Entre leones

Lencería fina

A medida que uno se va haciendo mayor, la festividad de los Reyes Magos se convierte en un auténtico engorro. No se acierta ni con un buen libro. Mi madre, cuando sus hijos –todos varones- alcanzamos la mayoría de edad, dejó de complicarse la vida y se especializó ad eternum en lencería, con una predilección enfermiza por los calzoncillos, los calcetines y las camisetas.

Era muy previsible, pero todos poníamos cara de sorpresa e incluso celebrábamos las reiteradas prendas. Conmemorábamos así con la ilusión impostada de unos infantes este peculiar día de la marmota en la festividad de los Reyes Magos.

Bueno, también con un toque de cachondeo en el jolgorio. Pero mi madre nunca lo percibió y si lo hizo, nunca dio la mínima señal de enojo. Para ella debía resultar impensable un gesto de desaprobación de sus queridos hijos ante tal derroche de lencería fina.

La ministra de Empleo, Fátima Báñez, que es como una madre para todos los trabajadores españoles, no nos ha regalado lencería. Nos ha traído 417.574 empleos y un descenso del paro en 253.627 personas en las Oficinas de los Servicios Públicos de Empleo cosechados durante 2014.

En el envoltorio de papel prensa, un tarjetón del Gobierno de España rezaba en el arranque del publirreportaje: "Por primera vez desde hace más de siete años se crea empleo en España".

Tras leerlo de carrerilla, pensé: joder, por fin, una buena noticia sobre las cosas del comer.

Pero tras una lectura más pausada, comprendí que la buena nueva en plena festividad de los Reyes Magos tenía trampa y cartón.

De entrada, detrás de los 79.463 afiliados medios más en diciembre se esconde un reparto de cada empleo entre varios trabajadores por el uso y abuso de los contratos por horas si lo comparamos con los 64.405 nuevos parados.

En este chute de brotes verdes con profundas raíces, Báñez y sus mariachis pasan por alto detallar el efecto recaudatorio de los 417.574 empleos, que, por ende, determina la sustancia de los mismos. Pero han debido decidir que tanta transparencia puede resultar contraproducente y puede llevarnos a un punto filipino colectivo de inspiración anarcosindicalista.

Esta deriva, que se consagró en la reforma laboral que acometió el Gobierno del PP para salvar a España de los españoles, parte del convencimiento neoliberal de que el trabajo es un bien escaso que hay que repartir y punto pelota. A mí me lo detalló como un escenario de futuro hace ya muchos años en Estrasburgo un ex ministro de Trabajo muy reputado.

Al reparto del trabajo, por horas principalmente, hay que sumar el tajo salarial, que en estos años de crisis se ha situado en torno al 20%.

Así las cosas, un 34% de los 17 millones de currantes con papeles no llega ni a los 650 euros mensuales con doce pagas y casi un 50% está por debajo de los 1.000 euros. En la España actual, el mileurista, antaño un tieso en toda regla, es casi de la cofradía del taco.

Si metemos todos estos detalles y algunos más que no aparecen en el publirreportaje del Gobierno del PP en una coctelera, llegamos a conclusión de que los Reyes Magos de Báñez no son tan generosos como nos indican los titulares de la mayoría de los periódicos, que minimizan la precariedad, los salarios de mierda, la baja cobertura de protección y la falta escandalosa de nuevos nichos de empleo, de esos que tienen de verdad valor añadido.

Y, sobre todo, no recogen el declive de las clases medias y el advenimiento de una nueva clase social, la de los pobres con empleo, que esconden las cifras macroeconómicas con las que el Gobierno saca pecho de lata.

En fin, a la luz del abismo con la economía real, la propia ministra más que madre es un poquillo madrastra. Menos mal que a falta de pan, buenas son las tortas, y los hijos de las clases medias hemos recibido puntualmente un año más el incienso, el oro y la mirra de lencería fina de nuestras verdaderas madres, mitad reinas, mitad magas, con un toque de calma chicha.

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