Entre leones

Un proceso imparable

Por mucho que duela, que duele a todos aquellos que queremos que Cataluña siga formando parte de España, la última Diada ha sido todo un éxito para los independentistas. La V gigante soberanista de Barcelona resultó demoledora, ya fueran 480.000, 520.000 ó 1,8 millones los catalanes que salieron a la calle de la mano de la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural para dibujarla en el asfalto barcelonés.

Aunque representan el sentir de la mayoría de los españoles, los 3.500 ó 7.000 catalanes que congregó en Tarragona la Societat Civil Catalana en el acto antisoberanista no dejó de ser una gota de agua en el océano independentista catalán.

Lo peor de todo es que la inmensa mayoría de los catalanes que participó en el acto de Barcelona no pedía sólo el derecho a decidir sino que exigía mucho más. Aunque el lema principal era "9-N Votaremos, ganaremos", las ingentes masas ciudadanas de amarillo y rojo reclamaron la independencia directamente.

En la manifestación de Barcelona también quedó de nuevo claro el liderazgo que ejercen las organizaciones convocantes en este proceso soberanista, sobre todo la ANC. Están por encima incluso del propio president de la Generalitat, Artur Mas, y de los partidos políticos -CiU, ERC,  ICV y la CUP- y principales sindicatos –CCOO y UGT- que secundaron la convocatoria.

Gracias a este papel principal, la presidente de la ANC, Carme Forcadell, cerró su intervención  en Barcelona con una exigencia a Mas tan contundente como clara: "Presidente, ponga las urnas".

La debilidad política de CiU, herido de muerte por el ‘caso Pujol’, ha dejado a Mas sumido en el mayor de los descréditos y aferrado al 9N como única tabla de salvación.  Y el PSC, alternativa a los convergentes durante toda la Transición democrática, sufre una fractura interna irreversible de la que tardará muchos años en recuperarse.

Como única fuerza política con una mínima fortaleza electoral  ha quedado ERC, un partido independentista por encima de todo. Pero ni tan siquiera el líder de los republicanos, Oriol Junqueras, podría postularse hoy por hoy como interlocutor válido para buscar una salida al actual callejón sin salida. Además de su imposibilidad institucional, no aceptaría por motivos ideológicos ninguna negociación que no desembocara en el derecho a decidir el 9-N y en la independencia.

Por tanto, el poder de interlocución no reside ahora mismo ni en Mas, achicharrado políticamente, ni en Junqueras, incapacitado ideológica e institucionalmente; está concentrado en la Asamblea Nacional Catalana, una ONG que tiene como único objetivo lograr la independencia de Cataluña y que no puede ni quiere negociar una alternativa al referéndum del 9-N.

Mas puede ser el principal responsable de esta peligrosa deriva de Cataluña. Pero el Gobierno de Rajoy también tiene mucha culpa –y de ZP abriendo la caja de Pandora-. La elección del ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, para pilotar esta crisis interna fue un grave error, por mucha amistad que tuviera con Josep Antoni Duran i Lleida, líder de Uniò e ideólogo de la tercera vía.

La estrategia de desgaste, con una presión mediática que se instaló en el insulto a todo lo catalán y en sacar todos los trapos sucios posibles, sólo sirvió para aumentar la brecha soberanista. Ni siquiera el escándalo Pujol la ha mermado por mucho que haya afectado a la credibilidad electoral de CIU, que ha recibido un bajonazo que lo sitúa con tan sólo el 20% del respaldo electoral según los últimos sondeos. El fraude continuado del otrora muy honorable fortalecerá a ERC, que acapara cada vez más el voto soberanista.

Desde que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, se ha hecho cargo de la crisis, se ha aparcado la soberbia de la primera etapa, se ha devuelto al redil a parte de la jauría mediática y se ha alternado la respuesta ‘Ley y Constitución’ con una política de gestos que busca subrayar lo que nos une a españoles y catalanes en todos los ámbitos.

La exposición de Miró que inauguró en Viena la vicepresidenta es un buen botón de muestra de que hay otras formas de combatir la Diada soberanista. Y tampoco estuvo mal la intervención de Rajoy en la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) por su recorrido solidario.

Pero el Gobierno ha reaccionado demasiado tarde, y sólo le queda ya perfilar aún más las medidas que tiene previstas para impedir el referéndum del 9-N. Me temo mucho que sólo servirán para tapar con las manos la grieta abierta en el dique de la unidad de España, para aplazar por algún tiempo una independencia dolorosa pero imparable en términos democráticos.

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