Entre leones

Las 'carajotás'

Una cosa es predicar y otra bien distinta es dar trigo. A eso ni más ni menos se enfrenta Podemos y aliados ahora que han tocado pelo en muchos ayuntamientos españoles, entre los que destacan especialmente Madrid y Barcelona.

Aunque estoy entre los españolitos que no les tienen miedo sino todo lo contrario, ya va siendo hora de que aparquen lo que en mi tierra se denominan carajotás.

Y no me refiero a las iniciativas contra la pobreza infantil y los desahucios, ni tampoco tienen nada que ver con esa férrea voluntad por hacer más sostenibles y habitables las ciudades, ni con la determinación por acercar los poderes públicos a los ciudadanos, ni con cargar de juguetes presupuestarios la sanidad y la educación públicas, ni siquiera con el deseo universal de cambiar el mundo.

Me refiero a las carojotás que representan iniciativas imposibles e innecesarias –por ejemplo, intentar municipalizar servicios que funcionan bien sin tener ni un euro en caja-, y a todas esas iniciativas de toreo de salón que nacen de una verborrea radical y de una inteligencia alternativa de dudosa utilidad –por ejemplo, segar una zona verde utilizando a un rebaño de ovejas-.

Si no logran aparcarlas y centrarse en lo verdaderamente importante, me temo muy mucho que estos cuatro años van a resultar frustrantes, algo que sinceramente ni quiero ni deseo.

La presencia en muchos ayuntamientos de actores diferentes a los que patrocinan el PSOE y el PP son muy gratificantes –aquí también incluyo a Ciudadanos-, una bomba de oxígeno para una democracia estancada en la corrupción y el clientelismo y en una crisis institucional de caballo por culpa, principalmente, de estos dos partidos políticos.

Además, como se ha podido comprobar desde el minuto uno, la derecha, que se ha dejado en la gatera gran parte de su poder municipal y autonómico y muchos negocios, está que trina, y no va a desaprovechar ni la más mínima para desgastar a sus contrincantes, especialmente a los que tacha como radicales. Por lo visto, tener una caja b durante casi 20 años es un acto de moderación y buenas prácticas y no de radicalidad y poca vergüenza.

Y mucho menos cuando se lo ponen a huevo. Los tuits del edil Zapata no son precisamente carajotás, son insultos puros y duros que no tienen ni chispa de gracia y descalifican a quien los pronuncia; sobre todo para ser concejal de Cultura de cualquier ciudad o pueblo de España.

Si los supuestos chistes los hubiera contado en el ámbito privado, entre cubatas y cigarritos de la risa, apenas si hubieran arrancado alguna que otra risa macabra. ¿Humor negro? Un carajo, que viene de carajotá pero no es exactamente lo mismo.

Dicho esto, no estaría mal que asumiéramos que cuando se abre la caja de los truenos para cazar políticamente a los contrincantes, que algo de esto también hay cuando la caverna aliña la polémica con más de un ‘Ay, Carmela’ en su afán guerracivilista, esta santa medicina, de por la boca muere en pez, la puede recibir cualquiera, sin ponerle límites al retrovisor.

A bote pronto se me ocurre algún que otro desafortunado comentario de diputados populares. El más recordado, sin ningún género de dudas, es el de la hija de Fabra sobre los parados en el Pleno del Congreso. Y por ahí sigue sin que nadie le haya reclamando de forma sostenida en el tiempo un ‘puerta y calle’ que era de libro.

En cuanto a escritos antiguos, Aznar mostró en sus años mozos una feroz oposición a la Constitución en varios alegatos preconstitucionales en prensa, y llegó a ser presidente del Gobierno y defensor a ultranza de la Carta Magna, que la hizo suya totalmente cuando se le cayeron los correajes de juventud.

Y qué decir de Trillo, que tras su nefasta gestión de palabra y obra en la tragedia de Yak-42, recibió como recompensa la Embajada de España en Londres. ¡Manda güevos!

El listado, que casi roza el infinito, pone de manifiesto que los moderados pueden llegar a ser unos tunantes muy radicales en el sentido más tajante de la palabra.

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