Entre leones

Casa o casta

Lo de Podemos e IU se parece cada vez más a un lío en 3D. Sinceramente, me cuesta mucho desentrañar qué está pasando en la sala de máquinas de estas dos formaciones políticas condenadas a fusionarse de cara a las elecciones legislativas de 2015.

IU tiene la oportunidad de lograr el sorpasso que con tanto ahínco persiguió Julio Anguita cuando lideró la coalición en Andalucía y en España. Y Podemos necesita estructura filocomunista que evite que la aventura política de Iglesias, Errejón y Monedero se convierta en el ejército de Pancho Villa.

A tenor de la mayoría de los sondeos, la operación resulta comprensible y beneficiosa para ambas partes si la ejecutan bien.

Sin embargo, algunos pasos dados hasta ahora indican que esa confluencia, que debería ser pactada sobre un programa, pasa por la demolición de IU para que Podemos se quede con los escombros. Esto es un disparate que acabará perjudicando el acuerdo a mitad de camino que necesita este importante movimiento de reorganización de la izquierda.

Los movimientos de dinamitero del candidato a la presidencia del Gobierno, el malagueño Alberto Garzón, no dejan dudas de que la estrategia de una parte de los altos cargos de la coalición pasa por cargarse el chiringuito de IU sin más.

La recogida de velas que ha protagonizado públicamente días atrás Garzón, jurando en arameo lealtad a IU, suena algo impostada y no hace sino confirmar que los tiros siguen yendo en la misma dirección.

El mayor damnificado de este lío es IU de Andalucía, que, con Antonio Maíllo a la cabeza, tenía serias opciones de rentabilizar en las elecciones autonómicas del próximo 22 de marzo lo poco o mucho de izquierdas que ha ejecutado el Gobierno de coalición en los tres años que ha durado esta legislatura.

Con Susana Díaz pescando en caladeros más centristas y españolistas para mermar a Moreno Bonilla, Maíllo, que es un candidato sólido, tenía una pequeña autopista electoral por la izquierda.

Ahora, tras los movimientos de Garzón, propios de un elefante en una cacharrería, muchos votantes de IU llegarán a los comicios andaluces sin saber muy bien si hay que votar a Maíllo o a Teresa Rodríguez, la valiente candidata de Podemos.

Por cierto, se puede estar de acuerdo o no con muchas de las propuestas de Rodríguez, pero nadie le podrá reprochar que esté embarcada en dar el gato por liebre que Iglesias y compañía están ofreciendo con el reajuste de su programa electoral.

En definitiva, muchos militantes y simpatizantes de IU llegarán sin saber si el proceso de confluencia empieza el 22 de marzo, sin saber si ese día toca demolición o si hay que fortalecer a la coalición para que pueda pactar con Podemos más adelante en cierta igualdad de condiciones.

Al desbarajuste que ha provocado Garzón, hay que sumar la patochada de Tania Sánchez en Madrid.

Ya su propia elección como candidata de IU a la presidencia de la Comunidad de Madrid era casi freudiana. Pero su salida de la coalición para montar una nueva formación en aras de un "frente popular" es un acto de demolición de IU en Madrid en toda regla.

Que los portavoces de IU en el Ayuntamiento y la Comunidad, Pérez y Gordo, son corresponsables políticos de la broma de las tarjetas black de Caja Madrid, de eso caben pocas dudas. Quizás deberían estar ya de patitas en la calle en vez de estar sujetos a un expediente sine die.

Pero tampoco es muy de recibo que Tania Sánchez sea la ideóloga de las medidas ejemplares de esta crisis madrileña. Lo suyo en Rivas-Vaciamadrid, con un tufillo a nepotismo indiscutible, cuando menos, le debería haber llevado a la conclusión de que debe hasta callarse.

Es verdad que en su caso hay mucho de cacería política, al igual que les ha ocurrido a Iglesias y Errejón –lo de Monedero tiene más miga- con los escándalos enlatados que vienen sufriendo por haberse convertido en "asuntos de Estado" –y no hace falta que diga más quién está detrás -.

Pero no es menos cierto que cuando te cogen con el carrito de los helados, en ese necesario escrutinio que necesitan todos los aspirantes a manejar dineros públicos, las únicas opciones posibles son casa o casta.

Willy Meyer, europarlamentario de IU, eligió su casa sin titubear cuando se vio salpicado por los planes de pensiones del Parlamento Europeo domiciliados en una sicav en Luxemburgo. Y eso le salvó y le honró. No se ocultó tras proclamas infantiles, al estilo de las de Ruiz-Mateos contra Boyer, ni se inventó un partido político para salirse por la tangente.

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