Entre leones

El seny vasco

Con Cataluña en plena tocata y fuga tras la declaración de independencia aprobada por la mayoría absoluta del Parlament, gracias a los votos de JxSí y la CUP, España está en la peor encrucijada desde la restauración democrática. Sin dudas, junto al Golpe de Estado de Tejero en 1981 es el momento más delicado de nuestra joven democracia.

Pero la situación sería aún peor si al proceso secesionista catalán se hubiera unido una deriva independentista vasca similar.

Afortunadamente, tras  morir el Plan Ibarretxe, que básicamente pretendía que el pueblo vasco fuera un pueblo de Europa con identidad propia y con derecho a la autodeterminación, en la playa del Congreso de los Diputados el 1 de febrero de 2005, el soberanismo vasco no está actualmente en la misma pomada que el independentismo catalán.

Si lo estuviera, Rajoy en vez de recurrir al Tribunal Constitucional, estaría ahora mismo caminito de Lourdes u ordenando el acuartelamiento de la Legión con dos misiones jodidas a la vista.

En este sentido, con el problema vasco aparcado, el catalán resulta más llevadero pese a que la situación más que delicada es delicadísima.

Es verdad que el stand by del independentismo vasco tiene mucho que ver con la crisis económica, con la experiencia del propio Plan Ibarretxe y, sobre todo, con la necesidad de gestionar el punto y final de ETA como principal prioridad.

Pero no es menos cierto que el PNV, primer partido vasco, al rechazar la unilateralidad que representa el proceso secesionista catalán y apostar por la bilateralidad sobre la que se construyó en parte la España de los derechos y las libertades, está dando muestras de una madurez democrática digna de elogio.

No ha dejado de ser un partido con regusto independentista –está absolutamente en su derecho-, pero está apostando por una reforma constitucional, que conlleve una reforma del Estado de las autonomías, que hasta el PP, más allá de la broma de Margallo de que la tiene ya preparada y a buen resguardo en un cajón de los horrores, acepta a día de hoy.

En palabras del actual lehendakari, Íñigo Urkullu, el PNV apuesta por "una política de antifrentismo y por eliminar trincheras" y aboga  por "el diálogo para dar soluciones".

Esta posición reformista es la que tradicionalmente ha mantenido CiU, cuando el seny era el santo y seña de sus dirigentes y sus diputados. Pero esa sensatez se la han llevado por delante el 3% y las otras mangancias vitaminadas que han convertido al nacionalismo catalán moderado, antaño socios responsables del PSOE y el PP, de Felipe y ZP y de Aznar e incluso de Rajoy, en un partido de radicales insurgentes. Si la pela es la pela, la cárcel debe ser la hostia, ¿no?

Menos mal, como he dicho, que el PNV conserva ese punto de cordura que los convergentes han perdido por la mala cabeza de los Pujoles y compañía, y está dispuesto a participar en esta ITV bestial que necesita España para seguir unidos pero no revueltos en un Estado federal.

Si no, en esta mala hora, lo dicho: al frente catalán habría que sumar el frente de las Vascongadas, que dirían los padres y los abuelos de nuestros actuales gobernantes.

Nota: Vaya por delante mi admiración por la sensatez y la valentía de los diputados y senadores del PNV -especialmente por Aitor Esteban- que, sin sentirse diputados españoles, se han comportado en su trabajo parlamentario como unos responsables públicos responsables, rigurosos, sólidos y decentes.

Más Noticias