La revuelta de las neuronas

Costes de pagar la deuda ilegítima

En EEUU el déficit se ha reducido al 3%, es cierto, pero los empleos creados tienen sueldos de miseria. Como indicaba Paul Auditoria MocionKrugman en 2013, el 95% de los ingresos de la recuperación económica desde 2009 han ido a parar al famoso "1%". De hecho, más del 60% fue al 0,1%. Las burbujas de la deuda se disparan. Desde 2007, el pasivo universitario se ha duplicado hasta los 1,2 billones de dólares (882.000 millones de euros), superando al endeudamiento por tarjeta de crédito. Un 71% de los estudiantes está endeudado cuando se licencia con una media de 29.400 dólares (21.600 euros)

Las deudas hay que pagarlas. Ese es el precepto moral que primero nos encontramos cuando se cuestiona la legitimidad de una deuda. Pero no estamos hablando de un caso donde alguien que ha ingresado dinero por su trabajo, le presta a  un amigo y espera  como es normal, a que le se sea devuelto. La relación acreedor-deudor que mantienen los Estados y la población europea no es de ninguna manera, una deuda de ese tipo. Estamos ante lo que el economista Eric Toussaint llama, enriquecimiento sin causa. Para entender por qué una deuda puede ser ilegítima, primero deberíamos observar cuáles han sido los mecanismos que han hecho posible, que la financiación de los Estados dependa del acceso a los mercados financieros. Uno de los rasgos de la deuda ilegítima, se debe a que en las últimas décadas se ha propiciado la disminución de la presión fiscal sobre el capital y los grandes patrimonios, como también, una política de represión salarial. Esto tiene como consecuencia que los Estados pierdan capacidad de ingreso, lo cual les empuja a tener que pedir prestado a aquellos a los que se les ha reducido la carga impositiva. La deuda española ya alcanza el billón de euros y seguirá subiendo cuanto más se expolia a la ciudadanía.

A su vez, esta situación de vulnerabilidad hace aumentar el pago de los intereses, lo que conduce a una transferencia directa de la riqueza en beneficio de los poseedores de los títulos de la deuda. Se refuerza su poder económico y también su peso político para coaccionar, lo que obliga a dar una vuelta de tuerca a estas mismas lógicas de empobrecimiento para seguir optando a la financiación. Una raquítica fiscalidad y un alto fraude fiscal, se suman a la liberalización de los mercados financieros que encuentran en el BCE, el instrumento perfecto para blindar la vía al crecimiento por endeudamiento, colocando títulos emitidos por el Estado y transformando la financiación de los gastos. Las políticas de demanda agregada de los Estados fueron sustituidas por la emisión del crédito bancario y el auge de un nuevo gobierno de las finanzas, que cuenta con toda una arquitectura jurídica a su servicio. Así que la pregunta hay que hacérsela a la inversa, ¿Por qué se han reducido los ingresos presupuestarios que han propiciado déficit y han obligado a buscar financiación en los mercados financieros? El que fuera presidente del Bundesbank alemán en 1996, Hans Tietmeyer, apunta algunas razones cuando advertía que los mercados financieros desempeñarán, cada vez más, el papel de gendarmes. Los políticos deben comprender que, desde ahora, están bajo el control de los mercados financieros.

Ese poder político-financiero ha hecho de la deuda una forma de gobierno, y del pago de la misma, una práctica que puede calificarse como de saqueo, cuando el riesgo de sus operaciones recaen sobre quienes pagan impuestos aplicándoles las políticas de austeridad y el desmantelamiento de los servicios públicos. La liberalización del mercado financiero y las políticas monetarias de los bancos centrales desde los años 90, han propiciado la financiación fácil. Los Estados han accedido y se ha pedaleado en el aire durante la etapa del crecimiento endeudado. En la división internacional del trabajo europeo con un euro fuerte, España pasa a ocupar una posición subordinada como comprador de los productos fabricados, por ejemplo, en Alemania. Para ello, había que destruir la manufactura que había y convertirse definitivamente, en el protectorado  del turismo masivo que sirve también para impulsar el boom inmobiliario. El crédito fácil encontró en las operaciones urbanísticas y el acceso a la vivienda de la población, la mejor manera de absorber el capital (54% de la inversión privada en 2005), excedente de bancos franceses y alemanes. En las cajas de ahorros gestionadas por mayordomos de las finanzas se encontró el modo de darle salida.

