Entre leones

Y en eso, Pedro

Y en eso, Pedro

Como cualquier analista de medio pelo habría previsto, Pedro Sánchez ganó las primarias del PSOE y se convertirá a finales de julio, en un congreso extraordinario, en el próximo secretario general de los socialistas españoles. El 65% de los casi 200.000 militantes socialistas acudieron a las urnas y le dieron un respaldo del 49%. Por detrás quedaron Eduardo Madina, a 12 puntos, y José Antonio Pérez Tapias, a 34. Una victoria sin paliativos, un triunfo con un claro aval de una militancia que votó incluso más que cuando Borrell le ganó a Almunia en 1998.

Sin embargo, pese a que los resultados son los que son, desde las filas mediáticas afines a Madina, que han sudado la camiseta como burdos acólitos durante casi toda la campaña, ya se le empiezan a poner peros al triunfo del madrileño. Así las cosas, podemos leer, por ejemplo, que Sánchez Castejón llegará a la secretaría general con el estigma de los aparatos al haber ganado en doce de las comunidades autónomas. Como ya apunté cuando el proceso de avales, las cinco federaciones que han apoyado a Madina no deben tener aparato. Allí, el vasco ha recibido el respaldo libre y espontáneo de la militancia. Una broma, en el mejor de los casos.

Tampoco faltará, a poco que le toquen las palmas, quien defienda públicamente que la culpa del chahachá electoral lo tiene Andalucía, que ha votado masivamente a Sánchez Castejón por pura vendetta de la lideresa andaluza, que se rebotó ante un Madina heroico que abortó la aclamación que pedía Susana Díaz para hacerse cargo del PSOE.

De poco o nada servirá que la organización socialista andaluza haya hecho los deberes mejor que nadie desde el advenimiento de la chica de Triana, de poco o nada valdrá que haya salvado los muebles del PSOE en las pasadas elecciones europeas. En este Madrid, rompeolas de todas las Españas, cuando la evidencia no les gusta la cambian por una sarta de mentiras envueltas en papel de periódico.

Es verdad que Pedro Sánchez va a ser secretario general del PSOE por una carambola. Posiblemente, si Susana Díaz hubiera decidido presentarse, no hubiera tenido ninguna opción; ni siquiera lo hubiera intentado. Pero no es menos cierto que, antes de presentarse a las primarias, cuando su equipo eran él y tres más, el madrileño recorrió más de 30.000 kilómetros pulsando a la militancia por toda España  y se olvidó de la opinión publicada.

Eran aquellos días no tan lejanos en los que el madrileño, ninguneado por el aparato de Ferraz, tenía que buscarse la vida literalmente para participar en la campaña de las europeas en plazas de tercera fila. Mientras tanto, Madina disfrutaba de una programación a la carta diseñada por un aparato que, como es sabido, no es tal.  Hasta se le  descolgó del mitin de cierre de campaña de su principal mentora, Elena Valenciano, por unos socorridos problemas de salud, cuando las europeas apuntaban a nuevo desastre electoral.

En esas carreteras de Dios, con Ferraz apostando descaradamente por Madina, Pedro Sánchez se ganó el derecho a la carambola, se hizo merecedor de participar la secretaría general del PSOE y ganarla. La ambición por cambiar el PSOE y España y la seguridad en sí mismo son otras de las claves de su éxito.

Ahora, sin embargo, tiene varias tareas por delante. La primera de todas pasa por pulirse algo más en torno a un discurso más fresco y audaz. La segunda tiene que ver con la necesidad de lograr la unidad de un partido que, a su vez, tiene la urgente necesidad de cambiar proyectos y personas de forma radical. Robespierre, un tipo muy interesante para este tipo de coyunturas. Y la tercera pasa por convencer a los españoles de que pueden volver a confiar en el PSOE.

Detrás de la mata, refugiados en conciliábulos capitalinos muy dados a dosieres de destrucción masiva, escondidos en corrillos de mesa y mantel y cobijados en medios que apostaron y perdieron con el solo coste de una nueva pérdida de credibilidad, encontrará una feroz resistencia. El objetivo no es otro que, con las municipales como primer reto, dure lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio.

Frente a ellos, tan volubles y tan inconsistentes, Pedro Sánchez tiene que sobrevivirles esgrimiendo los 62.411 votos logrados, el aval de una militancia que ha puesto a cada uno en su sitio.

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