Entre leones

Rubalcaba y los rubalcabistas

Los funerales de Alfredo Pérez Rubalcaba han servido para que todos los PSOE existentes en el PSOE se hayan unido en torno a quien, entre otros muchos cargos, fue ministro, vicepresidente del Gobierno y secretario general de los socialistas españoles. Hasta ahora, aunque la victoria electoral del 28 de abril estaba resultando clarificadora y balsámica, la unidad exhibida era soterradamente difícil.

Y se han unido con su actual líder, Pedro Sánchez, a la cabeza, que le ha rendido al cántabro los honores que se merecía en representación del PSOE y de la propia sociedad democrática; no era para menos, estamos hablando de un personaje clave en la vida política española desde que aterrizara en el Gobierno de Felipe González en la década de los ochenta, con el punto y final de ETA en su haber a costa de un desgaste feroz marca PP.

En definitiva, además de unidad, la familia socialista ha ofrecido una imagen suficientemente sincera de consternación, dolor, pena, tristeza y luto por uno de los suyos. Por encima de todo, ha sido decente.

Es verdad que no pocos miembros de la actual Ejecutiva Federal del PSOE –incluido el propio Pedro Sánchez- no tenían últimamente una relación muy estrecha con Pérez Rubalcaba.  Pero no me cabe ningún tipo de duda de que su pérdida ha sido sentida en las cuatro esquinas de Ferraz. Y si no lo ha sido en un sector, en un grupo, en una persona, qué le vamos a hacer; la vida es así: la unanimidad es rara avis en estos casos.

Pero lo que no me parece justo es que, una vez enterrado Pérez Rubalcaba, se estén haciendo lecturas sectarias del funeral y se haya empezado a clasificar las lágrimas entre las de verdad, las de cebolla, las de cocodrilo y las ‘mediopensionista’, que se vea un burdo paripé en la representación institucional de chapó de Pedro Sánchez y que se nos quiera vender un duelo muy sentido y sincero que ni Sófocles cuando lo protagonizan los otros, de Amenábar.

Tampoco me parece bien -por mucho que diga siempre lo que piensa aunque muchas veces parezca que no piensa lo que dice y, sobre todo, no hace lo que pregona- que, a los pocos días de tanto llanto, Felipe González se haya colado en Espejo Público para pedirle públicamente a Pedro Sánchez que rescate a rubalcabistas -supongo que a Elena Valenciano, Antonio Hernando o Pepiño Blanco, entre otros-, supuestamente depurados en las últimas listas.

Aunque dijo que no era el momento para abordar estos asuntos, lo soltó en aras de la integración y se mostró convencido de que Pedro Sánchez no desaprovechará tanto talento en la configuración del nuevo Gobierno. ¿Se imaginan a Felipe González como presidente del Gobierno aceptando recomendaciones de jarrones chinos? Ni loco.

Lo peor de todo es que repartió certificados de lealtad al partido. En mi humilde opinión, ahí tiene alguna laguna importante. Pero debe ser que, al final, todo depende de la capacidad de cada uno para quererse y engañarse.

En fin, toca rendirle honores a Alfredo Pérez Rubalcaba, y ya habrá tiempo para analizar con más perspectiva su figura política y personal. Y, por supuesto, para saber si los rubalcabistas estuvieron a su altura en tiempos de Pedro Sánchez, secretario general de todos los socialistas españoles y presidente (en funciones) del Gobierno.

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