La revuelta de las neuronas

Renta básica y la encrucijada histórica

Sólo triunfaremos si no nos olvidamos de aprenderimages84YAU8UT

Rosa Luxemburg

 

El debate sobre la renta básica pone de relieve un problema fundamental y estructural de nuestras sociedades contemporáneas: los límites de todo un modelo laboral, económico e ideológico, construido y desarrollado lo largo de toda la modernidad, y en especial del capitalismo industrial. El trabajo entendido como empleo para toda la vida no va a volver (en términos históricos ocupó un espacio muy reducido). Nos encontramos ante una encrucijada histórica; por una parte, con la actual crisis, se acelera la contrarrevolución oligárquica inaugurada a finales de los años 70 del pasado siglo. Por otro lado, la crisis de la sociedad salarial no tiene una dirección unívoca, alberga distintas posibilidades, algunas de ellas a favor del bienestar y la autonomía social e individual. Actualmente, en esta regresión en la correlación de fuerzas entre trabajo y capital, los pactos sociales y laborales acordados en las constituciones surgidas tras la II Guerra Mundial, han llegado a su fin. El modo de acumulación capitalista y el tipo de regulación social, que cristalizaba gracias a un determinado papel del trabajo (empleo) en la sociedad, desaparece. La financiariazación de la economía fue la respuesta  a una fuerza de trabajo cada vez más indomable y a un diseño económico-político fordista, colapsado.

El ciclo de la deuda ha disfrazado un proceso empobrecedor que ya estaba en marcha, pero que ahora, toma una velocidad vertiginosa. El totalitarismo de la oligarquía financiera que todo lo somete a la lógica bursátil, nos avisa de que se ha acabado eso de acceder a una vida asegurada a través del empleo, aunque al mismo tiempo,  se sigue imponiendo el empleo como la posibilidad de acceder a los medios de vida. Trabajo y empleo vuelven a separarse en la sociedad postfordista contemporánea: se trabaja más de lo que el neoliberalismo es capaz de emplear. La producción, comprendida como el arte de la creación antropológico, –poiesis-, desborda el marco laboral, pero se ve atrapada por el cepo de la acumulación por desposesión. La vida parece tomar la forma de la empresa en una relación donde ante todo, somos clientes, accionistas de nuestra fuerza de trabajo.

El empleo pierde su lugar en la sociedad como columna vertebral. En esta tesitura, la sociedad está condenada a funcionar como lo hacen las finanzas: somos tóxicos, empleables, optimizan recursos, la precariedad se alza como el modelo social cuya principal figura laboral es el emprendeudor. En el paso histórico que tiene lugar, desde el beneficio empresarial a la renta financiera, se da igualmente, el tránsito entre la riqueza producida únicamente en el centro de trabajo, a la cooperación productiva sobre el  conjunto de la vida social. La Renta básica se perfila como uno de los posibles pilares del bienestar en el siglo XXI, actuando como el reverso de la economía de la deuda: el excedente de la riqueza en lugar de irse por el desagüe de los intereses, se disfruta para construir vidas seguras y plenas.

Se perfilan dos diseños de sociedad que batallan por el poder sobre el tiempo; entre la pluriactividad sometida al humor del mercado y la precariedad, o la multiactividad regida por el tiempo autónomo de la vida sobre el capital, permitiendo el reconocimiento social también a través de proyectos no relacionados con el empleo. Trabajar todas las personas, trabajar menos, trabajar de forma diferente, innovar más, vivir mejor.  Tres aspectos son fundamentales para llevar a cabo esta hercúlea tarea: 1) Parar la economía del saqueo y el austericidio. 2) Salir de la dependencia del ladrillo y el turismo, desplegando un nuevo modelo productivo, realmente productivo. 3) Suficiencia fiscal al margen de la exacción financiera.

Vivimos tiempos históricos, pues somos hoy los locos que antes de ayer, en 1792, plantearon elegir y ser elegidos al Parlamento, los locos que ayer en 1886, plantearon la jornada laboral de 8 horas. La transformación del trabajo que vivimos es tan intensa como la que se vivió a finales del siglo XIX, cuando decaía el concepto del trabajo decimonónico ( polimorfo, intermitente, subcontratado, inestable, desocupación asociada a la falta de carácter), y se alzaba, ya en entrado el siglo XX, la idea del trabajo entendido como empleo. El trabajo no es uno a lo largo del tiempo, cambia su percepción, su lugar en la sociedad, pues el ser humano siempre ha trabajado, pero no siempre lo ha hecho de la misma forma y no siempre lo ha comprendido igual. Nuestra noción del trabajo viene asociada a una concreción social históricamente determinada. Ahora volvemos a repensar el trabajo más allá del empleo, cuando la riqueza sale de los goznes de la estructura del mercado laboral del siglo XX el volumen de trabajo desborda a la posibilidad del empleo que pueda crearse. Hoy como ayer, experimentamos una mutación del tiempo interno del trabajo, un tiempo nuevo, difuso y confuso, por eso toca  hacer pedagogía, mostrar voluntad, demostrar fuerza, poner diques a la fortuna y desplegar la audacia. Renta básica o empleabilidad.

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