Entre leones

Tiempo al tiempo

Tengo que reconocer que el presidente de Extremadura, José Antonio Monago, era uno de los pocos políticos del PP que me merecía algo de crédito, sobre todo a raíz de que se opusiera a la reforma del aborto que pretendía sacar adelante el ya ex ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, y tras exigir a la dirección de partido una mayor contundencia contra los corruptos.

El centrismo del que ha hecho gala durante sus tres años largos de mandato quizás fuera provocado por la necesidad de mantener el apoyo de los tres diputados de IU o quizás fuera fruto de unas convicciones políticas templadas en una comunidad claramente de centro-izquierda.

El caso es que, por momentos, ha parecido una especie de verso suelto en un partido que, con Rajoy al mando, se ha pasado casi toda la legislatura exhibiendo una incapacidad manifiesta para el diálogo con una gran parte de la sociedad española y se ha centrado gran parte de ella en contentar a su electorado más extremo.

Sin embargo, Monago se ha caído con todo el equipo después de cargar 32 viajes privados a Canarias a las cuentas del Senado. Primero dijo que la información publicada era falsa, que él siempre había pagado de su bolsillo los viajes privados, y después anunció que devolvería los 10.000 euros que costaron los billetes.

Lo peor de todo es que esta marcha atrás, que vino a confirmar que mintió como un bellaco en su primera comparecencia, mereció una cerrada ovación de su partido, en unas Jornadas de buenas prácticas de los gobiernos autonómicos celebradas en Cáceres. Hasta el mismísimo Rajoy le apoyó públicamente.

El morbo añadido de que Monago viajara a Canarias para ver a una novieta de espectaculares medidas me importa un pepino. Si hubiera viajado para ver a su abuelita enferma, me hubiera parecido igual de impresentable.

Que un diputado o un senador gaste dinero público en viajar por España, ya sea en su actividad parlamentaria o incluso en la partidista, me parece normal. Pero que lo haga por asuntos personales, es una malversación de caudales públicos como la copa de un pino.

En cualquier democracia medianamente asentada, Monago hubiera dimitido hace tiempo por pura vergüenza torera. Como, por cierto, han hecho varios de sus compañeros –incluido el último noviete de la susodicha- en el preciso momento que estalló el escándalo.

Sin embargo, el actual presidente de Extremadura, después de comprometerse a comparecer ante el Parlamento de su comunidad para dar explicaciones sobre el affaire, ha decidido atrincherarse a la espera de que escampe.

Precisamente, para ganar tiempo al tiempo, su número dos en el Gobierno, Cristina Teniente, pidió prudencia ante "informaciones periodísticas no contrastadas". "Se basa en unos datos que no están contrastados, no hay información oficial todavía", echó balones fuera.

En fin, ya lo dijo Camilo José Cela, "en España que el que resiste, gana", y en esas está Monago en estos momentos: intentando creerse que forma parte del selecto club de cadáveres políticos que gozan de muy buena salud.

Pero lo va a tener difícil. No ya por la ofensiva de la oposición, que lo normal es que le fuerce a someterse a una cuestión de confianza, si no logra antes arrancarle la dimisión.

Lo va a tener imposible porque el PP, acuciado por los últimos escándalos, necesita despejarle el camino todo lo posible a Rajoy, que comparecerá el próximo 27 de noviembre en el Congreso de los Diputados para defender un paquete de medidas contra la corrupción que pare la sangría de votos que está sufriendo su partido.

Con Monago sentado aún en la presidencia de Extremadura por la incapacidad de Rajoy para ponerlo de patitas en la calle, el líder del PP tendría imposible hacer creíble el Régimen de Altos Cargos, que obligará a estos a "rendir cuentas mucho más exigentes ante los órganos fiscalizadores y ante el Parlamento".

Aunque con el presidente del Gobierno nunca se sabe. Igual nos sorprende a todos utilizando al mismísimo Cervantes, en boca de Cela, para convencernos de que su inacción política tiene unas sólidas raíces literarias: "Se dará tiempo al tiempo -pensaba y escribía Cervantes en La gitanilla-, que suele ser dulce salida a muchas amargas dificultades". Y en Las dos doncellas: "Dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro en dar y hallar remedio". Y en el Quijote: "Dejando al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y de otras mayores dificultades"". En fin, paciencia.

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