se convierte en la máxima avalista de la decisión de los militantes, que, según parece, podrán elegir libremente, bajo el paraguas de un militante, un voto, entre Eduardo Madina, Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias.  Uno de los tres será el nuevo secretario general del PSOE, pero la lideresa andaluza saldrá, en cualquiera de los casos, fortalecida del congreso.

Como he repetido hasta la saciedad, en el proceso democrático abierto, en la elección del nuevo líder, está gran parte de la solución a la crisis de credibilidad que sufre el PSOE. La movilización de los militantes debe suponer un estallido de ideas, críticas, ilusiones y esperanzas que lleve a los socialistas, desde sus bases, a sintonizar de nuevo con la calle, a desterrar la corrupción de sus prácticas políticas,  a ponerse manos a la obra para construir un proyecto socioeconómico atractivo para la mayoría de los españoles.

Y que los militantes decidan quién de los tres está más capacitado para gestionar esta nueva etapa, sin dejarse influir por aquellos que ven al PSOE como una oficina del INEM, por aquellos que trabajan denodadamente para que nada cambie, por aquellos que no acaban de enterarse de que los dinosaurios se extinguieron hace millones de años.

Por cierto, estoy encantado de que Susana Díaz, en las declaraciones que realizó ayer en la Cadena SER, haya recuperado su condición de fontanera; es decir, de hija y nieta de fontaneros, de esforzada becaria criada entre grifos y fugas de agua. Con tanto peregrinaje semanasantero y rociero y tanta confidencia con los señores del Ibex 35, me tenía algo preocupado.

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