Entre leones

Que se mueran los feos

Lo bueno que tiene que mañana voten los catalanes es que se acabó la campaña apocalíptica que el Gobierno ha encabezado para que los independentistas no se lleven el gato al agua en las elecciones plebiscitarias.

Durante las últimas semanas, la campaña ha sido tan intensa y extensa que, por momentos, he tenido la misma sensación que tuvo Forges cuando, en su chiste de El País, alertó de que esos excesos, sobre todo cuando vienen de la derecha españolista, sólo estaban sirviendo para reforzar el voto independentista.

Que en el terreno económico y político se subrayen los inconvenientes de una eventual independencia forma parte de lo lógico y normal –en este sentido, muy buena la aportación de Josep Borrell con su libro Las cuentas y los cuentos de la independencia; menos afortunados han estado el gobernador del Banco de España con lo del corralito y Javier Solana con la salida de la OTAN-, que se recurra a los primos del Zumosol de la UE y de EEUU para situar el secesionismo en un escenario de aislamiento internacional era previsible, que se insista en la irresponsabilidad política de Mas por tirarse al monte separatista, saltándose a la torera la Constitución, no se sale tampoco de un guión electoral razonable, que los empresarios catalanes achuchen lo suyo para intentar impedir que le reduzcan el mercado es comprensible.

Pero eso de poner la maquinaria deportiva –por una y otra parte- a picar carne me ha parecido absolutamente lamentable. El menor de los problemas para el conjunto de los españoles, incluidos los catalanes, por supuesto, es dónde jugará el Barça si Cataluña se convierte en un Estado independiente.

Como he dicho antes, lo bueno es que mañana se acaba esta vaina de desatinos por ambas partes –el público está saturado de gilipolleces-, y arranca el día después para buscar un solución al problema catalán –y de camino al vasco-.

La reforma exprés del Tribunal Constitucional, que podrá llevarse por delante a Mas en un santiamén, ayuda bien poco. Pero el nuevo Parlamento que saldrá de las próximas elecciones generales, sin el PP gozando y abusando de la mayoría absoluta, está obligado a hallar una solución definitiva para que, al menos, los ciudadanos no paguen la incapacidad de sus políticos para ponerse mínimamente de acuerdo.

Otra Cataluña es posible; de hecho, es necesaria para afrontar sin distracciones independentistas los problemas reales que la asaltan: paro, empobrecimiento, inmigración, yihadismo, pérdida de tejido productivo, inseguridad jurídica, etc.

Pero también otra España es necesaria y posible; lejos de esa España instalada en la firmeza que solo destila inmovilismo. Una España integradora y comprensiva; lejos de la España cuartelera y asustaviejas que, en vez de reforzar su unidad, la ha debilitado a golpe de desbarres electoralistas.

El nuevo Parlamento, con gente e ideas nuevas, tiene que abrir un periodo constituyente que desde el consenso y la lealtad inaugure una etapa de reformas en todos los ámbitos para que podamos disfrutar juntos de otra Cataluña, de otra España. Y que se mueran los feos.

NOTA 1: Toda mi solidaridad con el periodista de Onda Cero Carlos Alsina. Una buena entrevista la suya a un presidente del Gobierno que estaba acostumbrado a preguntas pactadas.

NOTA 2: Lo de ‘Que se mueran los feos’ es un recurso para no titular con ‘Otra Cataluña, otra España’, un encabezamiento que, sin ningún género de dudas, hubiera dificultado la lectura del artículo por el hartazgo que conlleva la cosa catalana.

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