Entre leones

La pregunta del millón

Hace pocos días, leíamos en El País que en las próximas elecciones municipales y autonómicas el PSOE se jugaba la hegemonía en la izquierda ante la amenaza de Podemos.

Esta serpiente primaveral, que coincidió con la compra de Canal + por parte de Telefónica, ha durado lo que ha tardado la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en constatar lo que se veía venir desde hace tiempo: Podemos, el partido que le disputaba supuestamente esa primacía al PSOE, se está desangrando a chorros, con una pérdida en tres meses de más de siete puntos, y lo que te rondaré morena.

Ahora, según el sondeo del CIS, el PSOE y el PP aparecen de nuevo como las fuerzas con más posibilidades de gobernar, y concede a Podemos y a Ciudadanos un papel de bisagra. Así las cosas, el bipartidismo, que todos dábamos por muerto y enterrado, no se hunde.

Eso sí, socialistas y populares tendrán que aprender a pactar con las fuerzas emergentes para poder gobernar. El PSOE deberá entenderse con Podemos en Extremadura, Castilla-La Mancha y Asturias, y el PP, con Ciudadanos en Madrid, Valencia y otras comunidades donde la mayoría absoluta parece haberse esfumado.

Pero no necesariamente la pareja fija de baile del PSOE será Podemos y la del PP, Ciudadanos. Las alianzas pueden ser más variadas. De entrada, salvo acuerdos PSOE-PP y PP-Podemos, cabe todo para conformar gobiernos. En teoría, los socialistas parten con una ligera ventaja sobre los populares en el escenario postelectoral al poder entenderse con Podemos y Ciudadanos.

Mientras tanto, en Andalucía, Susana Díaz no logró en segunda ronda la investidura. Todos los partidos de la oposición volvieron a votar no.

Las elecciones del 24-M han instalado en el tacticismo a los partidos de la oposición, que, sin mediar unos comicios de por medio, posiblemente hubieran solventando este trámite democrático sin tanta sobreactuación, sobre todo cuando al negarle la investidura a Susana Díaz también se niegan a sí mismos la tarea de oposición al Gobierno que emanó de las urnas.

Sin embargo, el actual escenario andaluz, más allá de la injustificable cerrazón de la oposición ante la investidura, merece otras reflexiones tras el panorama que dibuja el CIS de abril.

De entrada, teniendo en cuenta la caída de Podemos, que irá seguramente a más tras desvirtuar su programa electoral en aras a la moderación, cabe preguntarse: ¿No ha cometido Susana Díaz un error de cálculo al adelantar las elecciones?

Sin duda, el PSOE-A, que se lanzó por la mayoría absoluta creyendo que los desencantados del PP se la servirían en bandeja de plata por miedo a Podemos –los gurús del socialismo andaluz no contaron con Ciudadanos, principal sumidero del voto popular-, hubieran estado en mejor disposición de alcanzar ese objetivo agotando la legislatura en 2016.

Tanto es así que Podemos, por la cuenta que le trae, debería ser el partido de la oposición más interesado en que no se repitieran las elecciones.

Pero además, una vez resuelta la investidura tras el 24-M, Susana Díaz no va a conseguir ni por asomo la estabilidad política que tenía en el Gobierno de coalición con IU.

Solo tras las próximas elecciones legislativas –hasta entonces no se consolidarán las grandes alianzas en ayuntamientos y comunidades- podrá intentar lograr algo similar con Podemos o Ciudadanos, y dependerá, quiera o no quiera, de los pactos nacionales que enjarete Ferraz.

En este sentido, la actual estrategia de reino taifa del PSOE-A –recuerda al PSC en sus peores tiempos- resulta cada vez más disparatada, sobre todo porque va a contramano del papel integrador que ha jugado históricamente el socialismo andaluz en el PSOE y porque no tiene justificación alguna más allá de las diferencias personales un tanto infantiles que sostiene Susana Díaz con Pedro Sánchez.

El ruido que provoca estas relaciones quebradas, con continuas filtraciones de aficionados abundando en unas "diferencias insalvables", representa un lastre para un partido que, guste o no guste, ha logrado en el último sondeo de CIS un empate técnico con el PP como primera fuerza política de España.

En este escenario de clara recuperación, la pregunta del millón que se deben estar haciendo muchos socialistas en estos momentos es: ¿Habría superado ya el PSOE al PP si Susana Díaz estuviera apoyando a su secretario general en vez de estar metiéndole palos en la rueda?

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