Entre leones

Los confederados de Susana Díaz

Después de que Pedro Sánchez le sacara 15.000 votos y diez puntos de diferencia en las primarias socialistas, Susana Díaz acabó por declarar lo siguiente: "Se acabaron los bandos, ahora con Pedro". Fue a palos, pero lo dijo.

Sin embargo, desde ese mismo instante, la lideresa andaluza ha incumplido su palabra por tierra, mar y aire, y se ha dedicado a perturbar la tarea del secretario general del PSOE, a distanciarse de él más si cabe, cada vez que ha podido.

En el congreso regional exprés que enjaretó para impedir que el pedrismo pudiera presentar un candidato alternativo, llegó incluso a faltarle al respeto al propio Pedro Sánchez, que sufrió una auténtica encerrona repleta deslealtad y mala educación. Jamás un secretario general del PSOE fue tan mal recibido en Andalucía en la historia del socialismo español.

Por cierto, en la dirección que salió de dicho congreso estaban los mismos que llevaron a la socialista andaluza a la debacle en las primarias, con Juan Cornejo de secretario de Organización. Sin duda, esta nueva cúpula fue más fruto de la soberbia y de los gatitos que de una profunda y necesaria autocrítica, ¿no?

Ahora, para completar la autarquía en la que está convirtiendo al PSOE-A, Susana Díaz impone el 20% de avales a los candidatos provinciales –apoyándose en una transitoria-.

Ni que decir tiene que el pedrista que los consiga deberá explicar qué fórmula milagrosa ha utilizado para lograrlos, porque es misión imposible penetrar en las trincheras cavadas con ese porcentaje por la dueña y señora del PSOE-A.

Sin embargo, esta victoria, que consistirá en colocar de nuevo a ocho secretarios generales de su absoluta confianza al frente del partido en las ocho provincias sin desempolvar las urnas, pone de manifiesto una falta absoluta de talante democrático, una grave alergia a la participación de la militancia en los procesos internos y un miedo exacerbado a la confrontación de proyectos y opiniones.

Pero yo voy más lejos: con esta forma de proceder, Susana Díaz solo va a conseguir poner en su contra no ya a los pedristas (en las primarias llegaron al 35%), que verán frustradas sus expectativas de formar parte de un partido abierto y democrático, sino a muchos votantes y simpatizantes socialistas, que no están viendo con buenos ojos está deriva sectaria y personalista de un socialismo cada vez más clientelar y alejado de la realidad andaluza.

Si a esto añadimos la obsesión enfermiza de la propia presidenta de seguir hincándole agujas de vudú a Pedro Sánchez –su irrupción en la financiación autonómica es más de lo mismo- en vez de preocuparse de la gestión de Andalucía, que hace aguas por los cuatro costados y está decapitando la esperanza de muchos andaluces, llegamos a la conclusión de que el PSOE-A está abonado a perder las próximas elecciones andaluzas. Quizás sea lo mejor, quizás sea lo que quieren los confederados de Susana Díaz, ¿no?

Sea como fuere, otra Andalucía, alejada de los estereotipos y de la autocomplacencia de Canal Sur (cada vez se parece más al Telemadrid de Esperanza Aguirre), es posible.

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