Jose A. Pérez

¿Quién vigila las habas?

Dice la sabiduría popular que en todas partes cuecen habas. Este axioma fue reformulado por Pasqual Maragall hace unos años, cuando le soltó a Artur Mas que, si tiraba de la manta, él tiraría de la colcha, y la política catalana quedaría en pelota picada, con sus corruptas vergüenzas al aire. Para entonces, España ya estaba curada de espanto tras los escándalos de aquel PSOE noventero corrupto hasta las trancas. Los socialistas superaron aquella crisis con mucha renovación, mucha paciencia opositora y mucha labor de relaciones públicas. Hasta cambiaron el logotipo.

Ahora, las habas que más huelen son las del PP. La trama Gürtel se ha enredado tanto que, si uno tira del hilo, igual estrangula a la gaviota. Rajoy ejerce de González, enterándose por los papeles, mientras los implicados se afanan en poner cara de presunción de inocencia y en apelar a su vocación de servicio público. Veremos cuánto tardan en cambiar el logotipo.

La Historia nos ha enseñado que la corrupción política es inevitable, y la única arma que tiene el ciudadano para sobrellevar esta certeza y seguir creyendo en la democracia es confiar en la prensa. Porque, en un sistema como el nuestro, se supone que es labor de los medios controlar al poder y desvelar sus excesos. Informar no es copiar notas de prensa, como parecen entender hoy muchos medios. Informar es buscar la verdad y transmitirla, sean cuales sean las consecuencias para el propio medio o para terceros. No se llama Cuarto Poder porque tenga sudokus. En todas partes cuecen habas, cierto. Lo importante es que lleguen al papel antes que al plato.

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