Entre leones

Elogio de la dimisión

Willy Meyer tiró la toalla tras enterarse de que tenía su fondo de pensiones en una Sicav radicada en Luxemburgo. Conozco al político sanluqueño desde el Jurásico y estaba convencido de que entregaría el acta sí o sí. No me decepcionó.

Después de oponerse frontalmente a esta fórmula propia de paraíso fiscal, ideada para que las grandes fortunas paguen menos impuestos  y no pongan su dinero en manos de la ingeniería financiera para que se pierda en el agujero negro de la opacidad, no le cabía otra. Aunque no había cometido ninguna ilegalidad, éticamente lo suyo era de puerta y calle.

Puede que los comunistas españoles se muestren anticuados cuando se dejan llevar por la retórica anticapitalista. Puede que resulte incomprensible en términos democráticos su apoyo a determinados regímenes bolivarianos que no respetan las libertades más elementales. Puede que su receta económica para salir de la crisis sea de Winnie the Pooh, aunque Alberto Garzón se empeñe en darle un toque académico y moderno. Puede que defiendan una revolución imposible en una sociedad que dejó de creer en ella cuando descubrió que manchaba la moqueta de sangre. Puede que no se hayan enterado de que la clase trabajadora y los desheredados no son lo que eran desde que descubrieron el Caribe. Puede que su pasado esté salpicado de episodios estalinistas infames. Puede que estén equivocados y trasnochados en muchos de sus planteamientos. Puede que con Podemos haciéndole la competencia vayan a menos en los próximos años.

Pero, en un país con una clase política compuesta mayoritariamente por golfos, mangantes, incompetentes, paniaguados y cómplices, sobre todo por cómplices activos y silenciosos, los comunistas siguen siendo los abanderados de la honradez Esa es su enseña más preciada, bordada durante 40 años de tenaz oposición al franquismo, durante 40 años de derrotas, persecuciones y cárceles hasta el extermino. Allí, en esa trinchera de sufrimiento y esperanza, sobrevivieron y se labraron los principios que han llevado a Meyer a entregar su acta de europarlamentario sin dudarlo. Ha dimitido por coherencia, con un toque de humildad, pero sobre todo por cumplir con la memoria y el legado de quienes entregaron hasta su vida por una España más decente.

Un caso diferente es el de Magdalena Álvarez, ex ministra de Fomento y ex consejera de Economía y Hacienda de la Junta de Andalucía. Pero no es menos digna de elogio su dimisión como vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI).

Es verdad que debió dimitir cuando la Audiencia Provincial de Sevilla ratificó  una imputación por los casos de los ERE que con tanto ahínco persiguió la jueza Alaya. Pero no es menos cierto que este empuramiento judicial deja mucho que desear. ¿Desde cuándo el legislador es el responsable de la vulneración de lo legislado sin haber tenido arte ni parte? ¿Gestionó directamente Álvarez esos fondos o fueron otros? En fin, la puerta abierta por la jueza sevillana no se sostiene, y el tiempo pondrá, posiblemente tarde y mal, a cada uno en su sitio.

Pero  Álvarez dimitió de su cargo por la presión ejercida por el Gobierno del PP para ‘quítate tú de ahí para poner yo a uno de los míos’. O eso denunció públicamente. Le creo. Los populares son muy dados en ver la paja en el ojo ajeno y no apreciar la viga en el propio. Se escandalizan y se rasgan las vestiduras cuando los escándalos tienen actores de otros partidos, y se ponen de perfil cuando el elenco de sinvergüenzas es de su cofradía. Y resultan implacables en el uso y abuso de la Benemérita como guardia pretoriana.

Además, a Magdalena, bautizada como Maleni en los Madriles con ánimo de ofenderla, se la tenían jurada desde hacía mucho tiempo. Desde que aterrizó en el Ministerio de Fomento, la malagueña  sufrió numerosas campañas de acoso y derribo –algunas alimentadas por sus propias torpezas- por una derecha que llegó incluso a ridiculizarla por su acento marcadamente andaluz. Una parte del nacionalismo catalán también bebió de esa misma fuente.

Aguantó ‘antes partía que doblá’ hasta que Pepiño Blanco se la llevó por delante. El gallego se cobró su lealtad a ZP con el Ministerio de Fomento, un carguito que ambicionaba desde siempre. ¡Vete tú a saber para qué! Un elemento el gachó,  como para que te avale.

En fin, Meyer y Magdalena, tan distintos y tan distantes, merecen un cierto respeto a mi modo de ver por haberse marchando, por haber dimitido, por haber conjugado en primera persona del presente un verbo que en España se usa poco y con faltas de ortografía.

 

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