Entre leones

En manos de un pirata de las Rías Baixas, indiciariamente

La DUI de la República bananera de Cataluña representa por sí sola un mixto-lobo entre sainete y vodevil, con un toque de esperpento. Ni los Álvarez Quinteros, con un cable mediopensionista de Valle-Inclán, hubieran logrado una pieza tan redonda y transversal.

Si a la declaración añadimos la tocata y fuga de Puigdemont y un grupo de leales consellers a Bruselas, pues la mamarrachada resulta morrocotuda.

En el primer mitin del expresident de cara al 21, rodeado de 200 alcaldes independentistas, Puigdemont tachó de golpista al Gobierno de Mariano Rajoy y cargó también contra los máximos dirigentes de la CE por dejarle hacer.

Sí, en su campaña de internacionalización del conflicto, los independentistas quieren meter a España en la lista de democracias fallidas, con todos sus aliños, sobre todo con esos presos políticos (políticos presos, mejor dicho) medio dispersos entre las cárceles de Estremera y Alcalá de Henares. Y buscan continuamente similitudes con el franquismo.

Esto último es un chiste de mal gusto. Seremos una democracia a la que le falta un hervor para equipararse a la que disfrutan otros países occidentales circundantes, pero una democracia al fin y al cabo.

Es un insulto a la memoria y a la inteligencia comparar, por ejemplo, a los políticos presos a raíz de pasarse la Constitución y Estatut por el forro de los pantalones, con los presos políticos republicanos que poblaron las cárceles de la dictadura del general Franco. ¡Y un carajo van a ser lo mismo!

En el otro lado del cuadrilátero patrio, el Rey, Gobierno y el Estado también han hecho sus pinitos teatrales con sobreactuaciones memorables, con astracanadas que pasarán a la historia de lo peor de nosotros mismos, con actores políticos principales abusando del método Stanislavski.

Al Gobierno se le fue la mano tonta de la ley el 1-O y le dio a los independentistas los porrazos policiales que necesitaban para instalarse en el victimismo ante el Estado español represor. ¡Pobrecitos!

De inmediato, Felipe VI se puso tan serio que se olvidó de la mitad de los catalanes y de las cargas policiales, y se pulió su condición de árbitro nacional. Sin duda, la forma menos inteligente de defender la unidad de España, que es básicamente para lo que se le paga a él y a toda su casta. Por cierto, le faltó el uniforme caqui para meternos las cabras en el corral.

Y, por último, están los encarcelamientos decretados por la juez Lamela de la Audiencia Nacional. Cuando los independentistas navegaban por un mar de ridículos y cachondeos, y estaban en manos de los caricaturistas principalmente, esta buena señora, aplicando la ley a rajatabla, metió en la cárcel al segundo del president, Oriol Junqueras, y a siete consellers más (Santi Villa se escapó por la gatera tras pagar 50.000 euros).

Y firmó una orden de busca y captura contra Puigdemont y los otros consellers instalados en el paraíso político belga. Tras entregarse voluntariamente, un juez de instrucción de Bruselas los dejó en libertad.

El uso y abuso de la prisión preventiva tiene estos desajustes. Además, que la Fiscalía, con el tal Maza en la dirección, la producción, la iluminación, el vestuario y el maquillaje de esta versión catalana de ‘todos a la cárcel’, llevara meses telegrafiando que iba a meter en el talego hasta al gato de Puigdemont, no era el mejor camino para afrontar un problema político.

A ver si el Tribunal Supremo arregla este nuevo desaguisado, que, de entrada, se ha cargado las elecciones del 21-D. Sí, con los actuales políticos presos, no serían unas elecciones democráticas como Dios manda. Serían, para que nos entendamos, tan mamarracho como el referéndum del 1-O.

Pero la guinda a tanto sainete, vodevil y esperpento en esta España nuestra a la que le cantara Cecilia, la ha puesto la supuesta camiseta republicana que la selección española de fútbol lucirá en el Mundial de Rusia.

Hasta el Gobierno ha intervenido en el lío montado y ha trasladado un cierto disgusto por ese azul que a veces parece morado.

Normal, mientras que se hable de Cataluña y de la dichosa camiseta, nadie se ocupara de los problemas de los españoles.  Nadie reparará en los salarios de mierda que ha traído esta recuperación económica. Nadie se acordará de los miles y miles de jóvenes que se tienen que buscar la vida allende de nuestras fronteras porque aquí no hay quien viva. Nadie, por no acordarse, no se acordará ni de nosotros.

Y, por supuesto, pasará más desapercibido que el presidente del Gobierno que tiene que sacar a España de la gravísima crisis territorial que vivimos cobraba sobresueldos de una caja b del PP que presidía.

Es decir, indiciariamente es un pirata de las Rías Baixas.

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