Entre leones

4M: hasta la lucha final

Estoy muy preocupado por los resultados electorales del próximo 4 de mayo. Casi todas las encuestas muestran una clara victoria de Isabel Díaz Ayuso (AID), ya sea a través de una mayoría absoluta del PP o por medio de la coalición cavernaria de conformarían los populares con VOX.

Por desgracia, la calle en Madrid apunta a una de estas dos opciones. La gestión de la COVID-19, con abierto hasta el amanecer y barra libre para el bicho, no sólo no va a condenar a AID por haber antepuesto la economía a la salud de sus ciudadanos, sino que la va a encumbrar como una heroína, como una lideresa nacional.

Un ejército de hosteleros y pequeños comerciantes enarbolan su bandera de terrazas llenas y locales hasta la bandera, e irán a votarla con el carné en la boca. Los muertos por el coronavirus en la Comunidad de Madrid no podrán votar: guardan silencio en sus tumbas a la espera de justicia.

Ante este camposanto electoral, sólo el sondeo amigo del CIS apunta un empate técnico entre derechas e izquierdas. No sé si será verdad, pero a mí me basta para activar mi optimismo impenitente, que no deja de ser "un optimista bien informado" (Antonio Gala) pero que tiene la determinación de los padres fundadores de EEUU: "Toma las cosas por el buen lado" (Thomas Jefferson); o "No anticipéis las tribulaciones ni temáis lo que seguramente no os puede suceder. Vivid siempre en un ambiente de optimismo" (Benjamin Franklin).

Para tener este optimismo incombustible hay que forjarlo, primero, a fuego de experiencias vitales con hombres y mujeres imponentes, y, después, pulirlo en mil batallas. En mi caso, tuve la suerte de encontrarme pronto por los andurriales de la vida con Juan Pérez, por entonces secretario provincial de CCOO de Cádiz. Él solía decirme que "los sindicatos administramos la derrota, pero algún día derrotaremos a la derrota".  Otra de las personas que me han ayudado a vivir instalado en el optimismo ha sido el escritor y poeta, además de hermano del alma, Juan José Téllez. Él, con una carcajada de oreja a oreja, siempre me inculcó un destino final tragicómico que forma parte de mi forma de ver la vida: "De derrota en derrota, hasta la masacre final, camarada". Gente decente que ya se gasta poco.

Winston Churchill, un optimista del copón, lo tenía claro: "Si estás atravesando el infierno, sigue andando". Y Nelson Mandela, que lo cultivó durante décadas entre rejas, lo tenía también meridiano: "Siempre parece imposible hasta que se hace".

Esta sopa de experiencias vitales y frases redondas tiene una finalidad: hacer un llamamiento para que vayamos a votar el 4 de mayo para parar a esta derecha extrema que quiere desbancar a Cataluña para convertir a Madrid en el ruedo ibérico de los malos modos, la confrontación, el neoliberalismo y la estupidez.

Hagámoslo por nuestros padres, por nuestros abuelos, por nuestros amigos, por los caídos en el tajo, por el sindicato del Metal, que construyeron a pico y pala, a golpe de sangre, sudor y lágrimas, una comunidad decente que ahora chorrea babas, rezuma pestilencia y neofascismo y huele a colonia y cementerio. Somos más y mucho mejores, aunque nos cueste trabajo creerlo.

Yo votaré a Ángel Gabilondo, a Mónica García y a Pablo Iglesias. Uno con la mano y tres con el corazón.

Y si nos vienen mal dadas, pues recurriremos a José Saramago para lamernos las heridas: "La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva".

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