Entre leones

Los candidatos

En la Transición democrática, el militante de partido político en España era una figura decorativa, un pegacarteles, un voto casi seguro, un actor secundario, un relleno en los mítines, un paganini de cuotas...

A medida que los hábitos democráticos han ido calando en la sociedad, las fuerzas políticas, sobre todo las de izquierda –el PP tiene todavía cierta alergia-, no han tenido más remedio que darles más protagonismo. Las últimas elecciones europeas, con la irrupción de Podemos con 1,2 millones de votos, han servido para apuntalar algo que se venía barruntando en las redes sociales: la gente quiere opinar y también decidir.

Así las cosas, pese a que la vieja guardia, acostumbrada a la mesa camilla, nunca ha estado por la labor, el PSOE se ha puesto en manos de sus militantes para elegir a su nuevo secretario general. Un auténtico sacrilegio para los guardianes de la fe socialista, pero un soplo de aire fresco para una organización que empezaba a oler como en Dinamarca por una desafortunada gestión de ZP y Pérez Rubalcaba.

Por orden de aparición, cuatro son los precandidatos que ya hay en liza: José Antonio Pérez Tapias, Alberto Sotillos,  Pedro Sánchez y Eduardo Madina. Tras la criba de los avales –cada uno tendrá que aportar la firma de unos 10.000 militantes-, lo normal es que estas primarias queden reducidas a un duelo entre Sánchez y Madina.

Quizá Pérez Tapias pueda meter cabeza. No estaría mal que lo lograra. El dirigente de Izquierda Socialista es un político de una gran solidez intelectual y de una integridad personal que encaja como anillo al dedo con aquel mensaje de los 100 años de honradez. Pero lo va a tener difícil. Eso sí, muchos de sus mensajes y valores tendrán que ser asumidos por el nuevo líder si quiere reconstruir el PSOE sobre unas sólidas bases éticas.

Madina arrancó ayer en el Senado, bajo la sombra del busto de Ramón Rubial. Todo un detalle que haya hecho este guiño a la memoria del histórico dirigente socialista y presidente del PSOE con Felipe González, cuyo legado sigue vivo gracias, principalmente, a Ramón Jáuregui, el mejor y el más generoso de toda la camada de 1977 que sigue aún en activo. Es de suponer que con ello no habrá pretendido ponerle un disco dedicado a Susana Díaz, que, como parece lógico, ocupará la presidencia con él o con Sánchez.

Pero lo cierto es que el marco elegido, una Cámara en desuso, desprestigiada y susceptible más de eliminar que de reformar, no era el más adecuado para presentarse oficialmente a unas primarias del PSOE. La moqueta y los tapices no son el mejor terreno de juego para dirimir el resultado de un partido donde se la juega ante la militancia, acostumbrada a campos de batalla más pedregosos y prosaicos. Para convencerlos no le bastará con el apoyo de determinadas agrupaciones mediáticas, tendrá que bajar a la calle y mirarles a los ojos.

En cuanto al mensaje, Madina lo tenía muy elaborado y ha reclamado para España un "shock de modernidad". Fuerza moral no le falta, es buena persona y tiene experimentados escribanos. Eso sí, en algún momento tendrá que explicar a qué se ha dedicado desde 2009 hasta la fecha. Porque el vasco ha estado en la dirección del Grupo Socialista en el Congreso en plena etapa de descomposición, y también ha formado parte en las Ejecutivas Federales de Zapatero y Rubalcaba, dos de sus principales padrinos. Por ahí chirría su mensaje de cambio, renovación y modernidad. Por ahí y por su fama de blandiblue  y de zapaterista con tomate.

Pedro Sánchez, sin embargo, ha optado por una Casa del Pueblo del sur de Madrid, rodeado de militantes y sin padrinazgos. En el arranque, le ha ganado por la mano también al presentarse un día antes. Además, en esta campaña que apenas acaba de empezar, le lleva ya 30.000 kilómetros de diferencia, 30.000 kilómetros escuchando a los militantes socialistas. Una distancia de trabajo y esfuerzo muy importante a estas alturas.

En cuanto al discurso, le ha puesto cabeza y corazón y ha explicado con claridad por qué quiere ser el secretario general de un PSOE nuevo, unido y solvente: para plantear soluciones a los problemas de la gente. El sambenito de ‘hombre de Blanco’ lo ha sorteado escudándose en las numerosas etiquetas que le han puesto en estos últimos meses: el ‘tapado de Rubalcaba’, el ‘hombre del aparato’, etc. Pero no estaría mal que enviara públicamente al político gallego más allá de Ittoqqortoormiit, un impronunciable y remoto pueblo de Groelandia, para disipar dudas. Y también ha sabido jugar sus cartas con inteligencia tras anunciar Susana Díaz que no se presentaría.  Está preparado –es doctor en Económicas- y ambiciona cambiar el mundo sin empeorarlo en el intento. Pero, sobre todo, habla bien inglés -y francés-, que ya va siendo hora de que un dirigente político español de primer nivel eleve el listón después del "relaxing cup of café con leche" de Ana Botella y el acento tejano de su señor marido.

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