Entre leones

Pitos y flautas

En la final de la Copa del Rey, la monumental pitada al himno nacional ha eclipsado el golazo que metió Messi. Una pena que la política con minúsculas estropee el fútbol con mayúsculas.

En cualquier caso, la campaña para evitarla, promovida por el Gobierno, solo ha servido para elevarla hasta los 119 decibelios. Estaba cantado que así sería, y todo lo hecho solo ha servido para empeorar, si cabe, la reacción de los parroquianos del Barça y el Athlétic congregados en el Camp Nou.

Ha sido, en definitiva, una foto fija del país en que vivimos. Echarle exclusivamente la culpa a los nacionalistas y a los soberanistas es simplificar en exceso el asunto; es no querer ver la realidad de una España donde se ha perdido el respeto mutuo, donde tendemos a una visión maniquea de casi todo.

Querer ahora llevar la sonora pitada al himno español a Antiviolencia no es un atentado contra la libertad de expresión, es darle cuartos al pregonero; es como cuando ante un hijo adolescente fuera de sí, los padres entran al trapo y se ponen a su altura. Los especialistas recomiendan todo lo contrario: hacer de tripas corazón y esperar que le vuelva la cordura.

Quizás lo mejor hubiera sido responder ante las pitadas necias del otro día, con oídos sordos. Y tener presente que no ofende quien quiere, sino quien puede.

En el otro lado del cuadrilátero patrio, en la madrileña plaza de Colón, unas 400 personas se manifestaron, tras una convocatoria de ‘pásalo’, contra el regreso del Madrid rojo que, a juicio de los presentes, representa Manuela Carmena.

Entre insultos y alguna que otra agresión, la extrema derecha española, refugiada en el PP desde Aznar para acá, enseñó la patita y, reinventando la historia, lanzó la proclama de "¡no pasarán!". Perroflautas del fascio que llevaron al día siguiente hasta la misma sede socialista Ferraz los derrotes de Espe.

En fin, otra foto fija más de esta España nuestra de pitos y flautas.

Pero dicho esto, no estaría mal que la izquierda, que ha ganado las elecciones claramente, empezara a hacer buen uso de voto popular del pasado 24 de mayo.

Y me explico, algunas declaraciones de futuros alcaldes de esa izquierda están fuera de lugar. Me refiero en concreto a las últimas de Ada Colau. La candidata de Barcelona de Comú ha anunciado lo siguiente: "Vamos a desobedecer algunas leyes que nos parezcan injustas".

Esto está absolutamente fuera de lugar. Las leyes que Ada Colau considere injustas, debe cambiarlas, no desobedecerlas.

Tampoco están muy finos los representantes de Podemos en Cádiz. El régimen asambleario que quiere instaurar su candidato podemos en la capital gaditana debería circunscribirlo a la sede de su partido y no a la plaza pública.

En la Casa Consistorial lo que impera, mientras que las leyes sean las que son, es la democracia representativa.

También sería bueno que el cabeza de lista de Podemos en Cádiz entendiera cuanto antes que el apoyo que el PSOE posiblemente le dará para que se convierta en el tercer alcalde gaditano desde la restauración democrática –todo ello si Susana Díaz no lo estropea-, no puede ni debe ser un cheque en blanco.

Eso de que el voto de investidura suponga un pacto de legislatura en toda regla, no se le ocurre ni el que asó la manteca.

Por tanto, es necesaria una pronta sobredosis de realismo en esa izquierda emergente que quiere legítimamente cambiar el mundo. Es muy loable perseguir sin descanso las utopías. Pero no debe perder de vista de que el voto ciudadano que han recibido también persigue las tonterías justas y que las calles estén limpias y las arcas saneadas.

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