Entre leones

Azkuna como referencia

Iñaki Azkuna, del PNV, fue alcalde de Bilbao durante 15 años, de 1999 a 2014. En su primer mandato ganó por los pelos –nueve ediles frente a los ocho que logró el PP-. En 2003 y 2007 logró mayoría simple. Y en 2011 alcanzó, por fin, la mayoría absoluta. Poco antes de morir fue coronado como el mejor alcalde del mundo.

Azkuna dejó un legado que no me canso de recordar a todo aquel alcalde o concejal que me echo a la cara –hace poco se lo referí al alcalde de mi pueblo, San Roque, que ha cosechado mayoría absoluta en las últimas elecciones locales-: dialogar, negociar, alcanzar acuerdos y compartir  poder y responsabilidades con los otros partidos aunque se goce de mayoría absoluta.

De su mano vino la gran transformación de Bilbao, que pasó de ser una ciudad gris e industrial a ser una ciudad para ser vivida y disfrutada. Pero a mi modo de ver lo importante es que cimentó su intachable gestión en una forma de hacer política que, en términos democráticos, es todo un ejemplo a seguir.

En las antípodas de Azkuna se encuentra el actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que, aun gozando de una cómoda mayoría absoluta, ha gobernado España durante los últimos cuatro años sin apenas dialogar, sin negociar, sin pactar, a golpe de decreto-ley.

Esa forma de gobernar ha provocado que tras las últimas elecciones municipales y autonómicas, en las que el PP ha perdido gran parte del poder que logró en los comicios anteriores, los nuevos gobiernos pongan en solfa mucha de las medidas que Rajoy y los suyos impusieron a golpe de mayoría absoluta.

La primera medida que ha caído ha sido la reválida, esa especie de figura reexaminadora neofranquista que se inventó Wert para pasar a la posteridad como una calamidad.

Al final, apenas si le ha valido para encontrar destino en una embajada donde, eso sí, podrá conciliar mejor y con desahogo económico la vida familiar con su esposa.

Pese a las amenazas del Gobierno también se está derrumbando el infame decreto que Ana Mato firmó de su puño y letra para dejar sin atención sanitaria a los inmigrantes irregulares.

Cuatro comunidades autónomas van a tumbarlo y que salga el Sol por Antequera. Hasta Madrid, en manos del PP, está por la labor.

A buen seguro que el Papa Francisco, junto a quien algunos señores del Gobierno gustan fotografiarse en actos del Opus Dei para ganarse el Cielo de Escrivá de Balaguer, no excomulgará a los presidentes de estas regiones disidentes por esta contrarreforma tan humanitaria.

Pero lo más grave de todo es que después de más de 30 años de democracia, los principales partidos que han gobernado este país, PSOE y PP, no se ponen de acuerdo sobre asuntos clave para la convivencia –educación, sanidad, inmigración, aborto, etc.- y siguen mareando a los ciudadanos con estos bruscos movimientos legislativos pendulares.

La forma de gobernar Azkuna, que buscó el acuerdo por encima de sus propias convicciones, es un buen referente para lograr pactos de Estado  en estas materias que otorguen a España el marchamo de democracia madura y consolidada, lejos del guerracivilismo en el que vivimos permanentemente.

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