Entre leones

Vamos a llevarnos bien

Después de la contundente victoria de Pedro Sánchez en las primarias, todo en el PSOE vuelve a su sitio natural. Bajo la lógica impuesta por los militantes, que han dejado claro con su voto que son los dueños y señores del partido y no los ex secretarios generales, los barones regionales o los medios de comunicación afines, el madrileño vuelve a sentarse en la primera silla de Ferraz con la máxima legitimidad y autoridad.

Quizás fuera por el shock inicial de una derrota inesperada, pero Susana Díaz, en una primera comparecencia tras conocerse los resultados, no fue ni siquiera capaz de pronunciar el nombre del nuevo secretario general, cuando resulta extremadamente sencillo. Probemos: "Pe-dro Sán-chez".

Susana Díaz rebasó hace mucho tiempo la delgada línea que separa la seguridad en sí misma de la prepotencia, sin que nadie le haya advertido que "no se puede ir siempre de sobrada, tesoro".

Por cierto, si hace algunos meses le recomendé que no se sentara al lado de Lambán en los comités federales del PSOE porque la estética de ‘cochero de Drácula’ del aragonés la afeaba, ahora me atrevo a sugerirle, de nuevo sin mangar, que ni para perder se puede poner de guardia de corps a Carmona; en este caso, porque, joder, era Chuki enteramente en pleno acto diabólico y le destrozó la retaguardia.

En fin, volvamos al turrón de la seriedad: como advertí hace mucho, mucho tiempo, estamos ante el peor escenario posible para el PSOE de Andalucía, gran perdedor de las primarias socialistas.

Es decir, estamos con una secretaria general y presidenta de la Junta derrotada de forma muy severa y con un grave problema de imagen, una posible candidata a quien reprocharán "si a ti no te quieren ni los tuyos", un partido más dividido que nunca y las puertas de Andalucía abiertas de par en par para que el PP, por fin, consume la alternancia.

¿Tiene solución? Muy difícil, pero desde luego nunca pasaría por el enroque que supone la convocatoria por la vía de urgencia del congreso regional y el atrincheramiento para iniciar una segunda cacería contra Pedro Sánchez, con una nueva espiral conspiratoria en los cenáculos madrileños con ZP, Bono, tito César, tito Isidro y tito Juan Luis.

En mi opinión, el PSOE-A debe recuperar el tradicional papel moderador que tuvo con Chaves y Griñán, cuando se mandaba sin avasallar. Y, sobre todo, tiene que poner al Gobierno andaluz a trabajar.

Para ello, necesita ahora más que nunca restañar heridas y recuperar la unidad de acción. La militancia, según he podido constatar en estos últimos días, no quiere más pelea, no desea más bronca interna y no necesita ni perdones ni lechas fritas; quizás algunas disculpas privadas por los excesos.

Estos últimos siete meses de Comisión Gestora y de disparate han sido de una tensión emocional tremenda, y la gente está hartita de coles. ¿Está claro?

La tropa quiere que se entierre el hacha de guerra, y va a acabar enterrando a quien la esgrima de nuevo.

¿Es Susana Díaz el timonel que necesita el PSOE-A para llevarlo a aguas más tranquilas?

No lo sé. Va a depender de las decisiones que tome en las próximas semanas. La convocatoria del congreso regional deprisa y corriendo, sin contar posiblemente con el nuevo secretario general –el susanismo más irredento calificaba la cita como un nuevo reto a Pedro Sánchez-, no es desde luego una buena señal de haber entendido el mensaje alto y claro que la militancia lanzó el pasado domingo.

Quedarse con las cifras parciales de Andalucía, donde Susana Díaz logró el 64% de los apoyos, y acantonarse, sería un ejercicio de separatismo orgánico impropio de la lideresa andaluza, ¿no? Y el pedrismo tiene alternativas en Andalucía y hasta en Ecuador. Así que vamos a llevarnos bien.

 

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