Entre leones

Harto a dos bandas

Que conste que en el lío de Cataluña voy con Serrat, Marsé, Maruja Torres, Almudena Grandes y señor –y siempre con Manuel Vázquez Montalbán, que Antonio Gramsci tenga en el Comité Central de la Gloria Bendita a mesa y mantel-. No sé, tienen ese puntito internacionalista que siempre me gustó; posiblemente, me viene de cuando me creía aquello de que estudiantes y obreros podríamos cambiar el mundo mundial (Víctor Jara en vena).

Y, como he dicho otras muchas veces, citando al padre de Pepe Carvalho y a Rosa Regàs, las dos únicas patrias que reconozco son las cuatro esquinas en las que me meaba cuando era chico y la infancia.

Es decir, para que nos entendamos, no voy con los independentistas y sus mariachis de ninguna de las maneras. Ni a coger billetes de 500 euros en Andorra.

El toque supremacista y el aldeanismo que destilan me resultan infumables.

Eso de Puigdemont todo el día abriendo telediarios, prófugo de la Justicia española y de turné permanente por Bruselas y alrededores, me tiene agotado psicológicamente: hartito de coles.

El ridículo en que está instalado no tiene ya ni chispa de gracia después de la confesión por vía whatsapp a Comín.

Y Torrent sigue erre que erre manteniendo a Puigdemont como candidato.  A ver si escucha a Joan Tardà, que ya ha dicho que lo mejor sería mandar por tabaco al molt honorable ex president.

Pero dicho esto, quiero dejar claro que tampoco me gusta la estrategia del Gobierno. Las palabras de Puigdemont reconociendo que el plan de Moncloa ha triunfado es una broma, ¿no?

¿Qué plan? Ninguno, pero los medios afines y paniaguados han celebrado el fin de procés y han salido elogiando a Rajoy hasta en la carta de ajuste y los anuncios por palabras de mujeres que fuman y dan besos por dinero. Y todo gracias a Puigdemont.

Llevamos cinco años de conflicto sin noticias de la política. Miento, el ex ministro José Manuel García-Margallo lo intentó, pero solo añadió más confusión por su incontinencia verbal y su camuflaje de pavo real.

Además, eso de que el ministro de Exteriores de España llevara la voz cantante del Gobierno en un conflicto interno como el catalán tenía muy mala pinta. Por mucha reforma constitucional, lingüística y de financiación autonómica que propusiera... Puerta y calle. El mejor servicio que ha hecho Sorayita vicepresidenta a España y a la humanidad.

Así las cosas, a estas alturas, el plan de Gobierno, que Puigdemont pone en valor en su confesión online al padre Comín, consiste en dejar el asunto en manos de jueces y policías. Y banderas españolas en los balcones por si alguien no se ha enterado de que estamos en España. En tres palabras, ¡a por ellos!

Los policías, porra en mano, dieron alas a los independentistas el pasado 1 de octubre, día del referéndum de las urnas chinas, con una escenografía de leña al ciudadano.

Y los jueces encarcelan hasta al apuntador por si acaso. El uso y abuso de la prisión preventiva empieza a ser más que evidente. La última decisión del juez Pablo Llanera de dejar en el talego al exconsejero de Interior Joaquim Forn por su ideario soberanista empequeñece aún más nuestro Estado de Derecho.

Eso suele pasar cuando los políticos permiten que los jueces hagan su trabajo.

Y las banderas españolas en los balcones. Aquí me apunto a la línea carnavalesca, a lo cantado por la comparsa gaditana Los Ángeles de la Guarda -los carapapas de toda la vida-, que denuncia un patriotismo que no saca la bandera por los ladrones, los recortes, las pensiones de miseria, la sanidad saturada, los parados desesperados...

Y propone acabar con todos los mangantes, que ni un solo niño pase ni hambre ni frío, que no mueran más mujeres a manos de los hombres, que se aclare el futuro y no seamos el culo en educación, que el Rey pueda votarse, que se acabe la fiesta de la espada y la muleta, que "ya no quede nadie enterrado en las cunetas", antes de presumir de nuevo de bandera.

No está mal para subir el listón del patriotismo, ¿no?

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