Entre leones

Ocho uvas de más

Cuando Ana Mato calificó a los niños andaluces de "prácticamente analfabetos" no dudé en ponerle un par de banderillas dialécticas. Teniendo en cuenta que la buena señora no sabe muy bien ni de quién son los coches que guarda en su garaje familiar, no la veía yo muy competente para evaluar algo tan sumamente complejo como el nivel académico de los escolares de Andalucía.

Años después Rajoy la nombró ministra de Sanidad, y hace poco ha tenido que dimitir por quedar fehacientemente demostrado que su intelecto sí daba para enterarse de la propiedad de su parque automovilístico.

También le di un rejonazo periodístico al líder de Uniò, Josep Antoni Duran i Lleida, cuando sugirió que los andaluces nos pasamos el día en el bar del pueblo con el dinero del PER, que, por supuesto, salía de los excesivos tributos que pagaban los catalanes.

Tenieno en cuenta que estamos ante uno de los políticos más vagos que todavía sigue en activo, pues tampoco me parecía que Duran fuera el más indicado para dar lecciones de esfuerzo a nadie.

Pero sobre todo me sentó como un tiro que estuviera absolutamente convencido que semejante sandez le podía reportar réditos electorales en Cataluña.

Ahora, con sus socios de Convergencia embarcados hasta las trancas en el secesionismo, aparece como el defensor del consenso y la tercera vía para mantener la unidad de España, incluidos los bares andaluces con su clientela dentro, claro.

Cuento esto, porque somos muchos los que desde hace demasiado tiempo luchamos contra los sambenitos que la España de pandereta le dejó en herencia a Andalucía. Vagos, indolentes, ineficaces, malhablados, graciosos, chapuceros, despilfarradores, parásitos, etc. Sin cruzar la delgada línea del victimismo, que sólo sirve para que te digan eso de 'quien se pica, ajos come', planto cara a todos los que nos insultan con esos calificativos y otros muchos.

Y lo hago defendiendo que otra Andalucía, alejada de la fiesta, el chiste y la siesta, es posible. La historia de nuestra tierra está repleta de ejemplos de que esa deriva es muy parcial y anecdótica, de que en nuestro ADN impera más el talento y el esfuerzo que esos comportamientos chirigoteros.

Con estos valores y sin una pizca de cachondeo, Andalucía salió de la situación de subdesarrollo en la que la sumergieron durante el largo invierno del franquismo, que le adjudicó directamente el papel de pandereta y nos vistió a los andaluces de faralaes hasta en Villar del Río, en la andaluza sierra de Madrid.

Pero transmitir que otra Andalucía es posible no es nada fácil. A los ataques  constantes desde el exterior hay que sumar a veces las propias puñetas que nos hacemos nosotros mismos.

La retransmisión de las uvas de Nochevieja es un botón de muestra de cómo tiramos piedras contra nuestro propio tejado. Más allá del error de meter publicidad tras la segunda uva y devolver la conexión tras la décima, que merece todas las dimisiones que hagan falta y algunas más, lo absolutamente imprensentable es el gasto añadido que supone hacer la retransmisión desde Almería.

Esta turné de Nochevieja por provincias en estos años de crisis no tiene ninguna justificación, sobre todo cuando la televisión pública andaluza, Canal Sur, no está para tirar muchos cohetes y sigue retrasando un ajuste de personal que parece inevitable.

El mensaje institucional de la presidenta de la Junta, Susana Díaz, desde Almería -provincia que, por cierto, vota mayoritariamente al PP-, tampoco  justifica el despliegue. En fin, lo que mal empieza, acaba con ocho uvas menos, ¿no? Solo faltaron los del Río cantando 'Sevilla tiene un color especial' y dando palmas en una calesa.

De la misma forma, resulta inexplicable que el Ayuntamiento de Jerez, que cumple a duras penas con el pago a sus trabajadores, gaste el escaso dinero público que maneja en el primer anuncio del año de Canal Sur. Electoralismo puro y duro como el anterior, pero con la coartada de las motos.

Pero aunque la broma de las uvas es demoledora para la imagen de Andalucía, que peca de chapucera, lo que realmente nos tiene atrapados en la leyenda negra es un paro que en muchos pueblos andaluces roza el 50%. En los hogares de esos parados no echaron de menos las ocho uvas, sobraron incluso cuatro. 

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