Entre leones

La alegría de Angela, las lágrimas de Reem

La noche del 9 de noviembre de 1989, cuando el Muro de Berlín empezó a caer, Angela Merkel, una doctora en Física en la Academia de las Ciencias de la RDA, estaba en la sauna.

Después de vestirse, lógicamente, compró comida en una panadería y cruzó a Alemania Occidental por el paso fronterizo de Bornholmer Stabe, en Berlín.

Según contó en el Frankfurter Rundschau, celebró la caída del Muro bebiendo cerveza en casa de un desconocido en Berlín occidental. "La recepción en el oeste fue muy, muy cariñosa", dijo de aquellos momentos.

Con los años, Merkel, que en su etapa en la RDA se opuso a la reunificación y apostó por la reforma del socialismo, se convirtió en canciller de la Alemania unificada al frente del CDU, partido socialcristiano.

Pues bien, investida ahora de dueña y señora de la UE tras torcerle el pulso a Tsipras en Grecia, Angela, en una serie de contactos del Gobierno alemán con la ciudadanía, se enfrentó hace unos días a unos escolares en Rostock, al este de Alemania.

Una joven palestina llamada Reem, cuyo padre había perdido el trabajo y podía ser deportado junto a toda su familia, le intentó explicar que "es muy duro ver que otras personas disfrutan de sus vidas y tú no puedes hacerlo".

La canciller le respondió: "Tú eres muy simpática. Pero sabes que en Líbano hay miles y miles de refugiados palestinos. Y si los dejáramos a todos... Y también a los africanos. No podemos hacerlo. Algunos van a tener que volver a su país".

Ante las lágrimas de la niña, Angela se acercó a consolarla, le dijo que había hablado muy bien y le espetó "lo entiendo, pero a veces la política es dura".

Angela incluso se enfadó cuando un periodista le alertó de la delicada situación de la joven, y el Gobierno alemán atribuyó inicialmente las lágrimas de Reem a la excitación de momento.

Después de la resolución humillante de la crisis griega, después de ver a la papesa europea en su salsa, me reitero en lo dicho artículos atrás: se pueden meter ustedes la UE por donde les quepa.

En las próximas elecciones europeas, que voten los 60.000 funcionarios que pastan entre Bruselas, Estrasburgo y Luxemburgo.

Si la Europa que pretenden vendernos es esta, sin una pizca de humanidad, prefiero volver a la Patria verdadera, a la aldea, a las cuatro esquinas donde me meaba cuando era chico.

El sueño europeo construido tras las dos grandes guerras europeas no tiene nada que ver con esta señora embutida en un traje de alemana de clase media fabricado en los astilleros de Howaldtswerke-Deutsche Werft con acero reforzado; no tiene nada que ver con todos aquellos que sobre las ruinas del Muro de Berlín pretenden construir otros muros de la vergüenza.

Por la Europa que soñábamos fluyen los sueños y la alegría que sintió Angela en su día, no las lágrimas de Reem.

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