Entre leones

Las casitas del Barrio Alto

Estuvo muy acertado el vicepresidente Pablo Iglesias cuando dijo que la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) sobre el procés –inmunidad de Oriol Junqueras- era una auténtica "humillación" para la justicia española.

Es lo que pensamos muchos españoles, incluidos un tanto por ciento muy importante que no comulga con el independentismo ni con ninguna posición identitaria. Ya la prisión provisional en sí misma apestaba.

Como era de esperar, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que lleva un año largo en funciones y lo que te rondaré morena, respondió pidiéndole a Iglesias "responsabilidad institucional, moderación, mesura y prudencia". Un montón de palabros uno detrás de otro.

Los jueces tienen que entender que ellos también están sujetos a la crítica, sobre todo cuando cometen equivocaciones de libro, y la tienen que encajar con "responsabilidad institucional", ¿no?

Otro colectivo que debiera hacérselo ver es el periodístico, sobre todo el de Tertulianos Sin Fronteras. No se puede saber de todo, no se puede estar tirando continuamente la primera piedra, no se puede argumentar un día por la derecha y al siguiente por la izquierda sin explicarlo.

En fin, necesitamos urgentemente un buen diván y un psicoanalista rioplatense con mucha experiencia para que nuestra democracia no se quede sin uno de sus pilares más importantes.

Dicho esto, vuelvo al Gobierno. Ya dije en mi anterior artículo que lamentaba que Pedro Sánchez no hubiera incluido en su nuevo Ejecutivo finalmente a un poeta en el sentido amplio del término. Quizás Luis García Montero, ¿no? Y lamenté alguna cosilla más que ni siquiera llegué a escribir, por aquello de que lo cuentas todo o mejor vete y acuéstate.

Sin embargo, defiendo dos decisiones de una enorme trascendencia política. La elección de Dolores Delgado como Fiscal General del Estado me parece muy acertada.

Durante estos últimos meses, las derechas no han parado amenazar con todo a Pedro Sánchez con los tribunales de Justicia, donde, como es archisabido, tienen mando en plaza por designio divino.

Nada más que hay recordar aquella confesión en do menor de Ignacio Cosidó, ex director general de la Policía, jactándose de controlar el Tribunal Supremo. Por cierto, abortó con dicha cagada el advenimiento del juez Marchena como presidente del Poder Judicial.

La judicatura es como la gente de las casitas del Barrio Alto que cantaba Víctor Jara. "Y las gentes de las casitas./ Se sonríen y se visitan./Van juntitas al supermárquet. Y todos tienen un televisor".

"(Las) Hay rosadas, verdecitas, blanquitas y celestitas. Todas hechas con resipol".

La cosa togada es absolutamente endogámica: se pasan el cargo, la prebenda o la leche frita de padres a hijos o de tíos a sobrinos. Es verdad que no le regalan la toga ni el tribunal, pero se encuentran una autopista una vez que salen retratados en el cuadro de la graduación. Nuestros hijos salen mayoritariamente artistas y buscan la felicidad tiesos perdidos.

Por eso, porque las derechas iban muy en serio, Pedro Sánchez les ha respondido con el mismo tono, con la misma medicina, con una pretoriana de los pies a la cabeza, y una magnífica fiscal, que se jugó el tipo en la lucha contra ETA. ¿O ahora Dolores Delgado solo va a ser la que habló una vez con Villarejo?

A lo mejor pensaban que Pedro Sánchez iba a poner en el cargo a un fiscal químicamente independiente, como siempre hace el PP cuando toca pelo; es decir, un fiscal independiente es un señor o señora de derechas; como Dios manda, coño.

También me ha parecido muy acertado que Pedro Sánchez haya reforzado a Iván Redondo. Y lo dice alguien que no forma parte de su club de fans. Hace bien el presidente del Gobierno en confiar en quien cree que debe confiar, en crearse un círculo de confianza nuevo por encima de amistades y afectos. A fin de cuenta es su responsabilidad.

En este sentido, la tozudez de Pedro Sánchez en la toma decisiones no es caprichosa, forma parte de sus convicciones más profundas. E Iván Redondo, que no tiene ni un pelo de tonto –incluidos los turcos-, se ha debido ganar su confianza totalmente, y punto pelota.

Por cierto, espero que el presidente del Gobierno no ceda ante el deseo de los ministros de mantener el acta de diputado. Es un gesto muy feo, que retrata a quien lo pide. ¿Os parece poco ser ministro, pichitas? Pues en vuestros ratos libres dedicaros a alicatar cuartos de baño, ¿no?

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