Entre leones

La culpa es de Fidel, siempre de Fidel

En 1995, siete años después de casarme, mi mujer y yo hicimos nuestro viaje de novios. Decidimos pasarlo en Cuba.

Unos días en Varadero, donde trabamos amistad con una pareja de homosexuales de Salamanca –uno era funcionario de Medio Ambiente y el otro trabajaba en una tienda de decoración que creo recordar que se llamaba Marfil: gente encantadora-, y conocí a Carlos Carnicero, que días antes iba en el avión de Iberia que sufrió un secuestro.

Y otros días los pasamos en La Habana.

Recuerdo que nos cansamos de Varadero y antes de marcharnos a la capital de Cuba, alquilamos un coche automático y cruzamos la isla. Pasando por el centro de Matanzas, me salió un paisano y frené bruscamente como a treinta metros. Un mulato septuagenario, revoleado en una mecedora precolombina, me espetó a quemarropa: "Lo mataste, muchacho; lo mataste".

Antes de abandonar el centro turístico de Varadero tuve la oportunidad de abundar en el peculiar sentido del humor de los cubanos, que, sin duda, tienen ese puntito gaditano que poseen el Malecón y las guajiras.

Cuando le pregunté a un monitor de buceo sobre la presencia de tiburones en aquellos mares más atlánticos que caribeños, me contó que una vez, hace muchos años, vio a uno y se tiró al agua para acercarse a él, "pero salió pitando: sabía, muchacho, que me lo iba a comer", me dijo con una sonrisa repleta de dientes blanquísimos y de una guasa muy familiar.

El bloqueo USA y la caída del Muro de Berlín se traducían en carencia de todo menos cante, baile y risas, sobre todo risas.

El mejor golpe lo coseché en un garito cerca del hotel Nacional. Un humorista, de estética Sierra Maestra 2.0, hizo una sesuda reflexión sobre la relación entre Cuba y España: "Hace unos años, nos decían que los españoles masacraron a nuestro pueblo: Colón inauguró el genocidio y Pizarro asesinó a Sapa Inca Atahualpa... Así hasta que en 1898 nos liberamos finalmente del yugo de los españoles. ¿Se acuerdan cuando Fidel decía esto y mucho más de los españoles? Pues ahora, compañeros, nada de eso pasó; si acaso Colón trajo la civilización y el mestizaje y lo de Sapa Inca Atahualpa fue un accidente de mierda   que Pizarro ni ordenó ni presenció. Y lo del 98 fue un acto imperialista americano, que sólo buscaba convertir La Habana en un gran burdel de EEUU y a los cubanos en sus esclavos. Los españoles son nuestros hermanos, sobre todo los que invierten en el sector hotelero. La culpa, toda la culpa, de esta relectura tan certera de la historia la tiene Fidel, siempre Fidel, compañeros".

Ni que decir tiene que todos los presentes nos reímos a mandíbula batiente, sin importarnos mucho las consecuencias. Por el futuro de aquel humorista, no doy hoy ni un peso cubano, ni un dólar de Trump. Lo normal es que esté en Miami o con el tiburón aquel que se le escapó al monitor de buceo. Descarto una cárcel de La Habana por la humedad de las trenas y la eternidad transcurrida.

Por eso, a nadie debe extrañarle que donde, por ejemplo, había pedristas y susanistas, ahora solo queden susanistas. Que de ser la amiga y jefa de la gachí aquella de media verónica que se declaró "Única Autoridad", en el acto más chirigotero de la historia política española, sea de nuevo la lideresa y de Triana, casi el ser supremo –no confundir con las supremas de Móstoles- que adivinó a ver Lambán.

Por cierto, que, en este cambalache, el presidente aragonés dejará de ser definitivamente el Cochero de Drácula para pasar a ser el mismísimo Eli Wallach pero de Guapo, en una versión tuneada de aquel spaghetti western de culto de Sergio Leone.

Entre tantos cambios hay que felicitarse por el ascenso al universo de Moncloa de Francisco Salazar, un pedrista experto en los perros turcos, la manteca colorá y la gramática parda sociológica. Está bien que Redondo, de nombre Iván –y van unas cuantas-, se haya acordado de él para salvar al único espécimen de un pedrismo en vías de extinción. Puro Darwin. Enhorabuena por el ADN político elegido; de ahí saldrá una máquina de PNL.

Y qué decir de los macutazos que, promovidos por los mismísimos e impresentables jefes de prensa de algunos popes del socialismo democrático español, están poniendo de patitas en la calle, antes de que lo sepan oficialmente, a delegados del Gobierno (por ejemplo, al de Andalucía) para colocar a una susanista pura y dura, y otros altos cargos (por ejemplo, al presidente de Puertos del Estado, con una gestión en diez meses cum laude) para cumplir con un compromiso con un amigo valenciano.

Por cierto, desgraciadamente, esa última es una condición principal para pisar moqueta por encima de la lealtad, la honradez y la eficacia.

El autor de esta forma tan pedestre de entender la política no puedo decir bien quién es. Debió de aprender de Fraga, que, una vez que salió de la playa en cueros y se encontró con todo un colegio de monjas, optó por taparse las pelotas. Craso error. Este artista del alambre se cubrió la cara y acertó.

Era más bien gordito, algo cabezón y con acento marcadamente valenciano, con un deje venezolano lejano, de apenas 25 minutos. ¿Ábalos? Ni se me ha pasado por la cabeza.

Y qué decir de la dacha gaditana de La Almoraima, donde la vice Teresa Ribera y el secretario de Estado Hugo Morán están demostrando que la lucha por el cambio climático puede ser algo muy serio o una milonga, una engañifa y un enjuague: todo junto. Ante estos estadistas, somos lo que somos: unos puñeteros catetos, y a tragar.

En fin, que nadie piense mal, de todos estos desajustes, malas  puntadas y decisiones disparatadas, tiene la culpa Fidel, siempre Fidel.

Y nadie más.

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