La revuelta de las neuronas

¿Quién piensas que irá a recoger aceitunas si dais una renta básica?

Creo que el primer escollo de la renta básica es ante  todo, de tipo ideológico y no económico. ¿Es ético? La ideología CIMG4420moderna del trabajo pesa mucho en nuestros imaginarios, todavía más, cuando la sociedad pensada alrededor del trabajo (del empleo más bien), se desvanece en el aire. Ya lo dijo Hannah Arendt, nos enfrentamos  con la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir, sin la única actividad que les queda. Paradójicamente, parte de quienes se reclaman del marxismo responden de manera conservadora a esta situación, cuando su alternativa es tratar de volver atrás en el tiempo, borrar las letras con el teclado y fosilizar la historia en el mismo punto que ayer desechaban. Son en cambio, los ideólogos de la servidumbre neoliberal quienes aplauden la abolición del trabajo asalariado, con la salvedad de que no piensan en un mundo libre de explotación, sino en otro donde todos seamos una fusión de trabajadores sin derechos y empresarios sin propiedad: Uber es la estrella a seguir, economía colaborativa lo llaman, el común privatizado.

Quizás hay que darle la vuelta al razonamiento de la pregunta sobre las aceitunas: ¿por qué alguien se ve obligado a tener que recoger aceitunas por un mísero salario? Porque no le queda otra y tiene que aceptar el chantaje de hacer o eso o nada, de lo contrario, ya vendrá otro. Existe bajo el embudo del empleo, un excedente de fuerza de trabajo sobre una limitada oferta, lo cual genera competencia para acceder a unos medios de vida cada vez más escasos y decadentes. Repartir miseria es lo único que le queda a un neoliberalismo que no puede ofrecer un volumen de empleo medianamente digno a la población, cuando al mismo tiempo, el empleo sigue siendo la única opción para poder vivir. Eso es la lógica del embudo y la zanahoria.  Lo mismo de las aceitunas, se puede decir para infinidad de trabajos y sueldos precarios. En España el salario ha pasado de representar un 54,5% del PIB en 2006, un 46% en 2011, y a mediados de 2013 un 44,7%. En la UE representaba el 70% en 1975 y un 58% en 2006. El porcentaje de trabajadores con un sueldo igual o inferior al salario mínimo interprofesional (SMI) ha pasado del 6% al 10,5% en el periodo 2004-2010. En 2012 ese porcentaje aumenta hasta el 12,25% de trabajadores. -Solo Rumania y Grecia superan a España en riesgo de pobreza de trabajadores. En realidad, ningún fetiche con la RB, con "repartir dinero",  importa más la tendencia histórica de ir separando una vida segura del hecho de tener o no tener empleo, separar trabajo de empleo, separar en el siglo XXI, producción de riqueza de horas empleadas.

La RB como instrumento de erradicación de la pobreza, como un mecanismo de reparto de la riqueza y distribución de la renta, que puede dar seguridad económica a la población frente a la incertidumbre y la arbitrariedad, permite iniciar otros modos de vida, nuevas actividades y contribuye a eliminar los estigmas sociales. Si la RB desincentiva el trabajo precario y mal pagado, lo que hay que cambiar es la precariedad. La gente no tiene problemas en trabajar –poiesis-, pero si tiene una RB a lo mejor no tiene que aceptar cualquier condición laboral. En cualquier caso, hay que verlo como un horizonte, por etapas, no de la noche a la mañana, es necesario hacer un gran cambio en el sistema fiscal y desplegar un modelo económico realmente productivo.

Hay que trabajar esa ambivalencia de lo emprendedor, entre la ideología de la servidumbre que lo usa para dividir entre winners y losers, y la potencia de una nueva composición del trabajo fundada sobre la cooperación social. Hoy hay sobre todo, emprendeudores  y no proyectos individuales y colectivos emprendedores. La seguridad de no caer en el precipicio de la exclusión social fomenta la innovación y la creatividad, incluso la iniciativa por sacar adelante ideas ilusionantes. Una sociedad hundida en el miedo y la precariedad no emprende otra cosa más que el camino al subdesarrollo. Como nos recuerda el ya fallecido sociólogo André Gorz, de las miserias del presente saquemos la riqueza de lo posible.

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