La revuelta de las neuronas

El problema de este país es Twitter

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El primer ministro de Turquía tras una oleada de movilizaciones sociales contra la especulación y a favor de la democracia, encontró en las redes sociales un demonio que no podía controlar. El fantasma de Erdogan recorre ahora las intenciones de la caverna política, cultural y mediática en nuestro país. Se está generando un caldo de cultivo que busca crear un clima de criminalización con la protesta y  la movilización social. Parece que el gran hermano no lo vigila todo como quisiera y se le escurre entre las manos el control de la comunicación directa y sin intermediarios, que mantiene consigo misma la ciudadanía. La capacidad autónoma de utilizar las redes sociales para organizarse, para compartir opiniones y difundir ideas, representa sin duda un problema para quienes tratan de acallar cualquier disidencia contra el régimen de la servidumbre. El gobierno  sigue la misma estela de la ley de seguridad ciudadana, de la orden de multar a granel a la gente que se manifiesta. Es el mismo planteamiento que busca imponer el miedo para neutralizar la indignación y le hartazgo social.

El reciente escándalo en torno a las operaciones mediáticas, electorales y policiales, a raíz de una serie de Tweets publicados, sirve de excusa perfecta para crear la alarma social contra la comunicación autónoma de la sociedad en las redes sociales. Si utilizar el dolor de las víctimas de ETA para atar en corto a sus bases sociales y electorales alentando el miedo a una vuelta al pasado, ya era rastrero, lo que sucede a raíz del asesinato de Isabel Carrasco es directamente infame. Poco importa que se trate de una venganza personal, poco importa que además las presuntas asesinas pertenezcan al mismo partido que la asesinada, poco importa que la policía desde el primer momento descartase cualquier relación política con el suceso. La consigna de la caverna está clara, pasa por criminalizar a la protesta social, señalar a los escraches de la PAH, insultar al que no acata su lógica, y hablar del peligro que sufre la convivencia. Desde el editorial del periódico El Mundo, pasando por personas mediáticos como Isabel San Sebastián, o las declaraciones de Rita Barberá, el argumentario es siempre el mismo: da igual que no tenga nada que ver, hay que repetir que se está tensando la cuerda y peligra la convivencia por culpa de las protestas de toda esa gente que quiere vivir con dignidad.

Los insultos y amenazas que tienen lugar en las redes sociales son su caballo de Troya para justificar toda una operación represiva de mucho mayor alcance. Cuando las amenazas, insultos, mofas y deseos de muerte, no les han servido políticamente para justificar endurecer su dominio, no se les ha hecho el menor caso. En este país se persigue más a un niño diciendo chorradas en Twitter, que a los torturadores de una dictadura. Que Pilar Manjón, víctima del 11M, haya tenido que llevar escolta por las amenazas, ataques, desprecios e insultos sufridos, muchas veces cometidos desde las filas del partido popular, parece que no es motivo para operaciones ni investigaciones policiales.

Pero ¿Cuál es el origen que motiva todas estas reacciones? La realidad que se vive. Para la caverna mediática y política nunca hay que arremeter contra las causas de un problema, siempre hay que buscar a los culpables en sus consecuencias. Con la desigualdad y el empobrecimiento, lo fundamental para ellos no es la desigualdad y el empobrecimiento, sino que los desiguales y los empobrecidos se movilicen para evitarlo. Hablan de espiral de violencia los mismos que solo saben ofrecer violencia cuando cientos de miles de personas exigen pan, techo y trabajo en las calles. La única espiral de violencia que hay en este país son las cifras de Cáritas, el paro, la precariedad, la servidumbre y el miedo al mañana. La espiral de violencia aumenta cuando los consejeros ejecutivos del Ibex35 ganan 75,5 veces más que sus plantillas, al tiempo que el desempleo azota a la mitad de los jóvenes y de los que sí tienen empleo, un 40% ni siquiera alcanza a ganar 12.000 euros al año.

La gente no tiene ningún problema de convivencia, lo que quiere es vivir con decencia, pero los indecentes que gobiernan hacen lo posible por culpar a la gente de su situación, como eternos deudores de nuestros verdugos. No somos empleables, no sabemos adaptarnos, no somos lo suficientemente positivos, no somos aptos para vivir parecen decir. Nos quieren separados y desconfiados. Cada uno en su casa y Dios en la de todos, la política es cosa de pocos, no te metas y ocúpate de tus cosas. Para ellos no hay otra posibilidad que no sea respondernos, es lo que hay. Ese lo que hay es lo que les beneficia a unos pocos y nos empobrece a la mayoría. Tenemos que pensar a la inversa y buscar lo que nos beneficia a la mayoría y le quita los privilegios a la minoría. Pasar del es lo que hay, al ¡Claro que Podemos!

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