Entre leones

El patriota

Con esto del follón catalán se ha puesto de moda el tiro al pichón contra los nacionalistas y los populistas.

A propósito de la deriva independentista catalana, existe una especie de barra libre con todo lo que huela a nacionalismo. Así las cosas, hasta el mismísimo presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker, posiblemente el peor presidente de la cosa europea desde el Tratado de Roma, la CEE y Euratom, se ha sumado a este pim, pam, pum, fuego y, sin que haya mediado ningún control antidoping, ha declarado a quemarropa que "el nacionalismo es veneno".  Sin duda, toda una sudada de camiseta en aras de la unidad de España y de la UE.

Alguien le debería explicar a este personaje doctor honoris causa que los nacionalistas en España, desde la muerte de Franco para acá, han sido sustentadores de gobiernos –es decir, sinónimo de estabilidad- y firmantes de pactos nacionales de largo recorrido.

Hasta Aznar, que aprendió en un rato a hablar catalán en la intimidad, se lo puede contar -en catalán, por supuesto- con pelos y señales. Y Felipe y ZP, y el propio Rajoy, que está ahora empachado del veneno que cosecha el PNV en un huerto clandestino de cicuta que maneja personalmente Urkullu en los sótanos de Ajuria Enea.

También tiene premio meterse con Podemos y sus aliados por el tufo populista que desprenden. No digo yo que Pablo Iglesias no merezca algún cosqui cuando se le va la olla con Venezuela o Rusia, ni que Ada Colau haya que pedirle un poquito de por favor cuando se adentra en los mares de la ambigüedad, poniéndole una vela a Lluís Llach, otra a Joan Manuel Serrat y otra a sí misma.
Pero de ahí a que los podemitas sean los responsables del pifostio catalán solo media la burda propaganda que nos inunda y que financia el Ibex 35, la Trilateral y los peones negros.

(Tal como están los medios, está claro que hay que reflotar Mundo Obrero para recuperar la máxima evangélica de veritas liberabit vos (la verdad nos hará libres) aunque sea quincenalmente, ¿no?)

Sin embargo, Albert Rivera, apadrinado por José María Aznar y medio tutelado por Felipe González, parece contar con patente de corso para decir y hacer lo que le viene en gana.

En la crisis catalana, el cuñado de todos los cuñados, el joseantoniano líder de Ciudadanos, se ha puesto la camiseta del 155 y leña al mono que es de goma en vez de templar gaitas.

A por ellos, sin complejos. Más madera que la caldera está forjada en España y lo aguanta todo

Pero esta exhibición de irresponsabilidad y piromanía, de falta absoluta de moderación, no es nacionalismo español del más rancio, ni oportunismo infame, ni burdo populismo descarnado, sino patriotismo con mayúscula. Ortográficamente, PATRIOTISMO.

El último episodio patriótico de Rivera, Riverita lo ha protagonizado al oponerse al Cupo vasco tras pinchar en hueso con Montoro, que tiró de trienios y le puso un par de banderillas en su amor propio y en su escasa experiencia parlamentaria.

El ‘no tienes ni puta idea’ que le dedicó Rivera desde su bancada a otro diputado –creo que fue a Saura, del PSOE-, sonó a derrote propio de manso, y confirmó que le queda aún mucha mili, que está en plena pubertad política, más cerca del niñato insultante que del adolescente equivocado.

Pero vamos a ver, criaturita de Dios, en vez de tanto desbarre y tanta soflama patriotera, en vez de tantas moralinas, en vez de tanto uso y abuso del púlpito, por qué tú y los tuyos no cortáis por lo sano y rompéis por cielo, mar y tierra con el PP.

Así, sin tantas pamplinas, te llevarías por delante el Cupo vasco, y dejarías de camino de ser cómplice del partido más corrupto de Europa occidental desde que se patentó el carterismo presupuestario.

¿Estamos?

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