Entre leones

Nuevos tiempos a palos

Tras la declaración de independencia que JUxSí y la CUP registraron en el Parlament, Rajoy exhibió su absoluta falta de reflejos ante una de las crisis constitucionales más graves de la democracia española.

Aunque el problema no era solo suyo, Rajoy lo afrontó en solitario y sin explicar su plan para frenar la deriva independentista.

Pocos días después de que ZP ganara las elecciones de 2004, Felipe González me comentó en su casa de Castellar que si Aznar hubiera convocado a todos los líderes políticos españoles y le hubiera dicho la verdad a los españoles, el PP hubiera ganado aquellos comicios por mayoría absoluta.

Es verdad que Rajoy en vez de mentir solo se ha mostrado parco en palabras, pero no es menos cierto que ha seguido inicialmente la estela de Aznar en eso de prescindir del resto de los líderes políticos.

Con Pedro Sánchez habló tras llamarle el secretario general del PSOE, y con Albert Rivera, líder del primer partido constitucionalista de Cataluña, lo hizo minutos antes de leer la declaración institucional.

A palos, después de convertirse en parte del problema por su inacción durante los últimos tres años y tras advertirle alguien de su entorno que estaba protagonizando una aznarada, Rajoy convocó a Pedro Sánchez, incluso lo invitó a almorzar en La Moncloa.

Teniendo en cuenta que hace poco el líder socialista era un peligroso radical, dentro, claro, del esquema electoral del PP, no está nada mal el trágala del presidente del Gobierno con mesa y mantel.

El compromiso del propio Pedro Sánchez y el resto de los barones socialistas, con foto de familia en las puertas del Congreso, con la unidad de España, debió ayudarle a Rajoy a hacer las cosas como Dios manda por encima de los intereses electoralistas de su partido, que sacó siempre grandes réditos del problema catalán, excepto en los últimos comicios, claro.

Para Rivera encontró el viernes un hueco en su apretada agenda de líder del mundo mundial. Con Pablo Iglesias no tenía previsto ni un cafetito a media mañana, pero al final le recibió en La Moncloa poco después de verse con el líder de Ciudadanos

El calibre del problema al que se enfrenta España por la deriva independentista merecía que el presidente del Gobierno, el presidente de todos los españoles, hiciera un esfuerzo y abriera la ronda de conversaciones a todas las fuerzas políticas, y así parece que será finalmente tras superar su proverbial sectarismo y su aguda miopía política.

Adolfo Suárez, un presidente del Gobierno muy apreciado por Rajoy, venía del Movimiento, aparcó sus convicciones franquistas y metió la primera a la joven democracia española cuando tomó la decisión de legalizar al PCE.

Los nuevos tiempos de la política española necesitan de líderes que sean capaces de dialogar y buscar consensos incluso con los contrarios.

Para desgracia del PP, Rajoy hace tiempo que demostró una pereza enfermiza por asumirlos y una incapacidad manifiesta para protagonizarlos.

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