Entre leones

Los espeleólogos no cotizan en el Ibex 35

Dos de los tres espeleólogos andaluces accidentados entre Marrakech y Uarzazate, en el sur de Marruecos, han fallecido tras cuatro días esperando el rescate y seis y medio en el barranco.

En este fatídico periodo, las autoridades marroquíes rechazaron reiteradamente la ayuda española. La Federación Andaluza de Espeleología había coordinado un grupo de 16 especialistas desde el viernes, y el Gobierno español tenía preparado desde el aviso un avión, dispuesto a volar a Rabat, con un dispositivo formado por expertos de la Guardia Civil y la Policía Nacional.

El Gobierno marroquí solo autorizó el aterrizaje del avión español el domingo. Cuatro guardias civiles del equipo de montaña y tres agentes del Grupo Especial de Operaciones (GEO) aterrizaron a las 17,00 horas en Rabat.

Horas después se conocía la muerte del segundo espeleólogo. Los agentes españoles apenas si pudieron colaborar con la Gendarmería marroquí en el rescate del tercero, que, finalmente, salvó la vida a duras penas.

Ni que decir tiene que la muerte de estos dos espeleólogos tiene mucho que ver con las dificultades del rescate. El acceso al Cañón del Uandras, de ocho kilómetros de longitud y un desnivel de 700 metros, no era tarea fácil, sobre todo para una Gendarmería marroquí que no contaba con los medios humanos y materiales para lograrlo con la rapidez que aconsejan estos accidentes.

En este sentido, puestos a buscar responsables, parece evidente que la Gendarmería no calibró bien el rescate: no supo ni quiso reconocer que no podía realizarlo con prontitud. Y el Gobierno marroquí erró al rechazar la colaboración española.

Pero no es menos cierto que el Gobierno español, a través de Exteriores e Interior, debió poner toda la carne en el asador para convencerlos de que la ayuda española era vital para salvar la vida de los espeleólogos andaluces.

Si el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, por su sobreactuación -un nuevo desbarre- en el episodio de ZP en la foro de Crans Montana, que abrió una pequeña crisis diplomática con Marruecos, no era el interlocutor ideal, el Gobierno español debió buscar otros para conseguir cuanto antes la autorización.

Y no apunto hacia el titular de Interior, Jorge Fernández Díaz, que tampoco era el ideal tras el roce policial habido en la operación antiyihadista de Agadir.

Me refiero directamente a Rajoy y al propio Rey de España, que, sin ningún género de dudas, hubieran podido conseguir la autorización llamando directamente al Rey de Marruecos. No solo hay que llamar para incrementar las relaciones comerciales, ¿no?

Y si ellos no pudieron ni quisieron, ¿por qué no recurrieron a los ex presidentes Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero? Es evidente que los socialistas tienen mejor cartel en Marruecos que Aznar y que el propio Rajoy, ¿no?

Y, si me apuran, hasta la propia presidenta andaluza, Susana Díaz, que medio adelantó las elecciones para no molestar a Mohamed VI con la visita que su vicepresidente, Diego Valderas, tenía programada a Tinduf, hubiera sido más efectiva.

Pero, una vez consumada la tragedia, lo mínimo que se despacha es presentar una protesta ante el Gobierno marroquí. Pero Rajoy, que se caracteriza por ir a contramano casi siempre, ha optado por alabar el esfuerzo de Marruecos. Más poca vergüenza es imposible encontrar en el mercado político español. Y después se preguntará por qué la ciudadanía no le vota como antes, y lo que te rondaré moreno.

En fin, el barranquismo es ocio y no business. Y los espeleólogos, ya se sabe, no cotizan en el Ibex 35.

Descansen en paz Gustavo Virués y José Antonio Martínez, y que sus familias nos perdonen por estar en manos de esta panda de incompetentes.

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