La revuelta de las neuronas

Si Europa despierta.

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El déficit del Estado era precisamente el verdadero objeto de sus especulaciones y la fuente principal de su enriquecimiento.

Karl Marx.

 

A día de hoy, las movilizaciones en Grecia, Portugal o España,  no han conseguido frenar el proceso constituyente capitalista que a marchas forzadas se está desplegando a lo largo y ancho de Europa, aunque con más severidad en el sur mediterráneo. Habría que ver que capacidad puede existir, si junto a las protestas, se suma un proyecto político en las instituciones que cuestione la deuda y el actual reparto de la riqueza, como es el caso de Syriza en Grecia. En cualquier caso, ambas cosas deben ser indisociables: es crucial una oxigenación política de las sociedades europeas para que se vuelva a reflexionar, a encontrarse, a poner en duda, a construir en torno a movilizaciones y protestas nuevas instituciones propias de la sociedad civil, junto con proyectos que rindan cuentas y trasladen al parlamento esas demandas y decisiones. Pero por ahora, los únicos que han sido capaces de intervenir directa y fulminantemente en  un país, han sido instancias no elegidas por nadie y que responden a intereses privados de lobbies financieros. Giorgos Papandreu no se fue del gobierno griego por los cócteles molotov, sino porque en un momento dado se le ocurrió plantear la posibilidad de un referéndum para que la población decidiera sobre de los recortes; fue rápidamente apartado. Ahora imparte clases en Harvard por 46.000 euros al mes acerca de como salir de la crisis europea.

 

La dictadura financiera a la que nos vemos sometidos no funciona a una escala nacional, sino que los distintos Estados se posicionan con respecto a la UE-BCE en una relación plenamente asimétrica. El marco estatal es desbordado  y su soberanía se traslada a otro centro de mando, pero al mismo tiempo, aquellos Estados que salen mejor parados en su relación con el mando son los que cuentan con una mayor confianza de los inversores. Los Estados deben fomentar su empleabilidad para poder competir, sabiendo ofrecer flexibilidad en las normas de trabajo y total disponibilidad fiscal a los de arriba bajándoles  los impuestos y mano dura con los de abajo ajustando el déficit. Se pueden aumentar las exportaciones –dependiente de la demanda exterior-, se puede competir a la baja, con la salvedad de que lo único que se devalúa son las personas, no la moneda. La democracia está totalmente secuestrada en Europa y no por culpa de la existencia de un marco europeo, porque, que nadie se engañe, la nostalgia al Estado-Nación, a la peseta, suele partir de un repliegue cegado en devolver un pasado mistificado de otro tiempo que difícilmente vaya a volver. Salir de la UE sería posiblemente muy traumático, porque incluso recuperando la moneda, tenemos que seguir jugando en un plano global donde nuestras posibilidades de mejora dependen mucho de factores exógenos, globales y no únicamente del manejo de la moneda. Algunos economistas aseguran que la salida sería dura pero con un corte rápido y limpio, que permitiría crecer a pocos años vista, sustituyendo así, el goteo constante de miseria reinante. Si algo se ha demostrado, es que resulta muy complicado establecer perspectivas a largo plazo en situaciones económicas, sociales y políticas donde lo normal es la incertidumbre. Creo que no se puede establecer un tiempo nuevo pensándolo como si el resto de factores no se hubieran modificado a lo largo de estos años, dando por hecho, que hoy soberanía popular es sinónimo a soberanía nacional-estatal.

 

De forma paralela, la UE tal y como está pensada y construida sobre los cimientos de Maastricht empeñada en el equilibrio fiscal, en rebajar salarios, privatizar empresas y desplazar toda la riqueza socialmente producida a los agentes financieros, nos conduce a la servidumbre de los pueblos. Uno puede pensar que mientras el euro sea la moneda que rige nuestro cambio, los ahorros de la gente contarán con el respaldo de una moneda fuerte porque, en última instancia, es el marco alemán quien está detrás. Lo que no se tiene en cuenta es que el euro-marco cuenta con la confianza del mercado y se financia a muy bajo coste, no porque hayan innovado tanto en tecnologías los últimos 10 años, no por tener menos deuda pública, sino por haber congelado salarios, precarizado el trabajo y mantenido un tejido industrial –con un peso del 22% del PIB frente al 13% español-, más sólido que nuestra economía del ladrillo que vino a sustituir el desmantelamiento industrial español por exigencias de la UE. En nuestra reconversión industrial encontraron los bancos un nicho donde dejar caer su excedente a base de créditos. Esa confianza que genera Alemania sucede en cierta manera porque aspira a los países de su alrededor, adueñándose de su riqueza como último recurso para garantizar su competitividad, dado que, necesita recuperar el dinero inyectado para salvar los pufos de sus propias Bankias años atrás. Este agujero negro de la deuda que todo lo absorbe y vacía, es la última versión que ha sacado el capitalismo para extraer plusvalía, ya no únicamente a un clásico nivel laboral, sino sobre todo, a escala  social a través de la deuda

El filósofo Baruch Spinoza extraía como principal enseñanza de Maquiavelo, al cual consideraba un hombre amigo de la libertad, que de nada sirve suprimir a un tirano a menos que se supriman las causas por las cuales se ha producido la tiranía. Desechar la idea de otra Europa y refugiarse en la vuelta a lo de antes, no acaba con las causas de la tiranía, puesto que, similares preguntas seguirían estando ahí esperando a resolverse. Europa puede someterse definitivamente a las finanzas y consumirse como proyecto e idea  volviendo a ser pasto de la violencia, el racismo y la barbarie. Si Europa despierta debe abrir brecha entre esa aspiradora de las finanzas y el repliegue nacional-estatal, dando paso al poder constituyente de sus gentes para sentar las bases de un proyecto común, federado y habitable para las personas. Sólo así, evitaremos reinventar la trágica historia de las guerras europeas y conseguiremos impulsar un internacionalismo de nuevo cuño, porque como afirmaba el célebre historiador Perry Anderson, en Europa tenemos que ser todavía suficientemente contemporáneos con nuestro pasado.

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