Entre leones

Dos ministros de Exteriores

25 exministros de UCD, PSOE y PP reclaman reconocer la singularidad catalana y plantean una reforma en la organización territorial para encajarla en la Constitución.

Reconocen, en definitiva, que la organización territorial del Estado quedó muy abierta en la Constitución y que conviene actualizarla "para ajustarse mejor y de manera equitativa a las necesidades del conjunto de España y de los perfiles singulares propios de sus comunidades".

Hasta ahí perfecto. Pero la iniciativa, firmada por Marcelino Oreja Aguirre, Rodolfo Martín Villa, Josep Piqué y José Bono, entre otros se mete en otros jardines que le restan utilidad para resolver el monumental embrollo en el que se encuentran inmersos España y Cataluña.

Por ejemplo, Oreja Aguirre recuerda el ‘espíritu de Tarradellas’, que lo asocia a "una voluntad por arreglar las cosas", para señalar al Gobierno catalán como principal responsable del desbarajuste nacional.

Estamos de acuerdo que llegados a este punto Mas mató a Manolete, pero no se puede ignorar que Rajoy estaba en su cuadrilla cuando decidió interponer un recurso de inconstitucionalidad contra el Estatut aprobado por las Cortes Generales y refrendado en referéndum por el pueblo catalán. Y después, cuando le llegó su turno como primer espada, ha estado viendo los toros desde la barrera, fumándose un puro, esperando que morlaco independentista se muriera de viejo en la plaza para pasar el sombrero electoral.

Una iniciativa con algo de credibilidad debe empezar por pedir a todas las partes que asuman su responsabilidad política ante la gravísima situación creada. Sin esta exigencia, solo queda un tufillo partidista.

Pero ante el plebiscito del próximo 27 de septiembre, la gran cita hasta el momento es el debate cara a cara que protagonizarán el próximo miércoles en una televisión el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, sobre el encaje de una Cataluña independiente en la UE, la ONU y otras instituciones internacionales.

Después de los apoyos internacionales cosechados por el Gobierno contra el proceso soberanista de Cataluña –el último del mismísimo Obama-, debería haber sido suficiente como para dejarle claro a la sociedad catalana las consecuencias de una declaración de independencia.

La aceptación de este cara a cara supone un error mayúsculo. No sólo porque Margallo en sí sea un error por su imagen y su talante arrogante, sino porque supone una sobreactuación innecesaria que solo puede salir mal, aunque el poder mediático del Gobierno garantice un paseo triunfal a cinco columnas.

Y, sobre todo, es una pérdida de tiempo cuando queda aún mucho trabajo por hacer en el terreno de los afectos y de la fiscalidad. Es ahí donde deberían estar centrados el PP y el resto de partidos para derrotar a los independentistas, que, a buen seguro, en el ‘cara a cara’ verán emocionados un debate entre dos ministros de Asuntos Exteriores.

En fin, esto no se le ocurre ni a quien asó la manteca.

 

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