Entre leones

69 formas de bombardear Podemos

Hace unas semanas pedí en mi artículo Pueden y quieren un poquito de por favor para Podemos tras lograr en las elecciones europeas 1,2 millones de votos. Las críticas a bote pronto de dirigentes políticos de alta cama y baja cuna me parecieron precipitadas e  irrespetuosas con el dictado de las urnas, con la voluntad popular expresada libremente. La democracia, sabe usted, tiene esas cosas: la gente vota y a veces no nos gusta lo que vota.  Ya nadie se acuerda, por ejemplo, de que Felipe González salvó los muebles del PSOE en las elecciones legislativas 1993 con Garzón y aquello de "yo voto a quien me da la gana" en plena etapa de corrupción socialista y conspiración popular. Pues eso, que la tropa sigue votando a quien le da la gana, coño.

La posterior campaña contra Pablo Iglesias, a quien ya han colocado el cartel de ‘proetarra’ hurgando en su pasado, a quien han puesto a caer de un burro por excederse unos segundos en el Parlamento Europeo defendiendo la Europa de los ciudadanos y la Europa del Sur, me han hecho ver que el sistema –las castas, como dicen los podemos- va por ellos sin compasión.

En un ejercicio de cinismo, me sumo entusiastamente a esta campaña de matar mosca a cañonazos proponiendo una retahíla de 69 formas de bombardear Podemos y aniquilarlo sin causar muchos daños colaterales.

Por ejemplo, no estaría mal que, en una estrategia maquiavélica de cojones, Esperanza Aguirre le declara su amor de antes de la Guerra a Pablo Iglesias en uno de sus ladrillos de los lunes. El efecto de este amor otoñal de la lideresa sería demoledor y llevaría a las bases podemos a cuestionar hasta el sex appeal de la coleta de su líder.

También se les podría arrasar por sorpresa utilizando al ministro de Defensa, Pedro Morenés. Se lo imaginan suscribiendo íntegramente, con puntos, comas y faltas de ortografía, el programa de Podemos sobre la industria armamentística española y sus exportaciones. Hasta ‘el no a la guerra’ decaería ante tamaño caudal de pólvora, metralla, intereses y divisas en la frontera entre lo público y lo privado. Y me llevo 33.

Tampoco estaría mal que Rajoy, visto que el PSOE no da para mucho, eligiera  a Podemos como pareja de baile preferente para suscribir un gran pacto nacional contra la corrupción. Eso sí, salvando en la letra pequeña los sobresueldos y las cuentas en Suiza, que siempre ha habido clases. La propuesta en sí sembraría serias dudas sobre la cuadratura del círculo salarial de los europarlamentarios podemos y sobre su decisión de tributar en España, sita al sur de Luxemburgo. Un auténtico desastre químico de principios y de finales de mes.

O que Margallo les tendiera un puente para hablar en privado de cómo arreglar lo de Cataluña en un intento por hacerles copartícipes de su desprestigio como ministro de Exteriores del asunto catalán. Un arma de soberbia y de destrucción masiva clavada en el corazón de Podemos con saña africanista.

O que Edu Madina, inmerso en su particular shock de modernidad, le diera por montar un show proponiendo en plenas primarias socialistas la refundación del PSOE en el seno de Podemos, la casa común de la izquierda. Provocaría una auténtica desbandada de podemos, que acabarían buscando refugio en las acampadas del 15-M para recuperar el sentido de la realidad y el compromiso.  Y si ZP se posa también en el Olivo cuan mochuelo tras su gira humanitaria por Guinea Ecuatorial junto a Bono y Moratinos –manda cojones-, pues para tirarse por los bloques, como proponen en Cádiz, Cádiz ante casos muy desesperados y de poca vergüenza. Un tsunami en toda regla contra el anticastismo de  los podemos.

Sería también tremendamente efectivo que Rosa Díez les vendiera a precio de mercadillo la fórmula mágica de UPyD para pescar votos a diestra y siniestra sin beber de las fuentes del populismo ni caer en el oportunismo, por supuesto. De comprarla, Iglesias, ya con un toque totalmente fashion, espantaría a los suyos, que, en este caso, optarían seguramente por seguir los consejos suicidas del revendo Jim Jones para superar la pesadilla que supone soñar a su líder con la coleta pintada de verde fucsia y una pluma de avestruz como remate. Un estropicio del copón que dejaría a Podemos en pelota picada.

Pero quizás lo más efectivo para acabar con Pablo Iglesias y los suyos sea meterlos a todos en un crucero asambleario rumbo al Caribe y lanzarles una bomba atómica o dos por la espalda en pleno Triángulo de las Bermudas. Muerto el perro, muerta la rabia. Si protestan las organizaciones humanitarias por este holocausto político, se echa la culpa a esos marcianos verdes de Iker Jiménez, que, como es bien sabido, tienen muy mala hostia y se mueven como pez en el agua en estas zonas del mundo.

En fin, así hasta 69, que es un numerito mágico que sólo conocemos y manejamos los auténticos profesionales de la difamación.

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