La liberalización del suelo provocó que, entre 1997 y 2005, la proporción del sector inmobiliario sobre el PIB español pasase del 11% al 17%.  En el tercer trimestre de 2007 el sector suponía el 13,3% del empleo total. Entre 1998 y 2007 el parque de viviendas creció en 5,7 millones de viviendas. El precio de la vivienda no dejó de aumentar, las políticas de alquiler eran inexistentes y el crédito que permitía el acceso a las familias, aumentaba las ganancias de los promotores inmobiliarios y constructores. La vivienda se popularizó como una inversión de futuro. Cuanto más a largo plazo son los préstamos, más altos son sus intereses y más aumenta el beneficio bancario: En 2007 la media de una hipoteca en España era de 27 años y el nivel de endeudamiento de las familias españolas,  pasó de un 69% de su renta disponible en el año 2000 a un 131% en 2007. En 2008 el 50% de las familias españolas estaban endeudadas.

Frente a esta situación, plantear una auditoría de la deuda se presenta como la medida más cabal. Primero, porque plantea la prerrogativa democrática de la transparencia y el control ciudadano sobre las actividades de las personas que ocupan cargos públicos. Es el derecho de la población a conocer qué, quién y cómo se ha asumido la deuda, qué tipos de deuda hay, cómo han actuado los representantes públicos, bajo qué condiciones y criterios, con qué fines se han contraído. Solo alguien con poca sensibilidad democrática puede defender la opacidad de la ingeniería financiera metiendo medio y alertando del caos que supone auditarla. Una auditoría no es sinónimo de una negativa rotunda al pago de la deuda, es un análisis de la misma que puede tener varias conclusiones. No se trata de un impago desordenado, sino de poner orden en las cuentas, no se trata del escenario maniqueo que expulsa de la zona euro a quien ose levantar la voz. Se trata también de política, de cómo se juegan las cartas y se plantean los escenarios. Entre salir del euro y aceptar las políticas de austeridad hay mucho margen de acción. Se puede presionar y dar la batalla desde dentro.

Un ejemplo: en las pasadas elecciones griegas de 2012 Syriza, a quien hoy las encuestas electorales le dan 10 puntos de ventaja sobre el segundo, los conservadores, estuvo a punto de ganar las elecciones generales. Las alarmas de las élites europeas saltaron. En el día de reflexión, Angela Merkel salió a dar un discurso para meter miedo y hacer campaña contra Syriza, que perdió por muy poco. El titular de las portadas del ABC y de El País al día después de las elecciones griegas, era el mismo: Grecia da un respiro a Europa. Grecia ha puesto en entredicho a toda la zona euro, cuando representa solamente entre el 2% y el 3% del PIB europeo. España, que es la cuarta economía de la zona euro y supone el 12% de la misma, imaginemos la capacidad de presión que puede tener semejante poder a la hora de exigir políticas decentes que no asfixien a la población.

Pedro Sánchez y el PSOE, dicen que apuestan por depreciar el euro, pero moviéndose dentro de los límites de la austeridad. Moverse dentro de los límites  de la austeridad, es lo mismo que tratar de respirar cuando tienes la cabeza sumergida en el agua. Nadie negocia ninguna depreciación, ni nada, con quien no tiene fuerza y sale a perder asumiendo el marco de la derrota. Cualquier medida de presión que pueda mejorar las condiciones de vida de la población europea, y especialmente de las poblaciones del sur europeo, tienen que venir por parte de la presión de los países deudores y nunca por parte de los bancos y accionistas acreedores. La impugnación de la economía de la deuda, puede ser el germen de un movimiento social que recorra Europa para salvarla del abismo al que nos condena el eterno pago de lo que no se debe.

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